Gobiernos de doce años en América latina
Las reasunciones de Cristina Kirchner en la Argentina y de Daniel Ortega en Nicaragua , en diciembre y enero, respectivamente, confirman la tendencia que hoy se registra en América latina de una década o más de una misma fuerza en el poder.
En el primer caso, el matrimonio Kirchner va a ocupar el poder durante doce años consecutivos, si se contabiliza el primer mandato de Néstor y los dos sucesivos de su esposa, Cristina, a partir de su reasunción, el 10 de diciembre pasado. La Presidenta reasume después de haber ganado en la primera vuelta con el 54 por ciento de los votos, lo que constituye un récord para un presidente elegido en la Argentina, desde el restablecimiento de la democracia, en 1983.
En el caso de Daniel Ortega, éste ha ejercido la presidencia durante dos mandatos de cuatro años y ahora tendrá el tercero tras una elección conflictiva, en la que han tenido lugar denuncias de fraude y un discutible fallo judicial que autorizó el tercer período que ahora comienza, no previsto en la Constitución.
Se trata de una tendencia generalizada, pero que tiene sus excepciones. En Guatemala, asumió ayer la presidencia el general retirado Otto Pérez Molina , de una línea política contraria a la de su predecesor.
Pero en los cuatro países más poblados de América latina, que en conjunto representan tres cuartas partes de los votantes de la región, se están dando ciclos de doce años de la misma fuerza en el poder. En Brasil, que se acerca a los 200 millones de habitantes, el Partido de los Trabajadores (PT) terminará gobernando los doce años que van de 2002 a 2014, con tres períodos sucesivos de cuatro años: dos de Lula y el actual, de Dilma Rousseff. En México, con 110 millones de habitantes, el Partido Acción Nacional (PAN) también gobierna por doce, con dos períodos sucesivos de seis años de Vicente Fox y Felipe Calderón, entre 2000 y 2012. Colombia es el tercer país en población de la región, con 43 millones de habitantes, en el que, entre 2002 y 2014, gobernará un partido de centro-derecha, con dos períodos de Alvaro Uribe, primero, y ahora otro de Juan Manuel Santos. La Argentina es el cuarto por número de habitantes, con 41 millones, y el peronismo, en su versión kirchnerista y cristinista, también gobernará durante doce años consecutivos, de 2003 a 2015, durante tres períodos de cuatro años seguidos.
En países con menor población también se está dando esta tendencia, con Evo Morales gobernando Bolivia durante una década, con dos períodos sucesivos; lo mismo sucede en Uruguay con el Frente Amplio. Y en Venezuela, Chávez gobernará catorce años , desde 1998 hasta este año.
El hecho de que haya una permanencia de una misma fuerza política en el poder durante una década o más en los últimos años es un fenómeno político generalizado que comprende a países con gobiernos de centroderecha, como Colombia y México; a otros que están en una línea de izquierda moderada o versión latinoamericana de la socialdemocracia, como Brasil y Uruguay, y otros que se ubican en la izquierda populista, como Venezuela, Bolivia y Nicaragua.
La causa de este fenómeno de permanencia en el poder de los oficialismos no encuentra una explicación en la ideología, y radica ante todo en el crecimiento que han tenido en la última década los llamados países "emergentes". Cuando se inició la década pasada, Brasil no estaba entre las diez economías más importantes del mundo. Pero, en 2011, superó al Reino Unido, y este año comienza a competir con Francia por el quinto lugar. El primer país de América latina quedará, en poco tiempo, como la quinta economía del mundo, detrás de los Estados Unidos, China, Japón y Alemania.
El precio de las materias primas que exporta la región ha sido muy bueno en la primera década del siglo XXI y ello es causa fundamental de su fuerte crecimiento económico y éste, a su vez, la razón más relevante que explica el fenómeno de la misma fuerza política gobernando la región durante una década o más.
Los indicadores sociales también han mejorado. Pero lo social sigue siendo una gran asignatura pendiente, ya que América latina ha logrado bajar la pobreza pero no la desigualdad social, que sigue siendo la más alta del mundo. En porcentaje de población bajo el nivel de pobreza, la región está mejor que Africa, pero ésta está mejor en desigualdad. La pobreza se ha reducido por la creación de empleo generada por el crecimiento, la implementación de programas que subsidian a los pobres con transferencias directas de fondos y cierta mejora en la educación básica. Pero la desigualdad no ha mejorado sustancialmente.
A ello se suma que América latina tiene estructuras político-institucionales débiles tanto frente al narcotráfico como al crimen organizado. Es la región con más homicidios del mundo por habitante, y América Central es la subregión que más los sufre. También es la región del mundo donde, de acuerdo con la ONU, más se ha incrementado el consumo de drogas. En los índices de transparencia y corrupción, el promedio de América latina no es bueno y sólo está por encima del continente africano.
En este marco, las elecciones presidenciales que se realizarán este año en América latina -México en agosto y Venezuela en octubre- adquieren gran significación. Mostrarán en qué medida esta tendencia al triunfo generalizado de los oficialismos se mantendrá o no.
En el primer país mencionado, los sondeos muestran hoy un probable retorno del PRI al poder, la fuerza que gobernó 71 años continuos, antes de la llegada del PAN al poder, 12 años atrás. En el segundo, Hugo Chávez puede ser reelegido, pero la oposición realiza en febrero una primaria para elegir un candidato único, a partir del cual se verá si se torna competitiva o no.
En este marco, los tres períodos consecutivos del peronismo-kirchnerismo-cristinismo en la Argentina, son la versión local de un fenómeno general en América latina, cuyo futuro es muy dependiente de la evolución del ciclo económico mundial, y en particular del precio de las materias primas que se exportan.
La conexión entre lo político y lo económico pasa fundamentalmente por lo social. El año que se inicia no tiene elecciones en la Argentina; recién en 2013 tendrá lugar la renovación parcial del Congreso. Por esta razón, la cuestión social tendrá especial relevancia, como ya se ha puesto en evidencia en las primeras semanas del segundo gobierno de Cristina Kirchner.
Aunque la Presidenta ha cuestionado en reiteradas oportunidades las políticas de ajuste que llevan adelante los países europeos para recuperar la confianza de los mercados, la realidad es que en la Argentina comienzan a aplicarse políticas similares. Antes de la licencia por enfermedad, firmó el DNU 324, que permite eliminar suplementos y adicionales salariales de los 300.000 trabajadores de la administración pública nacional, incluso los establecidos por ley.
Santa Cruz, la propia provincia de los Kirchner, enfrentó un fuerte conflicto social al querer implementar un ajuste clásico, el que incluía, como los ajustes europeos, elevar la edad jubilatoria, que en la provincia es 10 años menos que en el sistema nacional. Media docena de provincias y decenas de municipios han puesto en marcha planes de este tipo y la resistencia sindical, como es lógico, comienza a hacerse sentir, en un momento en el que el conflicto entre la Casa Rosada y el secretario de la CGT, Hugo Moyano, se encuentra en el centro de la escena política.
En lo inmediato, entonces, en nuestro país, el desafío político del Gobierno pasa ante todo por lo social, en función de la contradicción en cuanto al ajuste y en la conflictiva relación con los sindicatos.
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