Argentina: Si sólo se blindan las reservas, se pierde bienestar
Si usted sigue esta columna sistemáticamente, nada de lo sucedido durante la semana en materia de política económica pudo haberlo sorprendido. Las incógnitas no estaban en las medidas de política sino en la forma en que el Gobierno iba a inscribirlas en el “relato oficial”, para que no resultaran demasiado contradictorias con el discurso de los últimos ocho años.
La decisión de manejar el mercado cambiario oficial racionando las ventas de dólares de las reservas del Banco Central fue presentada como el “combate a la evasión, y al lavado de dinero”. La decisión de reconocer que no se puede seguir con los precios de los servicios públicos congelados fue inscripta en la necesidad de “emprolijar” los subsidios para que les lleguen a los que realmente lo necesitan. No se explicó muy claramente por qué subsidiar los costos de la electricidad utilizada en los casinos, formaba parte del “modelo de matriz productiva diversificada con inclusión social” y por qué, de pronto, dejó de hacerlo. Tampoco queda claro por qué un contribuyente no puede endeudarse para comprar dólares oficiales (es decir de las reservas del Banco Central) y sólo puede hacerlo con la capacidad de ahorro que calcula la AFIP. Tampoco se explicó por qué limitar la compra a ese supuesto ahorro es combatir el lavado de dinero o la evasión. Pero el relato es el relato y si en lugar de llamarlo “control de cambios” lo quieren llamar Pepe, que sea Pepe. Y si en lugar de llamarlo “reducción gradual de los subsidios a los sectores de mayor capacidad contributiva, para terminar con el experimento más regresivo de la distribución del ingreso que se ha vivido en los últimos años, y con la destrucción del mercado energético argentino”, lo quieren llamar Pepito, que sea Pepito.
Lo que importa son las consecuencias de las políticas. El problema central de la cuestión cambiaria, como “intuye” la gente, es que la discrepancia entre la evolución de los costos internos en pesos y el movimiento del tipo de cambio de los últimos años generó una caída del tipo de cambio real que ya está afectando la competitividad de varios sectores industriales. Si bien hay que reconocer que se viene de niveles altos del tipo de cambio y que, en parte, dicha caída se compensó con la devaluación del dólar en el mundo, la suba de los precios de los productos que más exportamos y el mismo fenómeno de inflación en dólares en los países de la región, en especial Brasil.
La respuesta de racionar la venta de reservas y tratar de ampliar la oferta de divisas por parte de algunos exportadores, cambiando leyes y regímenes de largo plazo por decreto en el marco del “capitalismo serio” que nos caracteriza, es una respuesta transitoria. Salvo un salto espectacular en los precios de exportación, mantener el actual crecimiento económico, expandiendo el gasto y el consumo, y atender la demanda normal de dólares para pagar importaciones, deudas, regalías, servicios, etc. sin perder reservas, y sin volver a endeudarse en el sistema internacional, resulta insostenible.
Como la gente se asustó de la forma drástica con que se instrumentó el racionamiento, tiende a retirar sus depósitos en dólares en el sistema bancario –dólares que, en su mayor parte, están en el Banco Central, dentro de las reservas– de manera que reservas se pierden igual.
Por lo tanto, no ajustar por precio el tipo de cambio (no digo que haya que hacerlo, estoy evaluando las consecuencias) y defender exclusivamente las reservas, obliga a sacrificar uno o más del resto de los objetivos: desendeudamiento; crecimiento alto; expansión del gasto público financiado con reservas internacionales, como en los últimos años. También se sacrifican el crédito interno a tasas bajas; la inflación alta pero no espiralizada; el aumento del salario real, o el mantenimiento de precios de servicios públicos congelados.
Por ahora, el Gobierno dio señales de querer abandonar este último objetivo –que tarde o temprano pega sobre la competitividad y el desendeudamiento internacional–.
Salvo que el mundo cambie mucho y a favor, esto resulta insuficiente.
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