Bolivia: Lo que ninguna marcha debe hacernos olvidar
Pensar contra la corriente del tiempo es heroico; decirlo, una locura.- Eugène Ionesco
Lo ideal es que nada perturbe nuestra capacidad de pensar. Siguiendo a Sartre, no refuto que el hombre sea definido como un ser en situación, por lo cual existen sujeciones y límites ineludibles, aptos para afectarnos. Estamos rodeados de fenómenos que, en cualquier momento, pueden tentarnos aun a contradecir principios defendidos anteriormente. Nadie está libre de que los infortunios lleguen a su vida, terminando con la serenidad e impidiendo un análisis sensato del asunto que pudo haberlos causado. Con todo, si aspiramos a tener un juicio razonable acerca del presente, no debemos permitir que ciertas contingencias nos cieguen. Es obvio que, siendo fuertes las convicciones, ningún postulado sufrirá cambios. Lo lamentable es que incalculables sujetos se caracterizan por llevar a cabo una protección endeble de sus creencias.
El aprecio que siento por la libertad nunca será leve. Esto hace que sus enemigos me provoquen la mayor de las irritaciones. Ahora bien, los criterios de raza, edad, sexo, nacionalidad, patrimonio, entre otros, son irrelevantes para salvaguardar ese valor. Por lo tanto, comprobándose que indígenas apoyan planes dictatoriales, éstos merecerán censuras de distintas clases. Su color de piel no moderará la embestida. Tampoco importa que, caminando o participando en asedios citadinos, hayan rebasado los límites de la resistencia humana. La época exige que admiremos otras proezas. Sugiero destacar a los mortales que, desde un comienzo, han lidiado con el Movimiento Al Socialismo, repulsando su contacto, evitando contaminaciones autoritarias. Esos individuos, al margen de su semblante, son los que volverán posible la derrota del régimen.
Debido a esa opinión, la protesta de los pueblos originarios no me parece loable. Rescato que mancillen la reputación internacional del Gobierno; empero, en el fondo, ese tema dista mucho de ser determinante para nuestra causa. Tristemente, como hay opositores que piensan en la llegada de un salvador, los caminantes han conseguido cautivarlos. Así, mentecatos como pocos, presumen que su arribo a La Paz producirá diversas modificaciones. No se toma en cuenta que, cuando la controversia concluya, habrán vuelto a convivir banderas multicolores y prácticas totalitarias, tal como ha ocurrido durante cada año de esta monstruosidad. Ellos están unidos por el deseo de acabar con las instituciones republicanas. No es fortuito que hayan celebrado juntos las victorias de la tiranía. Entendamos que, según la óptica liberal, su discrepancia es superficial.
Mientras se critica la construcción de una carretera, el Gobierno continúa con sus ataques liberticidas. Es una necedad suponer que todo gira en torno a cuestiones ecológicas. Si bien reconozco la valía de un medio ambiente sano, me opongo a que los demás problemas sean menospreciados. Quienes han venerado a los marchistas deberían recordar que su lucha es demasiado específica. Les interesa preservar un territorio, quizá eternizar ritos arcaicos; los otros aspectos que componen la realidad les resultan intrascendentes. Imagino que jamás caminarían en busca de castigar a los criminales del oficialismo, pues esto implica encarcelar a sus propios líderes. Yo no olvido las conferencias de prensa que, hasta hace poco, dio Adolfo Chávez para expresar su apoyo al proceso encabezado por Morales Ayma. Por más prodigioso que fuese, ningún viaje debe facilitar su absolución. Las fechorías son excesivas. Cuando haya justicia, la condena será también para ellos.
El autor es escritor, político y abogado.
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