¿Son los pobres propensos a defraudar sus deudas?
En momentos de crisis económica los bancos tienden a asumir posturas conservadoras, especialmente si la crisis ha tenido su origen en una política particularmente laxa a la hora de juzgar la capacidad de prestatarios para devolver préstamos, como ha sucedido en el caso de las “subprimes” o hipotecas de alto riesgo en Estados Unidos.
De hecho, la fiabilidad de los prestatarios juega un papel destacado en la teoría económica de los mercados financieros, con hipotéticas personas inclinadas a ocultar información sobre su dudosa historia financiera en el caso de la teoría de George Akerlof, o individuos dispuestos a asumir grandes riesgos a costa del dinero de los bancos en la teoría de Joseph Stiglitz y Andrew Weiss.
Históricamente, las personas de bajos ingresos, los pobres, han tenido restringido o ningún acceso a mercados financieros formales, porque los bancos han creído que su condición económica y su falta de bienes para ofrecer en calidad de garantía, eran razones suficientes para considerarlos clientes no fiables, incapaces de devolver préstamos. De hecho, los pobres representan el individuo prototípico en las teorías de Akerlof, Stiglitz y Weiss.
Si nos limitamos a las lecciones ofrecidas por la teoría económica, sería difícil entender cómo durante los últimos 40 años un boyante mercado crediticio orientado a los pobres ha venido creciendo a lo largo de todo el mundo, en lo que se ha dado a conocer como “microfinanzas”. La tasa de crecimiento anual de los activos del sector microfinanciero ha sido del 50% entre los años 2005 y 2009. Aunque en 2010 este crecimiento fue del 12%, el total de activos se estima en 7 millardos de dólares al 31 de diciembre de 2010 (*). A la luz de estos datos, es fácil entender por qué algunos de los bancos más importantes, entre ellos ABN Amro, Citigroup, Commerzbank, Deutsche Bank, HSBC e ING, finalmente han empezado a incursionar en el sector de las microfinanzas. Si miramos más de cerca variables clave en la teoría económica de los mercados financieros, como la “propensión al riesgo” y la “disciplina financiera”, podemos ver hechos sorprendentes que dejan algo que desear de la capacidad emprendedora de los bancos para salvar el obstáculo de la falta de bienes de los pobres y su consecuente falta de garantías. En este sentido, una cuestión pertinente a explorar es en qué medida el dinero prestado a los pobres es recuperado. Si estos préstamos tienen una alta tasa de impago en comparación con el dinero prestado en el sector bancario, los peligros de riesgo moral e indisciplina financiera señalados por la teoría económica probarían ser de amplia aplicación en el sector de las microfinanzas.
Un paso correcto en esta dirección es considerar indicadores de calidad de cartera, que muestran en qué medida los préstamos están siendo defraudados. Esto, sin embargo, es más fácil de decir que de hacer, ya que indicadores internacionales consistentes, aplicables tanto al sector bancario como al microfinanciero, son escasos. No obstante, hay datos disponibles para una de las medidas más aceptadas de calidad de cartera, que, sin embargo, no está libre de inconsistencias (**).
En el gráfico Nº1 incluimos un indicador conocido como “portfolio at risk” (PaR30) o tasa de morosidad, definido como la razón entre valor de los préstamos en mora durante 30 días o más y el valor del total de los préstamos pendientes. Aquí comparamos el PaR30 de los 100 bancos más grandes de EE.UU. con las instituciones microfinancieras (IMFs) más transparentes del mundo, de acuerdo al ránking de Microfinance Information Exchange (MIX). En esta comparación, las IMFs aparecen en dos grupos: sin fines de lucro y con fines de lucro; mientras que los bancos aparecen en un tercer y único grupo.
A primera vista, esta imagen podría parecer decepcionante. La tasa de morosidad de las IMFs es aproximadamente el doble que la de los bancos de EE.UU. entre 1996 y 2006. El PaR30 de las IMFs sin fines de lucro es casi tres veces mayor que el de los bancos entre 2001 y 2004, alcanzando un máximo del 9,7% en 2002. Sin embargo, esto se debe a un grupo de valores extremos en América Latina, correspondientes a Argentina, Bolivia, Guatemala y Honduras. Estos países desafían el patrón normal de datos debido a un joven mercado microfinanciero altamente concentrado en pocos proveedores en Argentina, Guatemala y Honduras, así como la crisis del sector que precedió ese período en Bolivia. Cuanto mayor es la cantidad de proveedores, menor es el PaR30 en IMFs sin fines de lucro en América Latina, con la excepción de Nicaragua, y de hecho estos cuatro países siguen un patrón sostenido de disminución del PaR30 después de 2004.
Otro punto importante que ayuda a poner en perspectiva estos datos es que, cuando las IMFs conceden préstamos con fines de inversión, estos tienden a centrarse en “actividades emprendedoras en etapas tempranas”, con el consiguiente mayor riesgo de fracaso en comparación con empresas largamente establecidas.
Otro aspecto importante a destacar, es que el impacto de la crisis financiera desde 2008 ha hecho que la tasa de morosidad de los bancos de EE.UU. se incremente vertiginosamente hasta alcanzar 7,9% en el primer trimestre de 2010, mientras que las IMFs sin fines de lucro muestran una tasa relativamente estable de 4,6%. Sin embargo, la respuesta a la crisis por parte de las IMFs con fines de lucro no ha sido tan positiva incrementando su tasa hasta 10%. No obstante, cuando la comparación se centra en las tarjetas de crédito de los 100 bancos más importantes de EE.UU., como muestra el Gráfico Nº2, las IMFs aparecen mejor posicionadas con tasas por debajo de las de los bancos a lo largo de varios tramos de la serie de tiempo, sobre todo entre 2006 y 2009. Es también importante señalar que si consideramos los préstamos en mora durante noventa días (PaR90), la tasa de morosidad de las IMF se reduce drásticamente, ya que los pagos en el sector agrícola están vinculados al ciclo de cultivo con un pago global al final del período del préstamo.
Desafortunadamente, no disponemos de PaR90 para los bancos de EE.UU.
Si aceptamos que el índice de morosidad es una buena aproximación a la propensión al riesgo y la disciplina financiera, podemos concluir que prestar dinero a los pobres nos es un negocio que necesariamente conlleve un mayor riesgo moral (que como señaló J.M. Keynes debe ser distinguido del riesgo inherente al proyecto de inversión en sí) que los préstamos en la banca comercial. El premio Nobel Muhammad Yunus, fundador de una de las IMFs más importantes, Grameen Bank, ha venido manifestando durante largo tiempo que la exclusión de los pobres de la banca formal es producto del fallo de la teoría económica que hemos construido. A la luz de los datos, tal vez sea hora de repensar algunos de los pilares conceptuales que sostienen nuestra forma de entender el negocio financiero.
(*) MicroRate (2011). “The State of Microfinance Investments 2011, 6th Annual Survey and Analysis of MIVs,” MicroRate Incorporated, US.
(**) Hay que tomar este indicador con cautela, ya que MIX incluye en el cálculo préstamos que han sido refinanciados, mientras que de acuerdo a la definición que de este indicador da la Reserva Federal no queda claro si los préstamos refinanciados son incluidos en el cálculo. De no estar incluidos, este indicador estaría siendo estimado a la baja en el caso de los bancos de EE.UU.
- 23 de enero, 2009
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