Panamá 2012: año para la libertad
Oscar Wilde alguna vez dijo que la imaginación fue otorgada al hombre como compensación de lo que no es y un sentido de humor como consuelo de lo que es. Al finalizar 2011, ciertamente necesitamos mucho sentido de humor para poder siquiera encontrar consuelo al contemplar el año que tuvimos.
No creo que ningún panameño pueda ver el Panamá que hoy día se presenta ante él y decir que se encuentra satisfecho. Cerramos el año con un sinnúmero de escándalos de corrupción desfilando por las primeras planas de nuestros periódicos y un sistema educativo deficiente que nuestros líderes desean ocultar del panorama internacional por vergüenza del fracaso de sus políticas. Contamos con un endeudamiento estatal masivo y figuras de PIB infladas por gasto gubernamental. El Gobierno sigue representando la mitad de nuestra economía y nos provee con pésimos servicios de agua, salud y transporte.
El panorama no es muy atractivo. Los partidos presentes en el escenario político parecieran ser todo un desastre. Uno, producto de la era militar, derrotado y anémico, otro más antiguo aún que vendió su alma y sus ideales para ahora querer justificar su dignidad y un partido emergente que ha rechazado todos los ideales liberales que alguna vez promulgó, para convertirse en un partido como los otros dos. Todos partidos que abogan por redistribución forzada, subsidios a costo del contribuyente, manejo estatal de la economía, paternalismo y cada uno con un largo historial de supuestos actos de corrupción y nepotismo.
Nosotros, los ciudadanos, no quedamos tan bien en la evaluación. Estamos enclenques y debilitados, gastamos más energía debatiendo un tweet de alguna figura política que asegurándonos de que nuestros diputados ejerzan bien sus cargos o fiscalizando el uso correcto de los fondos del erario público a través de la Contraloría.
Escuché el otro día a un analista político preguntándose sobre la participación de los jóvenes y su ausencia en el diálogo nacional. Lo cierto es que la juventud se ha ausentado del escenario político, ya sea por apatía o revulsión. Se consiguen más resultados en la esfera chica y privada que intentando proponer una idea coherente sobre el estruendo incivilizado y agobiante de insultos y acusaciones que se dirigen los supuestos adultos en la política.
Los únicos jóvenes que quedan metidos en ese embrollo son aquellos que están en los programas de juventud de cada uno de los partidos. La mayoría son gente sin opinión personal que grita para defender a sus líderes del momento y van vendiendo su dignidad y su honra para escalar dentro de los partidos. Es un paisaje triste ver a jóvenes desaprovechando su idealismo en búsqueda de favores políticos y posiciones temporales. La desesperación causada por esta vista es incrementada por el hecho de que Panamá, sin lugar a dudas, es un país genial, lleno de gente trabajadora que pasa callada bajo el espectáculo terrible que se desarrolla frente a ellos. Sin duda alguna, son una mayoría silenciosa.
Tenemos un país lleno de recursos, humanos y naturales, para explorar y explotar. Pero cometemos un terrible error al pensar que el Gobierno, aquel a que vilipendiamos, que criticamos, que resentimos y que reprochamos, sea el mismo que nos liderará a un mejor futuro para todos. Podemos concebir el Gobierno como algo ideal, pero si la realidad no es similar a la idea, debemos juzgar el concepto en base a lo que es, no a lo que debería ser. El Gobierno, hoy día, no es el protector de nuestros derechos ni el bastión de nuestra dignidad, sino el principal motor de endeudamiento y paternalismo en nuestro país.
Gracias al buen reflejo de Pandora, la esperanza permanece. El año 2012 no ha ocurrido todavía y se puede soñar. Es un año limpio, resplandeciente, sin perversiones ni escándalos, sin corrupción ni desesperación. Nuestro trabajo es sencillo, preservarlo así. No soy ingenuo, un sencillo artículo de opinión no logrará ese cambio. Pero en esta época de reunión, de compartir, de caridad y de ayuda mutua, es también tiempo de pensar. Los jóvenes debemos izar nuevamente la bandera del progreso. Es tiempo de luchar contra la corrupción y contra aquellos que buscarían promoverla. No será sencillo, pero valdrá la pena.
La bandera metafórica se iza mediante la educación propia. Como jóvenes o ciudadanos, debemos educarnos de política y economía, aunque no queramos ejercerla. Debemos entender los principios básicos por los cuales se rige una nación. Debemos escribir, constantemente, y persuadir, sin violencia ni voz alzada, sobre un mejor Panamá. Debemos hablar sobre estos temas en restaurantes, bares, discotecas y en nuestras mesas. Debemos unirnos y discutir y elevar nuestra voz hasta que aquella que hoy día reina, aquella voz impúdica e indecente no pueda competir contra la voz de miles de panameños que claman por los ideales que siempre han estado en nuestro corazón: libertad y progreso. Los invitamos a participar en nuestro grupo de jóvenes y escuchar nuestras ideas el próximo 5 de enero en el lanzamiento de nuestro libro Los 14 mitos de la pobreza.
- 23 de enero, 2009
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