Argentina: Correcciones de rumbo, dólar, inflación y desconfianza
A menos de un mes de su abrumadora reelección, Cristina Kirchner no pudo encontrar, aún, un remedio eficaz para bajar la fiebre del dólar. Optó por el camino más directo para yugular la crisis pero la demanda, que está desdoblando el mercado en la práctica, es un síntoma de problemas más profundos como la desconfianza.
Esa, y no otra, es la razón por la que hay retiros de depósitos en dólares de los bancos. Los recuerdos todavía frescos -en estos días se cumplen diez años del corralito de Cavallo y De la Rúa- de la Gran Crisis disparan ese reflejo que ha obligado a la administración a poner a disposición de los bancos la cantidad de dólares necesaria para calmar la ansiedad y el malhumor de quienes, por lo que fuera, no quieren volver a tener problemas con sus ahorros. Ese clima hace disparar los rumores más disparatados que encuentran, en aquellas imágenes del pasado y en las gruesas impericias del presente, eco entre quienes van a los bancos a retirar sus depósitos.
El control de cambios que de hecho se está imponiendo y el desdoblamiento del mercado, con un dólar oficial y otro paralelo cada vez más distante, han abierto una brecha que tendrá, otra vez, repercusión en los precios si el referente es el valor del dólar “blue”, como le llaman diplomáticamente al dólar negro. La inflación no admitida, la que según Marcó del Pont empuja la compra de dólares, experimentaría así otro salto.
El Gobierno ha probado, con muchos controles, detener la sangría y no lo ha logrado . El ministro Boudou, cuyas acciones parecen haber bajado por la fría relación que tiene con Máximo Kirchner por razones que excederían la política, empuja una normalización con el mundo financiero (Club de París) y susurra a oídos de ciertos empresarios que no habrá otra salida que “volver al mundo”. Esa parece ser la dirección que, finalmente, tomarán las cosas si se leen con atención tanto las palabras del presidente Obama sobre la Argentina como los preparativos de Cristina para adecuarse a ese marco. El jefe de la Casa Blanca elogió a Cristina, la llamó “amiga”, redujo a un “tecnicismo” el voto contrario contra Argentina en los organismos internacionales, pero dijo que las normas están hechas para ser respetadas por todos.
Un mensaje absolutamente transparente: somos amigos si se respetan las normas.
Esto es, pagar a empresas americanas de acuerdo con los fallos del CIADI y abonar en plazos más cortos al Club de París, además de enfriar cualquier acercamiento a Irán.
En otro plano, Cristina busca terminar con el enfrentamiento con la Iglesia: recibió a la nueva cúpula eclesiástica y le recordó que su posición era contraria a legalizar el aborto. De hecho, la cuestión se congelará en el Congreso.
El ala más progresista del “cristinismo” se sentirá frustrada.
Deberán recordar a Maquiavelo: “No debe, pues, un príncipe ser fiel a su promesa cuando esta fidelidad le perjudica y han desaparecido las causas que le hicieron prometerla”.
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