La última oportunidad para España
MADRID. – 24.577.563 españoles, (veinticuatro millones quinientos setenta y siete mil quinientos sesenta y tres españoles, más los residentes en el exterior, todavía no contabilizados), el setenta por ciento del electorado, decidió ayer dar una última oportunidad a España para salir de la crisis de la mano y con el gobierno de Mariano Rajoy, presidente del Partido Popular. La mayoría absoluta es un voto de confianza total, un gesto de supervivencia nacional en uno de los peores momentos de la democracia española.
La derrota terrible del PSOE, la peor desde los primeros tiempos de la democracia, es la derrota del “felipismo”, del socialismo español que protagonizó la transición que ayer tuvo su última oportunidad para no pasar a la plena jubilación. Estos socialistas ya maduros habían jugado su baza poniendo al candidato ahora derrotado sin piedad, Alfredo Pérez Rubalcaba, contra la renovación generacional protagonizada por el ya ex presidente R. Zapatero.
Los “felipistas” siempre pensaron que eran mejores, más preparados, más inteligentes, más respetados. Se equivocaban. La España de este principio del siglo XXI prefiere mirar hacia el futuro antes que al pasado. La derrota del PSOE en estas elecciones no pone, sin embargo, en cuestión la subsistencia de la socialdemocracia española: sigue siendo el segundo gran partido nacional y ahora le toca volver a renacer del fracaso del que ellos son responsables por no haber sabido gobernar la crisis. Y también por no haber conectado con las reales preocupaciones de los ciudadanos poco proclives al izquierdismo de salón que tanto ha gustado a R. Zapatero.
Los españoles, en un acto soberano contundente, han optado por un cambio radical y otorgar al centro derecha la responsabilidad de gobernar. Como antes decía, es la última baza: si fracasa Mariano Rajoy y el nuevo gobierno del PP, entonces España se verá abocada a un gobierno “de tecnócratas”. Precisamente por esta excepcionalidad, a pesar de contar con una mayoría absolutísima, el PP deberá convocar a un gran acuerdo nacional para elaborar un plan urgente contra la crisis. Algo similar a lo que hizo Adolfo Suárez en su primer gobierno, con los Pactos de la Moncloa.
Todo ello se complica con la irrupción del independentismo vasco convertido en fuerza dirimente en Euskadi. Es la consecuencia lógica tras haberles tratado como interlocutores válidos para una negociación que ETA forzará enseguida. Con la crisis, este será el principal problema para el nuevo gobierno. España está herida por este costado nacionalista.
¿Estarán ahora los entes sociales a la altura de las circunstancias como lo estuvieron hace treinta años?. No hacerlo, será suicida. Empresarios, sindicatos, partidos nacionalistas, medios de comunicación deberían ser llamados a la tarea. Se verá en los próximos días, porque vivimos ya en tiempo de descuento.
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