Los elegidos
El caso Murdoch y sus periódicos y el escándalo de “las escuchas telefónicas” dan para todo o para bastante.
Reconforta que a los poderosos, los que se creen los “dueños de la pelota”, en algún momento se les acabe. Por lo menos que algunos tengan que dar cuenta de sus actos y que paguen por sus culpas.
Similar efecto genera la caída de los dictadores, el fin de regímenes dictatoriales como el de Gadafi. Dan fe y esperanza. Fe en que al final la justicia y la verdad triunfan. Esperanza en que también les llegará la hora a muchos mandamases -dictadorzuelos y autoritarios- que se mantienen tan campantes apropiándose o dilapidando las riquezas, libertades y derechos de sus países y sus pueblos. Ya es bueno que estén advertidos.
Asimismo se afirma la confianza y se plantea una expectativa optimista en cuanto a que habrá castigo y se les quitarán los privilegios que aún usufructúan los banqueros, altos ejecutivos, financistas, que han sido directos responsables de la crisis que hace temblequear al mundo y ha dañado principal y directamente a los que trabajan y producen y han laborado toda una vida para ahorrar un poco de tranquilidad y seguridad y que además han sido usados como rehenes.
Pero el caso Murdoch, reconfortante en determinados aspectos, es a su vez utilizado por aquellos que están agazapados para saltar sobre la libertad de expresión, pedir limitaciones, reclamar regulaciones o autorregulaciones y salir a proteger la “privacidad” (lo que en buen romance habría que leer como menos transparencia, sobre todo para las personas públicas que manejan los bienes de la sociedad). Pasan por alto, desde luego, que el “escándalo de las escuchas” surge gracias a investigaciones de la propia prensa.
Reaparece entonces el argumento manejado por políticos, funcionarios y gobernantes y también por muchos académicos y gente de los propios medios, cuestionando la legitimidad de la prensa y la tarea de los periodistas con aquello de “¿a los medios quién los eligió?”.
Una hábil forma de contraponer a los gobernantes elegidos por el pueblo (y a los que la prensa “hostiga”), con esa gente que cree que tiene el derecho de meterse en todo, investigar e informar.
En estos días, sin embargo, se requiere cierta audacia o ingenuidad para afirmar que en todos los casos los ciudadanos efectivamente eligen a quienes luego aparecen como sus representantes. Hay apabullantes pruebas de que ese pilar fundamental de la democracia es reiteradamente desvirtuado por quienes han resuelto acabar, desde adentro, con un sistema al que no soportan.
Es preciso advertir que, en definitiva, aún donde rige efectivamente la democracia y el pueblo elige cada 4, 5 ó 6 años, y si se equivoca o se arrepiente, no tiene otra alternativa que esperar. Y no debe ignorarse en tanto que esos mismos ciudadanos que votan son los que eligen los medios a través de los que se informan y lo hacen o pueden hacer todos los días y a todas las horas del día y tienen la chance de rechazarlos, de repudiarlos, de no elegirlos más, cuando se les antoje. Eligen libremente y hasta pagan por hacerlo y no reciben empleos ni amenazas de despido ni de ningún otro tipo, no son “beneficiados” con compensaciones pagas con dineros públicos, no tienen que estar inscriptos en padrones ni presentar documentos que lo autoricen ni cumplir con un sinfín de ciertos “mecanismos electorales democráticos” tan en boga en estos días.
Como se ve, hay diferentes formas para elegir y ser elegido.
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