Guatemala: Para quien gane la elección
La historia de Guatemala es compleja. Más compleja que la de otras naciones nuevas. Ese hecho se refleja en casi todos los aspectos de la vida y del entorno físico que rodea a los guatemaltecos.
Nadie puede cambiar la historia de Guatemala aun y cuando algunos hayan tenido cierto éxito en “vender” su versión de la historia de este país.
Simple y sencillamente, los hechos son los hechos y nadie puede cambiarlos.
Por consiguiente, yo creo que es una pérdida de tiempo, dinero y energía intentar, desde el gobierno o como un acto de gobierno, apoyar a una u otra versión. Creo que solamente se consigue acentuar, por parte del gobierno y en contra del éxito de sus afanes, las profundas divisiones que marcan a los guatemaltecos.
Muchas de las reformas constitucionales e institucionales que necesitamos a gritos se ahogan en el mar de nuestras divisiones y rencores. –Con tal de que no sea la reforma de un bando o facción la que se materialice, que no se reforme nada. Esa parece ser la actitud que priva en los diversos sectores de poder o capaces de incidir en la opinión pública.
De los consejos o recomendaciones de la comunidad internacional en cada tema, cada bando toma y cacarea lo que le interesa.
Quien gane la elección debería intentar mirar al futuro y promover las reformas que mejoren las probabilidades de que la sociedad guatemalteca sea más productiva y menos conflictiva.
El próximo Presidente no tiene necesidad de repetir los errores del actual, abriendo más todavía las zanjas, los abismos, que separan a los guatemaltecos.
Ya son descomunales de por sí. Además, es inconstitucional porque el Presidente ha de representar la unidad de la nación.
Quien gane la elección hereda una sociedad “en desorden”. Semianárquica y desafiante de la autoridad, que poco o nada valora la Ley.
Si, como hizo el actual Presidente, el próximo recurriera al fomento del desorden como herramienta de negociación, recogerá, simplemente, los frutos de la zozobra.
A menos que promueva con sentido de estadista la profunda reforma del sistema de justicia pagará, como ya han pagado muchos, el precio de ser juzgado y condenado por la historia. Es verdad que hay factores de violencia y criminalidad extraordinarios que por eso requieren de remedios de la misma naturaleza; pero también lo es que hay millones de guatemaltecos a la merced de delincuentes vulgares porque el Estado los ha abandonado.
Si el próximo Presidente no cambia eso, ellos abandonarán al Estado.
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