Moralidad, capitalismo y socialismo
Recuerdo la controversia que desató un artículo que escribí en 2007 señalando el simple hecho de que el ícono socialista, el Che Guevara –ídolo de Hollywood, Europa y Latinoamérica– fue un asesino (se le atribuyen 216 víctimas). En ese entonces muchos saltaron a defenderlo ya que, como me dijo una lectora, “luchó por las desigualdades sociales”. También recuerdo que cada vez que he citado en mis artículos a Milton Friedman –Premio Nobel de Economía conocido por su defensa frontal del capitalismo y por sus influyentes trabajos académicos– muchos lo han descalificado por el simple hecho de haber defendido algo que consideran inherentemente inmoral: el capitalismo.
Esto tiene que ver no necesariamente con un conocimiento y apoyo de las verdaderas acciones de estas dos personas, sino más bien con la muy arraigada presunción en nuestra región de que el socialismo es moral y el capitalismo inmoral. El escritor venezolano Carlos Rangel decía que: “El utopismo es generalmente considerado virtuoso y estéticamente agradable, a pesar de los monstruos políticos que ha generado en la práctica, entre los cuales se cuentan todos los experimentos totalitarios. En cambio el libertarianismo sufre de cierta desconsideración, por intuírselo fundado en la comprensión de que los hombres son imperfectos y dispuestos a acomodarse a esa realidad, en lugar de proponer construir un ‘hombre nuevo’, un ‘superhombre’”.
J. R. Clark y Dwight R. Lee explican que este sesgo a favor del socialismo y en contra del capitalismo tiene que ver con que la gente valora más la ayuda a otros si esta fue realizada mediante un sacrificio y no un lucro personal. “Hay una marcada tendencia hacia ignorar los beneficios de las actividades lucrativas, o incluso hacia considerarlas perjudiciales para otros”, dicen Clark y Lee. Por ejemplo, es muy probable que Bill Gates haya contribuido más a la prosperidad y la libertad de personas alrededor del mundo cuando estaba concentrado en hacer crecer su empresa Microsoft que ahora que está dedicado a la filantropía.
El sesgo a favor del socialismo está ahí a pesar de que este sistema no necesariamente promueve un comportamiento moral. Consideremos esta descripción en Vanity Fair de la Grecia de 2010, un moderno Estado de Bienestar o “socialismo light”: “Se presume que los funcionarios del Gobierno roban… El Estado griego no solamente era corrupto sino corruptor… Todos están casi seguros de que todos están haciendo trampa en su declaración de impuestos, o sobornando a políticos, o aceptando sobornos, o mintiendo acerca del valor real de su patrimonio. Y esta total ausencia de confianza entre ellos se refuerza así misma. La epidemia de mentir y robar hace que cualquier tipo de vida civilizada sea imposible”.
Esa descripción de Grecia bien podría ser una descripción del Ecuador en el que hemos crecido los ecuatorianos jóvenes y de edad media. La paradoja es que con tanta desconfianza de los políticos, el gobierno de Alianza PAIS haya concentrado todavía más poder en el Estado. Esto tiene que ver en parte con la predominante percepción en nuestra sociedad de que el socialismo es moralmente superior, cosa que aprendieron que no es cierto en países tan distintos como la República Checa y China, donde por muchos años experimentaron un mayor grado de socialismo.
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