Castrismo y peronismo
Creo que tan significativo como el modo de vivir, es el modo de morir de ciertos líderes “revolucionarios”. Y a veces revelan más que sus obras políticas completas sus últimas palabras antes de partir hacia el cielo o el infierno.
Está el reciente final de Moammar Kadafi. Rodeado de enemigos exclamó delirante: “Esto está mal en la Ley Islámica”. Mientras las turbas rebeldes lo empujaban les pregunta: “¿Ustedes saben distinguir el bien del mal?”. Y un combatiente le dice: “Cállate, perro”. Debieron ser segundos de angustia del hombre que había gobernado con mano de hierro a Libia durante 47 años dejando atrás miles de opositores enterrados en fosas comunes, y creyentes como él en el Corán. Seguidamente le dan un balazo en el pecho y otro en la cabeza. Kadafi murió como lo que fue, un excéntrico, un extraviado mental, un loco.
En el momento final de Adolfo Hitler una enfermera soltó un histérico discurso pronosticando su victoria próxima y este la interrumpió diciendo: “Tengo que aceptar el destino como un hombre”. Y poco tiempo después se suicidó. Era mucho peor que un loco, era un fanático.
Benito Mussolini huyendo hacia Suiza es descubierto por un grupo de partisanos. Y antes de ser ejecutado exclama demostrando valor: “Dispárenme en el pecho”.
Debo citar una muerte ineludible, la del Che Guevara, tan consecuente y convencido de sus buenas intenciones como Franco, tan valiente como Mussolini y con una mentalidad tan asesina como la de Hitler. Irónicamente, no murió como el Hombre Nuevo que trata de vender la leyenda castrista. Lo traicionó su narcisismo, soberbia e instinto de conservación y cuando fue capturado dijo: “No me maten, soy el Che Guevara, valgo más vivo que muerto”.
Y después de este análisis, si bien cada día es más actual Francis Fukuyama, que teorizó en 1989 sobre el fin de las ideologías y la historia, ¿no estaremos hoy por la globalización de la información y un salto cualitativo de la tecnología ante el fin de las dictaduras modernas?
Una segunda observación, ¿qué le interesa a la cúpula castrista: morir en el poder tiranizando a su pueblo o dejar un legado a las futuras generaciones de la isla? Es indudable que lo primero.
El mayor legado político que se conserva en América Latina es el del peronismo. Siempre estoy en un contrapunteo con Alfredo Elías, uno de los cerebros más lúcidos del presidio cubano, que se pregunta siempre: si Perón solo gobernó Argentina 19 años, y 37 años después aún gana elecciones como Cristina Fernández, que acaba de barrer en las urnas con un 53 por ciento de los votos, y el castrismo ha gobernado a Cuba durante 52 años, ¿qué tiempo más después del fin del régimen podrá influir el castrismo en nuestra problemática nacional?
Nada que ver, Castro y Perón fueron líderes de un carisma excepcional, con coyunturales identificaciones pero con grandes diferencias de fondo y estilo.
Los dos tuvieron graves problemas con la Iglesia Católica, Argentina recibió un boicot económico y Cuba un embargo de parte de Estados Unidos. Ambos fueron oportunistas que jugaron con los avatares de la política internacional que les correspondió vivir. Pero mientras Fidel Castro se declaró marxista leninista de un modo unidimensional, Perón apostó en el tapete verde político a la democracia cristiana, al socialismo, al nacionalismo y a todas las ideologías que cruzaron frente a él. Expuso el 6 de julio de 1947 su Tercera Posición entre capitalismo y socialismo. Persiguió la prensa pero nunca la eliminó de raíz. Violó derechos humanos pero tanto los de la derecha democrática como los de la izquierda comunista. Y cuando tuvo que ceder, cedió. Fue un político, mientras que el otro es un dictador de una sola pieza. Me recuerda más el argentino al coronel Chávez que a Fidel, y me preocupa su trascendencia en Venezuela cuando desaparezca.
Finalmente, Fidel Castro se largará como Rafael Leónidas Trujillo. Se decretará en la isla duelo nacional. El suyo será el entierro más multitudinario de la historia de Cuba. Se recrudecerá la represión a límites jamás vistos. En la radio se escuchará por muchos días música sacra y las banderas ondearán a media asta, pero cuando esas banderas dejen de ser sacudidas por el viento y se escuche en la radio el primer bolero, porque los sucesores que podían recoger el legado castrista: Carlos Aldana, Roberto Robaina, Carlos Lage, Felipe Pérez Roque y otros, fueron inexplicablemente tronados por el régimen, y no hay continuidad, comenzará la inevitable transición, que consistirá en demoler hasta la última piedra de lo que fue el medio siglo de terror más angustioso que ha vivido un pueblo latinoamericano.
- 23 de enero, 2009
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