¿Puede Estados Unidos elegir otro presidente negro?
El candidato que hoy encabeza las encuestas como posible ganador de la nominación del Partido Republicano, no podría ser más improbable. Un hombre sin trayectoria política, sin antecedentes en el servicio público, cuyo mayor mérito empresario fue ser el CEO de Godfather's Pizza y, por si fuera poco, negro en un partido eminentemente blanco.
Es cierto que a un año de las elecciones las preferencias no son significativas y cada candidato parece tener sus 15 minutos de fama. Y sin embargo, el hecho de que Herman Cain lidere hoy la troika que incluye al ex gobernador de Massachussets, Mitt Romney, y al gobernador de Texas, Rick Perry, en un momento en que Barack Obama pierde apoyos como una bolsa de agua pinchada, dice mucho acerca del estado de ánimo del electorado, pero más aún, acerca de la relativa irrelevancia que el factor racial ha alcanzado en la carrera presidencial en los Estados Unidos.
La clave de la inesperada popularidad de Cain debe buscarse tanto en la falta de entusiasmo que despiertan los otros candidatos, como en su condición de antipolítico, su eficaz oratoria inspirada en la de los predicadores negros del Sur, y en una simplificación de las ideas acerca de casi todo.
En lugar de apelar a la compleja dialéctica de los políticos tradicionales, Cain utiliza la practicidad de los tenderos para reducir los grandes problemas como los conflictos internacionales, la guerra, la amenaza islámica, la crisis económica, la inmigración o la pobreza a simples enunciados estilo twitter.
Que este aparente sentido común, una vez analizado, se vuelva peligroso, escandaloso o esencialmente falso no parece preocupar a su creciente masa de admiradores, quienes obviamente valoran más su estilo campechado que el contenido.
Una de las ideas más exitosas de Cain es su propuesta de reforma impositiva que bautizó, con gran sagacidad, 9-9-9: 9% de impuestos corporativos, 9% de impuesto a la renta y 9% de impuesto a las ventas.
Cain presenta este plan como la alternativa populista a la política impositiva de Obama, pero según economistas como el premio Nobel Paul Krugman, se trata de un plan que oculta un fuerte recorte impositivo a los más ricos a expensas del resto de la población.
Herman Cain se ha referido a la pobreza y a los pobres en términos que, en boca de otro candidato, equivaldrían a una blasfemia. ¿Cómo define la pobreza?, le preguntó un periodista. Pobre es aquel que no tiene para comer y no tiene vivienda, respondió Cain.
Ha dicho también que no nombraría un musulmán en su gabinete y que considera que la homosexualidad es un pecado y un estilo de vida que se elige. En cuanto a sus ideas sobre política exterior, serán una extensión de la doctrina de Ronald Reagan de paz por medio de la fortaleza y la claridad, dice. Nada que se parezca, realmente, a una plataforma. Cain cree que puede permitirse estos exabruptos porque su propia infancia en Georgia transcurrió en la pobreza y la segregación. Su madre era lavandera y su padre fue peluquero, portero y chofer. Hoy es un multimillonario convencido de que, como alguna vez le dijo su maestro de matemáticas, uno puede ser lo que quiera, solo que si es negro debe trabajar un poco más duro y algunas horas de más.
Como George W. Bush, Cain cree que sus pasos están guiados por Dios y que la fuente de su inspiración, aquella que guía su lengua, no es otra que el Espíritu Santo.
Su asociación es con la Iglesia Baptista de Antioquia, de cuyo capítulo en Atlanta continua siendo ministro asociado.
Históricamente, la comunidad afronorteamericana se ha considerado victimizada por los republicanos y, en consecuencia, su adhesión ha sido siempre con los demócratas. De ahí que la aparición de Cain como candidato y representante del conservadurismo resulte una anomalía. Pero él descarta este encasillamiento, afirma que la carta racial ya no juega un papel en la elección de un presidente y responde a las críticas diciendo que nadie tiene derecho a decirle cómo pensar y cómo votar.
¿Puede Cain terminar siendo el candidato republicano? Un mes atrás, la pregunta hubiera parecido un chiste, pero hoy en día son cada vez más los que piensan que es una seria posibilidad. Una encuesta de Rasmussen Reports realizada a mediados de octubre mostraba a Cain con 43% sobre 41% de Obama.
Una batalla electoral entre Obama y Cain puede resultar más extraordinaria que la que Obama libró contra McCain, y no solo porque se trata prácticamente del mismo apellido. Dos hombres de color disputándose la presidencia de los Estados Unidos no ha entrado siquiera en la fantasía más florida de los libretistas de Hollywood.
Mario Diament es dramaturgo, periodistay ex director de El Cronista.
- 28 de diciembre, 2009
- 23 de julio, 2015
- 3 de diciembre, 2011
- 16 de junio, 2012
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