Bolivia: Las empresas del Estado
El Deber, Santa Cruz
Los resultados de un estudio presentado por Iván Arias y por otros investigadores de la Fundación Milenio, titulado el Estado de las Empresas del Estado, han generado un necesario debate. De las 36 empresas estatales existentes en la actualidad solo una es rentable, consumen la mayor parte del Presupuesto General del Estado, no brindan información sobre sus estados financieros y no aportan al desarrollo ni a las exportaciones de Bolivia.
Durante el gobierno del Movimiento Al Socialismo, los bolivianos vemos cómo se anuncia periódicamente la creación de nuevas empresas estatales, sin que posteriormente se conozca siquiera si funcionan. A pesar de que la propia Constitución establece que deben rendir cuentas ante la Asamblea Legislativa Plurinacional, nunca lo han hecho. Tanto las empresas nacionalizadas como las recientemente creadas han sido catalogadas como estratégicas, lo que, según las novedosas normas de la actual gestión, las libera de las normas de contrataciones públicas, autorizándolas a comprar directamente sin licitaciones y abre inmediatamente las puertas al riesgo de una corrupción constante.
Tres hechos ilustran el fracaso de este nuevo experimento estatista. A pesar de que la mayor parte del presupuesto asignado a las estatales se dirige a Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos, la producción se ha estancado y Bolivia importa cada vez más combustibles. No obstante, la mayor parte de las nuevas empresas públicas en funcionamiento se encuentran en Chapare, no son los productos industriales sino la coca lo que sigue creciendo en esa zona. Si bien el gran fin propuesto del neoestatismo masista es la industrialización de Bolivia, la realidad es que Bolivia ha retrocedido 20 años en su dependencia de la exportación de productos primarios.
El fracaso de los gobiernos socialistas en la industrialización de las naciones mediante empresas estatales no es nuevo, sino una constante en la historia universal. El Che Guevara, por ejemplo, era obsesionado como ministro de Industrias de Cuba por industrializar dicho país después del triunfo de la revolución.
Una anécdota con Nikita Kruschev muestra por qué no podía funcionar. El Che de visita en Moscú insistía al líder soviético que lo ayuden a construir una siderúrgica, la cual, para él, significaba la piedra angular del proceso de industrialización que pretendía gestar. A pesar de mucha insistencia, no obtenía respuesta, hasta que un día presionó a Nikita a tal punto que este se vio obligado a responderle: “Mira Che, si tu quieres podemos construir la planta, pero en Cuba no hay carbón, no hay mineral de hierro, no hay mano de obra calificada y tampoco hay el consumo para más de un millón de toneladas. ¿No sería mejor que hicieran una planta más chiquita para trabajar con chatarra?”
Este ejemplo se aplica a varias de las nuevas empresas. En otros casos, tenemos los mismos problemas que ocasionaron el fracaso de la industrialización cubana y soviética. El problema es que las empresas públicas, por lo general, son ineficientes y presas fáciles de la corrupción.
El autor fue presidente del Senado de Bolivia.
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