El estrés cambiario y la demora de las definiciones políticas en la Argentina K
La Prensa, Buenos Aires
"La presidenta nombra embajadores, pero seguimos sin saber quién va a ser ministro de Economía. La verdad es que no entiendo las prioridades". La frase, pronunciada en la intimidad por un funcionario de primera línea describe ajustadamente el ánimo que empieza a imperar en algunos sectores del gobierno, que ven con preocupación cómo surgen dificultades impensadas después del 54% de votos cosechados hace menos de un mes.
La primera incógnita a despejar es la de la política económica y no las relaciones con Brasil o con los Estados Unidos, cuyos embajadores fuero nombrados sorpresivamente durante la semana que acaba de concluir. En contraste con la diligencia para completar la grilla de la burocracia diplomática, el gobierno no consigue retomar la iniciativa después del error cometido con el cepo que la AFIP le puso a las compras de pequeños ahorristas.
En ese terreno los errores fueron dos. El primero consistió en despertar las dudas de un mercado hipersensible. La decisión que en la Casa Rosada atribuyen a Mercedes Marcó del Pont redujo las ventas minoristas, pero disparó los retiros de las cuentas bancarias.
Hacia el fin de semana el Central pretendió enmendar lo hecho prometiendo la reposición de todos los dólares que perdiera el sistema, pero se trató de una reacción tardía: todos quieren ver los billetes y, aunque la situación no se parezca, se acuerdan del 2002.
El segundo error es atribuible al sistema de toma de las decisiones. Según trascendió, la presidenta consultó a Marcó del Pont, Amado Boudou, Guillermo Moreno y Julio de Vido. Dio luz verde al cepo para el "chiquitaje", pero sin prever no sólo la reacción adversa de los depositantes que hasta no hace mucho confiaban en los bancos, sino que dispararía problemas entre los importadores. Hubo una escándalo en la Aduana porque se frenaron varios horas las operaciones y problemas para el turismo y los pagos al exterior. Faltó una visión global que ninguno de sus asesores le pudo trasmitir.
Esto es consecuencia de la manera "radial" de tomar decisiones. La presidenta en el centro hace consultas y resuelve. Antes consultaba con su marido -que fue el mentor del sistema-, pero desde hace un año esa posibilidad no existe. En ese período tampoco fueron necesarias las definiciones económicas, pero la situación cambió. Debió decidir sola, la respuesta no obtuvo el resultado deseado y ahora no consigue a salir del laberinto.
Lo llamativo es que las variables macroeconómicas no cambiaron demasiado en el último año. Para este se espera un crecimiento alto (8% del PBI), la deuda es baja (15%) y todavía hay superávit externo. La inflación sigue siendo alta y hay escasez de billetes verdes, pero el problema parece más político que económico. Para comenzar a resolverlo alcanzaría con organizar un equipo económico y no sólo de empleados que oficien de escribas de las decisiones presidenciales.
Desde que Roberto Lavagna fue destituido por Néstor Kirchner, no hubo ningún ministro con ese perfil en el Palacio de Hacienda.
La tarea, de todas maneras no es poca. La escasez de dólares obedece a que el comercio exterior ya no produce la cantidad suficiente para compensar la salida por importaciones, servicios financieros, giro de utilidades, atesoramiento, etc.
Para revertir esa situación no sirven los parches como el de perseguir coleros o apagar las computadoras de la AFIP. Es imprescindible tomar medidas de fondo contra la inflación: reducir el gasto, bajar subsidios, actualizar tarifas y llegar a un acuerdo con el Club de París para volver al mercado internacional de crédito. En este marco la política de "desendeudamiento" es inviable.
El anuncio de recorte de subsidios a empresas de hace 10 días iba en la dirección correcta, pero no pasó de allí. Todo lo que se le ocurrió después al oficialismo en esa línea fue tirarle por la cabeza el subterráneo a Mauricio Macri para que tenga que pagar el costo por el aumento del pasaje. El kirchnerismo atribuye siempre sus males a un complot de las corporaciones, pero hoy está solo en la cancha. No tiene rival; es su propio enemigo y no hay conspiración posible. Sólo debe que animarse a tomar las decisiones correctas: tiene el poder y el tiempo para hacerlo.
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