¡Cuidado con los perros argentinos!
Como llega el fin de año y las vacaciones, muchos tal vez estén pensando pasar unos días en algún lugar de la Argentina, por ello es bueno que se informen a tiempo para no pasar malos ratos por algunas medidas que el gobierno de Cristina Fernández, recientemente reelecta, acaba de adoptar.
Recientemente compró 300 perros labradores y de otras razas para poner en práctica –hay que leer bien- un insólito, ridículo y absurdo mecanismo de búsqueda de dólares mediante el fino olfato de dichos canes en los bolsillos de los argentinos y de todas las personas que quieran pasar por este sufrido país. Ello es a fin de que el gobierno pueda no solo quedarse con esos dólares, sino eventualmente procesar a quien metió o intentó sacar dólares de la Argentina. Queda así estampada en la historia algo que no es un mero hecho casual sino una demostración clara de los efectos desastrosos que traen aparejados los gobiernos incompetentes y populistas como lo fueron casi todos los que han pasado por la Casa Rosada desde hace ya bastante tiempo.
Esta singular disposición del actual gobierno argentino, que se constituye llanamente en una invasión de la privacidad y una violación de los derechos de propiedad de las personas, es la consecuencia directa de la pésima administración de los gastos públicos que han llegado a las nubes, y el despilfarro de los montos siderales embolsados mediante confiscaciones como la retención a la soja y otros granos, de los fondos jubilatorios, del control de precios y la prohibición de exportaciones. Asimismo, se han gastado sin control las reservas internacionales, que se han reducido a su mínima expresión desde que asumieron los Kirchner el gobierno de ese país en el 2002, luego de la caída de De la Rúa.
El fenomenal e incontrolable gasto público y del producto de las confiscaciones fueron todos a parar en un arsenal de subsidios y redes de corrupciones que hicieron creer a los argentinos de la clase popular y media que vivían en un paraíso. Pero ahora terminó el llamado “viento de cola” de la economía que hizo crecer tanto a la Argentina como al Paraguay, pero lo cierto es que toda esa bonanza fue despilfarrada en populismo y demagogia bajo el rótulo de cosas gratis “para todos”. La bonanza terminó: la soja ha retrocedido 150 puntos en su cotización, hay sequía en el campo, el Brasil devaluó su moneda y le cerró en buena parte su mercado a la exportación argentina de automotores, varios rubros productivos económicos como la ganadería se fundieron bajo el efecto de “fútbol para todos”, “milanesa en todas las mesas”, “LCD para todos”. Argentina no tiene crédito internacional, solo Chávez le compra sus bonos. Además, a raíz de la inseguridad jurídica reinante en este país, más de 80 mil millones de dólares se fugaron en los últimos años; se fueron a otros países más serios y seguros, y por supuesto, nadie quiere ahorrar en peso por la sencilla razón del ambiente que se vive en el vecino país.
Como Cristina Fernández y su equipo quisieron pasarse de audaces antes de octubre, cuando se realizaron las elecciones en las que triunfó con el 54% de los votos, no le puso sobre aviso al pueblo argentino de que la crisis se venía porque sencillamente no le convenía decirlo, y faltó a la verdad. Apenas obtenido el triunfo comenzó a poner en práctica una batería de medidas económicas para tratar de salvar el barco que empieza a hacer agua por todas partes; así dispuso la eliminación del subsidio al gas, combustibles, agua, electricidad, pasaje, etc., que son ajustes que entrarán en vigencia desde enero del 2012. Además de esto también dispuso una especie de “corralito cambiario” que es literalmente una prohibición de comprar dólares con el fin de ahorrarlo en caja de seguridad, mandarlo a otro país o lo que sea. Para su cumplimiento ordenó a agentes policiales un riguroso control en las casas de cambios, bancos y financieras.
Pero dado que esto no le resultó suficiente, ahora Cristina dispone que perros entrenados por su alta capacidad olfativa huelan los bolsillos, vehículos y cuantos otros objetos que crean convenientes para el hallazgo de los preciados dólares ajenos, que casualmente es el signo monetario del país que, tanto ella como su fallecido esposo y cuantos progresistas le rodean, odian visceralmente.
En fin, para todos aquellos que quieran pisar suelo argentino en sus vacaciones o negocios, es bueno que se enteren de esta realidad porque pueden pasar muy malos ratos por causa del dólar que llevan en sus bolsillos.
- 23 de enero, 2009
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