Nuevo gobierno de CFK: la oposición será implacable
Al leer el título de esta nota, más de un lector
pensará que me volví loco: ¿de qué oposición estaré hablando? No se preocupe,
no me volví loco, no me refiero a la oposición política, me refiero a la
economía. Ese será el gran desafío político que tendrá que enfrentar Cristina
Fernández y, me parece, que, por el tedioso discurso que le escuché decir, el
rumbo que seguirá, generará un problema económico mayor al que han hecho hasta
ahora.
En el párrafo anterior dije tedioso discurso porque es
evidente que a Cristina Fernández le encanta escucharse. Habló más de una hora
recitando datos, muchos de ellos sin decir con relación a qué mostrando su
falta de conocimiento económico, haciendo una autoalabanza de su gestión y la
de Néstor Kirchner con una falta de humildad que espanta, al tiempo que siguió
tergiversando la historia.
A lo largo de su discurso habló de la economía mundial
como el ejemplo de lo que no hay que hacer, sin embargo nada dijo de las
extraordinarias condiciones internacionales que le tocó en suerte. Precio de la
santa soja y Brasil con un dólar barato como dos motores que le generaron
recursos para poder financiar el populismo de todos estos años, algo que ya
está desapareciendo y comprometiendo seriamente el futuro del “modelo”, un
modelo depredador de stock de riqueza (consumo de stock ganadero, reservas
gasíferas, ahorros de la gente, destrucción patrimonial del BCRA, etc.). La
realidad es que CFK debería darle gracias a ese mundo que hoy critica porque si
le hubiese tocado el precio de la soja que le tocó a De la Rúa, a quién
descortésmente destrató en su tedioso discurso, no hubiesen durado en el
gobierno ni seis meses. Yo no voté a De la Rúa, pero me parece que se merece un
mínimo de respeto porque, a pesar de todos sus errores, al menos supo que no
podía traspasar ciertos límites institucionales.
Más allá de los datos económicos de la versión
oficial, el indicio más importante de lo que viene es que crea una especie de
supersecretaría de comercio interior y exterior (¿pre anuncio de un IAPI?).
Tendremos a un gobierno que profundizará el
autoritarismo económico, decidiendo qué hay que producir, cuánto hay que
producir y a qué precios hay que vender.
Desconociendo el ABC de la economía hizo mención a la
rentabilidad de las empresas argentinas que están por encima de los niveles
internacionales, algo que, según dijo Cristina Fernández, habrá que revisar. La
lógica económica indica que en los países con mayor riesgo institucional, las
empresas tienen más rentabilidad y en los países con menor riesgo institucional
menor rentabilidad. Calidad institucional y economía es algo que no figura en
la lógica del kirchnerismo y es, justamente ese desconocimiento, lo que nos
condena a ser un país en constante decadencia.
Y aquí viene el tema de la oposición económica. Me
refiero a las leyes de la economía que ignoran el 54% de votos que pudo haber
conseguido. Ese porcentaje de votos respondió, en gran medida, al artificial
aumento del consumo interno. Inflación, destrucción de stock de capital,
impuesto inflacionario y presión tributaria asfixiante fueron los mecanismos de
financiamiento del proyecto populista para construir poder político. Ese consumo
artificial comenzará a flaquear en muy poco tiempo más. Las exportaciones se
encontrarán con un precio de la soja más cerca de los U$S 400 que de los U$S
500 la tonelada, Brasil desacelera su economía y la inversión será mínima
porque no hay ahorro interno que pueda financiarla ni reglas de juego
previsibles que la atraiga.
Si ninguno de estos tres motores funciona a pleno,
¿cómo hará CFK para mantener la fiesta de consumo o algún nivel de actividad
más o menos elevado que mantenga la paz social?
El tarifazo en puerta, la inflación y la fuga de
capitales pueden llegar a ser más implacable que la oposición política, que
resultó ser una lágrima en las últimas elecciones, mostrando un alto grado de
egoísmo e incapacidad para transmitir un mensaje claramente diferenciador del
oficialismo.
El tema es cómo reaccionará un gobierno con claras
inclinaciones autoritarias cuando ese 54% de gente que la votó salga de la
borrachera de consumo artificial en que está sumergida.
Una primera muestra ya la tuvimos en las últimas
semanas con la fuga de capitales. La respuesta fue la violación de los derechos
individuales y el patoterismo para, transitoriamente, disminuir la presión
sobre el mercado cambiario. Y, dicho sea de paso, en el tedioso discurso de
Cristina Fernández, habló de la corrida cambiaria y, como ya es su costumbre,
señaló a un misterioso grupo de conspiradores como responsables de esa corrida,
afirmación que se contrapone con el informe del BCRA que nos dice que el 45% de
la compra de billetes fue realizada por operaciones de hasta U$S 10.000 por
persona y que el 69% fueron operaciones de hasta U$S 50.000. Es decir, casi el
70% de la fuga se explica por el chiquitaje. No hubo tal conspiración
misteriosa, la realidad es que quien conspiró contra el gobierno de Cristina
Fernández fue parte de ese 54% de los que la votaron. La gente común que tiene
pánico a perder sus ahorros.
Pero volviendo a la cuestión de cómo puede reaccionar
el gobierno frente a la adversidad económica que tendrá que afrontar, decía
antes que todo parece indicar que tendremos más dosis de autoritarismo
económico. Y el autoritarismo económico llevará a más autoritarismo político,
donde las libertades civiles estarán seriamente amenazadas.
Argentina ha entrado en un cono de sombra cada vez más
oscuro, porque buena parte de la población considera que la democracia
republicana se logra votando un presidente cada cuatro años y luego otorgarle
poderes absolutos. En otras palabras, los argentinos elegimos a nuestros
propios déspotas cada cuatro años, y ese gobierno despótico se sostiene
mientras la economía mantenga más o menos contenta a la gente. Cuando se acaba
el financiamiento del populismo los gobiernos sin límites ni subordinados a la
ley caen en desgracia.
Francamente veo con preocupación el futuro, porque el
kirchnerismo, que ha demostrado no tener límites en lo que hace arremeter
contra la ley y la decencia pública, puede llevar el uso del monopolio de la
fuerza hasta niveles insospechados para, primero doblegar las voces opositoras
y luego al descontento popular cuando ya no haya más pan y circo con qué
distraer a la gente.
Vienen tiempos difíciles, tanto en lo económico como
en las libertades individuales. Hoy, que deberíamos estar asistiendo a una
simple jura presidencial sin mayores sobresaltos, hemos escuchado un discurso
lleno de soberbia, cifras imaginarias de un país que no existe en la realidad,
distorsión de la historia más reciente y el conocido revanchismo.
Lamentablemente, escuchamos un discurso que no es un buen presagio de lo que
viene.
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