Indignados: Ganja con aroma capitalista
Libertad Digital, Madrid
La última vez que había visitado Nueva York el huracán Irene me pisó los talones. En esta ocasión estaba segura de que disfrutaría de un placentero clima otoñal. Sin embargo, mi sorpresa fue mayúscula cuando, a las pocas horas de aterrizar en el aeropuerto de JFK, comenzó a caer una espectacular nevada que adelantó el paisaje prenavideño en Rockefeller Center.
Sorteando la tormenta de nieve en vísperas de Halloween, pensé en los Indignados que desde hace meses pernoctan en el parque Zucotti, situado en el corazón del distrito financiero de la ciudad, al grito de guerra de Occupy Wall Street. Recientemente le pidieron al alcalde Bloomberg que se les concediera albergue en un sitio más guarecido para resistir el crudo invierno neoyorkino. Por ejemplo, en el caso de los Indignados de Londres, resulta ser que la mayoría de las tiendas de campaña que ocupan durante el día están vacías de noche. Digamos que lo suyo es un set con horarios de función.
El 31 de octubre, noche de brujas y trick or treat en Estados Unidos, amaneció frío pero soleado. Era una mañana perfecta para acercarse hasta el recinto al aire libre próximo a la Zona Cero, que tantas veces había visto en los informativos de la televisión. Me llevé otra sorpresa al comprobar que las dimensiones del parque Zucotti no eran tan grandes como parecían en la caja tonta. Aquello era una plazoleta encajada en la punta sur de Manhattan, donde se apiñan unos tenderetes que se perderían en el inmenso lodazal que fue Woodstock.
Todo este tiempo había tenido la falsa impresión de que los "Indignados" de Wall Street habían construido una ciudad de carpas dentro de una ciudad de rascacielos. Tal vez la ilusión óptica se había producido gracias al teleobjetivo engañoso de las cámaras. Los antisistema, que iban disfrazados con el uniforme de rigor de los piercings, las rastas, las caretas de "V" de Vendetta y un look entre punkie y desaseado, se confundían con los otros enmascarados, los que estaban listos para el gran desfile de Halloween en la tarde.
En el parque Zucotti más que doctrina, que la hay en unos panfletos que abogan por el colectivismo y resucitan la dialéctica marxista de la lucha del proletariado contra la burguesía, lo que abundaba era un ambiente de amigable feria de barrio. Los curiosos sacaban instantáneas con sus iPhone. Un grupo de hombres de negocio chinos observaba silencioso el espectáculo callejero. Los homeless aprovechaban el calor humano del camping improvisado. Los jóvenes alternativos tocaban tambores, se abrazaban efusivamente y, sobre todo, fumaban de manera desafiante una ganja que iban enrollando en porros que pasaban de mano en mano.
Al mismo tiempo que los habitantes del parque Zucotti invocaban un revival de la contracultura sesentera con reivindicaciones sociales que obedecen a la incertidumbre que domina a la aldea global, a unos pocos metros la compañía de inversiones MF Global colapsaba bajo el peso de sus propias trampas. Una noche antes la esposa de Bernie Madoff, ese gran delincuente de cuello blanco y tirantes, admitía sentirse culpable por el suicidio de su hijo. Y en los cines de la ciudad se proyectaba Margin Call, una película de ficción que bien podría ser un triste reality show interpretado por los chacales que fabricaron la quimera de los subprime y luego lloraron como plañideras hasta ser rescatados (inexplicablemente) por el gobierno.
Más allá de la foto fácil, poco pueden hacer los okupas del Parque Zucotti con su imagen de póster y sus sicodélicos paraísos artificiales, si no pasan por la formación de un partido, como lo hicieron los Verdes en su momento, y por la dura prueba de atraer a un electorado que crea en su programa, si es que tienen uno aplicable a la vida real de quienes acuden a las oficinas de desempleo, luchan por pagar la hipoteca o se conforman con trabajos desagradecidos hasta que amaine el temporal de la crisis mundial.
Los Gordon Gekko de esta era se derrumban tarde o temprano por sus malas mañas. Entretanto, los Indignados del parque Zucotti ya han aprendido de marketing y sin perder tiempo han registrado la marca Occupy Wall Street, con el objetivo de obtener beneficios de la venta de camisetas, pins y otros souvenirs de su movimiento. Yo no sé si será salvaje, pero ya despiden el aroma del capitalismo. Todo se pega.
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- 23 de julio, 2015
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