El Salvador: La noche del nunca jamás

Unos días antes, había ido al aeropuerto de la capital mexicana para despedir a Joaquín Villalobos, quien, junto a los otros máximos comandantes guerrilleros y Ana Guadalupe Martínez, se dirigía a la sede de la Naciones Unidas en Nueva York, para el último round, del proceso que pondría fin a 12 años de cruenta guerra. Aunque había todavía algunas cosas, sobre las que no había acuerdo entre las partes, la voluntad era firmar el acuerdo antes del fin de año.

Joaquín quería hablar sobre los contenidos de un comunicado que debíamos entregar a la prensa en caso que se firmara el acuerdo y comentar ciertos puntos difíciles del proceso con Mercedes del Carmen Letona, comandante Luisa, y la mencionada Ana Sonia Medina, comandante Mariana. Uno de los métodos favoritos de Joaquín Villalobos para sacar las mejores conclusiones y posiciones sobre cuestiones difíciles era discutirlo minuciosamente con otras personas de su confianza, especialmente Luisa y Mariana.

En una mesa cercana en un cafetín donde nos encontrábamos a la espera del abordaje, estaba Francisco Jovel, comandante Roberto Roca. Hacía sólo unos meses lo había visto en Morazán enfundado en su uniforme de campaña y su característica boina de comandante guerrillero. Y ahora estaba allí muy elegante, camisa a rayas, corbata y traje oscuro tomando un jugo de naranja, mientras escribía algo.

Me acerqué para saludarlo y desearle suerte. Me contó que escribía una carta a su padre en un momento muy especial de la historia en la que él era protagonista de primer nivel. Cuando llamaron para abordar el avión estreché la mano de Joaquín, con quien había compartido una década en el campamento del puesto de mando en Morazán. Mariana y Luisa lo abrazaron emocionadas. Había algo en el ambiente de aquel inmenso aeropuerto que le daba cierto dramatismo a lo que ocurría.

En mi opinión Joaquín Villalobos había sido el más audaz comandante de campo del FMLN y un brillante estratega político en el proceso de negociación. Haberle permitido a Schafik Handal, jefe del Partido Comunista, adueñarse de la jefatura de la comisión negociadora fue un error histórico cuyas consecuencias las está pagando el país en estos días.

El aporte de Handal en el terreno militar e incluso político era más bien modesto. Pero sus casi cincuenta años de experiencia en conspiraciones e intrigas le permitieron encabezar las negociaciones por la parte guerrillera. Eso generó la equivocada percepción generalizada que él era el jefe histórico del FMLN, cuando en realidad lo era solamente del Partido Comunista. De hecho el PCS fue la última organización de la alianza que optó por la vía militar.

Pero la historia estaba escrita. Se fueron a Nueva York con la voluntad de firmar el acuerdo pero con algunos puntos no resueltos aún, que ponían en duda el final feliz del proceso. Salvador Samayoa y David Escobar Galindo, ambos lúcidos negociadores, están escribiendo excelentes análisis al respecto.

En la oficina de la CPD el teléfono sonaba de tanto en tanto con informe desde Nueva York. La cosa se estaba poniendo dura. Sin embargo, cuando faltaban unos minutos para la medianoche, Miguel Sáenz contestó, escuchó en silencio. Colgó. Nos miró y dijo: "Ya estuvo, se acabó la guerra". Atrás quedó una historia de violencia política, cárceles clandestinas, secuestros, destierros y golpes de Estado. Aquella fue la noche del nunca jamás. Es bueno recordarlo 20 años después. Hoy tenemos problemas, pero son otros.

El autor es columnista de El Diario de Hoy.