El nuevo totalitarismo

El Heraldo, Tegucigalpa

A principios del año 2000, parecía que algo nuevo estaba ocurriendo en América Latina. Se dio una especie de efecto dominó. Por primera vez en la región, llegaron al poder gobiernos que generaron expectativas; políticos que, aparentemente, transformarían las grandes desigualdades sociales, abrirían nuevas formas en el quehacer político, fomentarían nuevas formas de participación social. Era el "giro" que se había anhelado hacía muchos años. Se pensó que era el inicio de la consolidación democrática.

Con la llegada de ese fenómeno, aparentemente los ciudadanos tendríamos la opción de elegir a nuestros representantes, ya fuera por ideología, proyectos de nación, afinidad, militancia o simpatía partidaria entre el candidato y sus electores. Sin embargo, hasta hace poco tiempo solo hemos votado por el candidato que pensábamos que era el menos peor. Lo anterior se podría interpretar de la siguiente manera: que el o los políticos no llenarían completamente nuestras expectativas, pero le daríamos un voto de confianza o, por lo menos, la oportunidad de demostrar que otra forma de hacer política era posible.

Estos últimos años la situación está empeorando porque las opciones que tenemos quienes apostamos por cambios estructurales y cambios coyunturales en el escenario político, económico y social son cada vez menos.

La posibilidad de elegir que tendrán los guatemaltecos en la segunda vuelta presidencial del próximo mes y su potencial ganador nos está diciendo que el país está regresando a manos de los militares, y los que conocemos la historia reciente de ese país sabemos lo que eso significa.

El otro caso, el nicaragüense, igualmente desesperanzador, los ciudadanos tendrán que elegir entre un exrevolucionario que no solamente ha pasado por encima de la carta magna, la que le prohíbe su reelección (eso ya es suficiente para rechazarle) sino que además nos ha demostrado que entre la corrupción y sus ambiciones de poder se ha convertido en uno de los hombres más ricos del país, incluso uno de los más conservadores y de derecha solo superado por Somoza. El otro de los candidatos recientemente ha salido de prisión acusado de corrupción; también se le acusa de haber pactado con el primero para que este se mantenga de por vida en el poder.

¿Qué nos está diciendo la coyuntura latinoamericana? ¿Estamos viviendo una involución política? Efectivamente lo que se nos acerca es una forma de totalitarismo gradual, con diferentes expresiones y comportamientos. El problema es aún más complejo que en el siglo pasado porque para nadie era un secreto que los gobiernos eran de derecha, represores, violadores de derechos humanos, etc. Sin embargo, el nuevo totalitarismo por ser gradual es más difícil de percibir, y por lo tanto, más difícil de combatir.

Se esconde entre el discurso de "arriba los pobres del mundo". Sienten que ellos son los únicos dueños de la verdad y, por lo tanto, son los iluminados y los únicos que pueden representarnos y decidir por nosotros.

Otra característica es la de realizar alianzas con los sectores más conservadores, incluyendo la Iglesia, la que en tiempos pasados era su gran enemiga. Una constante es la denigración que hacen de los que piensan diferente a ellos, acusándolos de vendidos, derechistas, neoliberales y amigos del imperialismo.

Por lo tanto, es necesario y urgente preguntarnos ¿otra forma de hacer política es posible? Yo sigo apostando que sí es posible. Sin embargo, para eso tenemos que ser conscientes de que estos regímenes continúan usando el mismo lenguaje: nosotros somos el pueblo oprimido por las potencias imperialistas, siendo ellos los imperialistas y represores.

Es por eso que necesitamos estar conscientes de que nos enfrentamos a una nueva forma de totalitarismo, pero esta vez es tan sutil que es difícil de percibir porque se esconde en el discurso del pobre excluido y víctima del sistema.