Cinco cosas que aprendí en 25 años
No puedo imaginarme una vida mejor o más intensa. Hago lo que más me gusta hacer. De hecho, llevo exactamente 25 años haciéndolo.
Todo comenzó el 3 de noviembre de 1986 cuando me nombraron conductor del Noticiero Univision en Estados Unidos. Para ser franco, no era el mejor para esa posición ni tenía (a los 28 años) la experiencia necesaria para hacerlo. La empresa, que entonces se llamaba Spanish International Network, pasaba una crisis interna y fui el único periodista hombre disponible para hacer el noticiero. Todos los demás se fueron a la competencia.
Nunca había entrevistado a un presidente y no sabía leer el teleprompter. Teresa Rodríguez, con una generosidad y paciencia infinita, me llevó de la mano, literalmente, durante esos primeros noticieros. Luego me acompañaría María Elena Salinas, luchadora como pocas, con quien he tenido la relación (profesional) más larga y productiva de mi vida. Gracias a las dos por aguantarme.
Ahora, al cumplir un cuarto de siglo en la misma y privilegiada posición, estas son cinco cosas que he aprendido:
• En el periodismo (y en la vida) la credibilidad y la confianza es todo. Si cuando hablas y escribes la gente no te cree, de nada sirve tu trabajo como periodista. Conozco a muchos periodistas que se vendieron –a un gobierno, a una empresa, a una idea– y a quien nadie les cree nada. Además, en esta era en que hay millones de notas falsas en la internet, los reporteros de verdad –los que cuentan lo que ven y cuya palabra vale– son más necesarios que nunca. Una vez escuché a una pareja en un supermercado de Miami comentar sobre el último y falso rumor de la muerte de Fidel Castro. Y él dijo que solo lo creería cuando lo dijéramos nosotros en el noticiero Univision. De eso se trata.
• Este es el mejor oficio del mundo. Lo dijo primero, por supuesto, el Nobel de literatura, Gabriel García Márquez. Nada te hace sentir más vivo que estar bien parado en el mundo, ser testigo de la historia y conocer a sus protagonistas. He visto lo peor de nosotros en cinco guerras, en las fronteras, en el racismo serbio y en el de Alabama y Arizona, y en el olor de las torres que cayeron el 11 de septiembre del 2001. Pero nadie me quita las vueltas, muchas, que le he dado y le sigo dando al planeta, ni las incontables pláticas con los que escribieron los libros que leí y con los líderes políticos que alguna vez me parecieron inalcanzables. Gracias al periodismo nada me es ajeno.
• Nuestra principal función social como periodistas es evitar los abusos de los que tienen el poder. Hay que hacer las preguntas incómodas; si no las hacemos nosotros nadie más las hará. Una buena pregunta puede hacer tambalear a un dictador. Los duros para entrevistar –Fidel, Chávez, Uribe, Evo, Salinas de Gortari…– son mucho más interesantes que los suavecitos. Pero no hay nada como ir a la Casa Blanca y cuestionar al hombre más poderoso del mundo. Al final de cuentas, todos somos iguales, todos vamos al baño y todos nos vamos a morir. Hay que pensar en eso al entrevistarlos. La entrevista es una guerra, decía la italianaOriana Falacci. A veces gana el que pregunta y a veces el que contesta.
• Soy, antes que nada, un inmigrante. He aprendido de los inmigrantes más que de cualquier otro grupo. Aprendí a no darme por vencido, a aprovechar esta segunda oportunidad, a no echarle la culpa a nadie más, a no creer en la suerte, en el destino o en los horóscopos y a que nadie me defina. No hay nada más duro que irte del país donde creciste. Estados Unidos me dio las oportunidades que mi país de origen no me pudo dar. Aquí nacieron mis dos hijos. Llegué a Estados Unidos cuando solo había 15 millones de latinos; hoy somos más de 50 y sigo hablando español. Y mi sueño es ver en la Casa Blanca al primer presidente o presidenta hispano.
• It’s only television. La televisión no es lo más importante en la vida. Los que trabajamos ahí a veces la tomamos muy en serio pero nos equivocamos. No vale la pena morir por una nota ni dejar de vivir por hacer televisión. Todo lo que sacrificamos por la televisión nunca se recupera. Hacer periodismo por televisión me ha dado durante un cuarto de siglo una vida única, intensa y privilegiada. No tengo como agradecer este maravilloso e irrepetible viaje. Pero tampoco puedo olvidar que con un simple clic del control remoto voy a desaparecer.
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