La casa estaba sucia
Cosas veredes Sancho, advirtió a su rechoncho escudero el estilizado Don Quijote.
Y eso que no había visto nada y mucho menos se imaginaba lo que le quedaba por ver, de llegar a sobrevivir hasta estos días.
Según la lista de “poderosos” de la Tierra, que elabora la revista estadounidense Forbes, el primero de los latinoamericanos que aparece en la nómina es la presidenta brasileña Dilma Rousseff (lugar 22).
La sigue de cerca, en el puesto 23, el multimillonario empresario mexicano Carlos Slim y también un mexicano ocupa el tercer lugar (55): se trata de Joaquín “El Chapo” Guzmán, jefe del cartel de Sinaloa, quien parece ser la “la persona más buscada del mundo”.
Hay de todo y para todos los gustos.
Respecto a la primera mandataria brasileña se destaca su campaña contra la corrupción (cinco ministros tumbados en los primeros diez meses).
“Ha dedicado su primer año en la Presidencia a limpiar la casa”, dice Forbes.
Y, según parece, había mucho para barrer. La prestigiosa revista brasileña Veja, en su última entrega de octubre, informa que de acuerdo con estimaciones de la Federación de Industrias del Estado de Sao Paulo, en los últimos diez años fueron “desviados” de los cofres públicos (en buen romance, robados), unos 406 mil millones de dólares (720 mil millones de reales), centavos más centavos menos.
De acuerdo con los cálculos que hace Veja, ese drenaje como efecto de la corrupción equivale anualmente a un 2,3% de toda la riqueza producida por los brasileños (PIB).
Una cantidad suficiente, dice la publicación, para erradicar la miseria en el país, beneficiando a 16 millones de brasileños.
Veja da algunas otras alternativas para ocupar el monto anual que se roban los funcionarios; por ejemplo hacer 36 mil kilómetros de carreteras o construir 1,5 millones de casas populares, o 28 mil escuelas o dedicarlos a la formación de 312 mil médicos.
Ciertamente, hay que reconocerle el mérito a la presidente Rousseff, que no ha dudado en quitarse de al lado a ministros acusados de corrupción.
Pero, al mismo tiempo, cabe preguntarse cómo es posible que haya nombrado a tantos colaboradores cuyos antecedentes y actuaciones irregulares no son de los últimos meses.
Eso es lo que plantea el reconocido periodista J. R. Guzzo, en su columna de Veja, quien indica al respecto que Rousseff, para componer su gabinete ministerial, tuvo que aceptar nombres impuestos por su antecesor, Luiz Inácio Lula Da Silva, y ceder a las exigencias de sectores políticos aliados no muy recomendables.
El dato extra es que durante 8 de los 10 años en que hubo “tantos desvíos”, el Brasil fue gobernado por Lula (2003 a 2010).
Parecería que no le dejó a Dilma “la casa” muy en condiciones y esta tuvo que ponerse a limpiar a todo trapo.
Lo curioso es que el ex presidente se fue con casi un 90% de popularidad entre los brasileños y hoy, además, es llamado -y bien pagado- para dar conferencias a lo más granado del empresariado, a banqueros, a ricos y famosos y hasta gobernantes de los países más desarrollados.
¿Sobre qué les habla? Sobre política internacional no habrá de ser, en especial en estos días, teniendo en cuenta que él a Gadafi lo saludaba como “amigo, hermano y líder”.
Como decíamos al principio: cosas veredes…
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