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En épocas de crisis suelen reaparecer y tomar intensidad las propuestas proteccionistas. Esto puede observarse en Europa y en EE.UU., donde el aumento del desempleo está impulsando reclamos por preservar las propias fuentes de trabajo. Es en estos momentos cuando prende fuertemente el argumento de que debe sustituirse trabajo externo por empleo nacional. El planteo parecería válido.
Sin embargo en un mundo globalizado es fácil observar que no sería posible que todos los países puedan a un mismo tiempo sostener esa sustitución. El comercio es una autopista de doble vía. Lo que uno compra, otro lo vende. El aumento de las barreras al comercio no sólo reduce las importaciones, sino también las exportaciones. En definitiva lleva al aislamiento y en el largo plazo no produce un aumento del empleo, pero sí una caída de la productividad y del salario real. Quienes conociendo este efecto aún sostienen al proteccionismo como una medida de corto plazo, debieran saber que la experiencia histórica es que los intereses creados por las barreras a la importación, se arraigan rápidamente e impiden su posterior remoción. Pasan a ser irreversibles. Las políticas anticíclicas para enfrentar situaciones recesivas y de caída del empleo, debieran considerar los instrumentos fiscales y monetarios, descartando la opción proteccionista. La constitución de fondos anticíclicos como lo ha hecho Chile, debe ser destacada como una política pública previsora e inteligente.
Las ventajas del comercio están suficientemente comprobadas. El mundo encontró su camino al desarrollo de la tecnología y el bienestar cuando los medios de transporte y las comunicaciones facilitaron el intercambio entre las naciones. Las políticas de sustitución de importaciones o de vivir con lo nuestro, no solo fueron ineficaces, sino que produjeron retraso e inflación. La teoría del deterioro de los términos del intercambio, sobre la que se apoyaba la teoría de la dependencia, quedó desvirtuada cuando la realidad demostró que los precios de los bienes industriales fueron los que se rezagaron respecto de los de las materias primas, y no a la inversa.
Todas estas reflexiones vienen al caso en momentos en que nuestro gobierno se ha manifestado, en palabras o en acciones, partidario de medidas proteccionistas. En la convención anual de la Cámara de la Construcción, la presidente expresó que si fuera por su deseo, nuestro país no debiera importar ni un clavo. En los recientes encuentros con las autoridades del Brasil y en reuniones del Mercosur, se avanzó en la decisión de incrementar el arancel externo común. Es un viejo anhelo del gran país vecino que ha motivado justamente que Chile rechace la posibilidad de integrarse como miembro. Debe tenerse en cuenta que los perjuicios del proteccionismo se atenúan en economías de gran escala y que por lo tanto un aumento del arancel externo común perjudicaría más a la Argentina, Paraguay y Uruguay, que al Brasil.
Pero ha sido la escasez de dólares la que ha motivado las acciones proteccionistas más concretas de la mano del secretario de Comercio, Guillermo Moreno. Las demoras en la aprobación de las licencias no automáticas para importar, así como prohibiciones o cupificaciones transitorias, han estado a la orden del día. Más recientemente, el mencionado secretario ha recurrido simplemente a los llamados telefónicos intimidatorios o a las convocatorias a recibir instrucciones. Se ha llegado de esa forma hasta detener líneas de producción por la falta de alguna pieza importada. La consecuencia es la escasez o el encarecimiento de muchos productos, antes que la creación de nuevos empleos.
El avance del proteccionismo en el mundo desarrollado puede formar parte de un discurso político, pero está limitado por teorías mejor fundadas y por sanos principios más arraigados. En la Argentina estos impulsos cuentan con espacios más amplios de aceptación en la clase dirigente y un mayor entusiasmo en las entidades empresarias, particularmente las de la industria. Frente a dificultades fiscales y de balance de pagos, como las que comienza a enfrentar el país, el proteccionismo es un claro peligro que el gobierno haría bien en aventar.
El autor es Director de la Fundación Libertad y Progreso.