¡Cangrejos!
De nada sirven los discursos y las buenas intenciones respecto de lo beneficioso que sería una mayor integración económica centroamericana. Al poco tiempo de avanzar en alguna buena iniciativa, siempre hay un burócrata bien intencionado que echa por la borda lo logrado. Tal es el caso de los requisitos de paso de personas entre los países centroamericanos. Ya se había logrado. El paso de personas entre los países del llamado triángulo norte —Guatemala, El Salvador y Honduras—, que incluyen también a Nicaragua, se hacía sin otro requisito que la presentación de su cédula de identidad. Un pequeño símbolo de que la integración centroamericana podía también incluir el libre paso de personas. El tiempo, dinero y otros recursos que se desperdiciaban en inútiles controles migratorios podía, ahora, ser dedicado a labores productivas. Así lo entendieron los “Padres Fundadores” de lo que hoy se conoce como Estados Unidos y así lo entendieron los países de la Unión Europea al liberar la circulación de personas y mercaderías entre estados. Los países ricos son prósperos no por accidente, sino porque entienden el costo económico de las ineficiencias.
Pero, como dicen, la idea era demasiado buena como para que prosperara… De un tiempo acá, las autoridades migratorias cancelaron la medida y ahora hay que llenar papelería, mostrar pasaportes y, si el viaje es por tierra, perder horas en una estúpida cola sin beneficio alguno. Peor aún, las autoridades presumen de mantener un “estricto control de personas y vehículos en las fronteras del territorio nacional”.
Detrás de cada medida burocrática equivocada siempre hay una buena intención. Pareciera que los “estrictos controles migratorios” tendrían que ver con la mal enfocada preocupación de las autoridades para evitar el ingreso o fuga de criminales y el control del contrabando. Como si los criminales estuvieran preocupados por cumplir los “estrictos controles migratorios” o, peor aún, se sintieran intimidados por los mismos. Es infantil pensar que las fronteras centroamericanas no tienen suficientes pasos como para burlar los “estrictos controles migratorios”.
Como siempre, el que paga el costo de las ocurrencias oficiales es la mayoría honrada representada en el ciudadano. El que tiene que perder valiosas horas esperando que un funcionario inútilmente le selle el pasaporte. El empresario que pierde por tener parqueada su mercadería esperando que otro funcionario la deje pasar. El transportista que también pierde por la baja productividad de sus vehículos dada la espera en las fronteras. Esa es la realidad de las ocurrencias de los burócratas, que son los únicos que creen que sus “estrictos controles” contribuyen con la seguridad o prosperidad ciudadana.
Hasta que el sentido común o los ciudadanos les hagamos entender lo oneroso de sus ocurrencias, nuestro país deberá continuar pagando un alto costo de oportunidad por mantener funcionarios sin criterio. Ojalá, alguien con visión llegue a ocupar el Ministerio de Gobernación y promueva de regreso la política de libre circulación de personas.
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