La crisis del euro: ¿oportunidad para América Latina?
MADRID.- La crisis del euro ha dejado de ser un problema europeo para convertirse en uno global. La deuda griega se ha convertido en un activo tóxico. Es a la zona euro lo que las hipotecas subprime eran a Estados Unidos en 2008. Por ello, un default griego incontrolado podría tener consecuencias tan graves para el sistema financiero internacional como la quiebra de Lehman Brothers en 2008.
Para evitar un escenario de catástrofe y ruptura del euro, que generaría un caos financiero internacional sin precedentes y podría llevar a una segunda recesión global, los líderes europeos están construyendo a la carrera un perímetro de seguridad alrededor de Grecia que actúe como cortafuegos.
Primero, han potenciado la capacidad, flexibilidad e instrumentos del actual fondo de rescate para que pueda evitar el contagio hacia otros países de la zona euro. Segundo, han planteado una hoja de ruta que permita recapitalizar el sistema financiero, que se verá seriamente afectado cuando se materialice la quita de la deuda griega, que será superior al 50%. Los acuerdos del Consejo Europeo permitirán ganar tiempo pero no servirán para estabilizar definitivamente los mercados.
Las soluciones técnicas sobre la ampliación del fondo de rescate a través del apalancamiento o el uso de sus fondos para asegurar parte de la deuda que emitan países como Italia o España difícilmente podrán resolver el problema político que hay sobre la mesa, que consiste en dirimir si la zona euro camina hacia una unión fiscal o no, así como definir el papel que debe jugar el Banco Central Europeo (BCE), que hoy por hoy no actúa consistentemente como prestamista de último recurso.
Desde América Latina, la crisis del euro se ve con (distante) preocupación, al tiempo que abre oportunidades para que algunos países de la región (sobre todo Brasil) ganen influencia internacional. La buena noticia es que la desaceleración económica europea (y también la de Estados Unidos) no han llevado a América Latina a una nueva recesión. El crecimiento ya no es tan fuerte (y si se produce un caos financiero global podría frenarse en seco), pero la demanda interna, las exportaciones hacia Asia y el margen para instrumentar políticas monetarias y fiscales expansivas permiten a los países de América del Sur mantener un moderado optimismo.
Pero además, algunas de las propuestas para atajar la crisis del euro a medio y largo plazo podrían permitir a los países de América Latina que cuentan con reservas internacionales ganar influencia política en Europa, depreciar sus monedas y ganar peso en el Fondo Monetario Internacional (FMI). Como los países y bancos europeos necesitan nuevos fondos para financiar la deuda y la recapitalización bancaria están dispuestos a aceptar inversiones de países de América Latina (ya lo están haciendo con los fondos de China y los países del Golfo, pero probablemente estarían más cómodos si las inyecciones de liquidez provinieran del Cono Sur).
Estas inversiones pueden ser compras directas de deuda o gestionarse a través del FMI, en cuyo caso habría que aumentar los recursos de la institución, lo que supondría aumentar las cuotas y votos de los países que pusieran fondos (entre los que estarían los latinoamericanos) y reducir las de los países que no aportaran nuevos recursos (los europeos). Además, las entradas de capital en Europa apreciarían el euro, aliviando algo las presiones sobre el tipo de cambio que están experimentando los países latinoamericanos más dinámicos.
Puede argumentarse que invertir en deuda y bancos europeos en la actualidad es un negocio peligroso. Sin embargo, como el euro es “demasiado grande para caer”, se puede contar con que al final tanto Alemania como el BCE harán lo que sea necesario para evitar su colapso (no olvidemos que Merkel ha dicho que “si fracasa el euro, fracasa Europa”). Y cuando eso suceda, la deuda de los países europeos como España e Italia — que tienen problemas de liquidez pero no de solvencia — puede incluso resultar altamente rentables. Además, ganar influencia política y acelerar la reforma del FMI para ampliar las cuotas de los países emergentes es algo que América Latina lleva años esperando conseguir.
En definitiva, aunque los países de América Latina hubieran estado mucho más tranquilos sin crisis del euro, pueden ver en la “tragedia griega” y sus coletazos una oportunidad tanto para mostrarse ante el mundo como países responsables en el nuevo escenario multipolar como para ampliar su poder e influencia.
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