Cuba: Campanadas de muerte

La muerte ronda siempre en Cuba a los defensores de los derechos humanos. Está en los gritos de las jaurías que acosan a los disidentes y en el maltrato que reciben en las celdas de castigo de las prisiones de la isla. La muerte mata lentamente todos los días a muchas personas decentes que no tienen miedo a morir.
Pero la muerte exige también su cuota de muerte rotunda, definitiva, brutal. Es la muerte que ha matado a, la misma muerte que mató en febrero de 2010 a Orlando Zapata Tamayo, también por huelga de hambre. Y ha ocurrido en pleno proceso de “reformas”, cuando muchos discuten si son galgos o podencos, como si la dictadura quisiera desengañar a los ilusos que creen en el lavado de cara que está llevando a cabo Raúl Castro.
Wilman Villar Mendoza era miembro de la Unión Patriótica de Cuba, fundada a mediados del pasado año por José Daniel Ferrer, miembro del Grupo de los 75 disidentes de la “primavera negra” de 2003, quien después de su excarcelación se negó a partir al exilio. Villar fue detenido el 14 de noviembre del pasado año en la localidad de Contramaestre, en el Oriente de Cuba, durante una marcha pacífica en defensa de los derechos humanos. Días después fue juzgado y condenado a 4 años de cárcel por los delitos de desacato y atentado a la autoridad. Fue encarcelado en la prisión de Aguadores donde inició una huelga de hambre en protesta por su condena.
El portavoz de la Unión Patriótica de Cuba, José Daniel Ferrer declaró que desde que la salud de Villar Mendoza comenzó a agravarse por la huelga de hambre, advirtieron que las autoridades serían los responsables de su muerte. “Es un crimen más de la tiranía, un nuevo caso al estilo del de Orlando Zapata Tamayo”, afirmó Ferrer.
La líder de las Damas de Blanco, Berta Soler manifestó que están “de luto y con mucho dolor”, al tiempo que calificó de “asesinato” la muerte de Wilman Villar “por proteger y defender los derechos humanos”. Por su parte, Elizardo Sánchez, portavoz de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, dijo que el gobierno tiene “toda la responsabilidad moral, política y jurídica” porque el fallecido estaba “bajo custodia del Estado”.
En España, la vicepresidenta y portavoz del gobierno, Soraya Saénz de Santamaría exigió al régimen de Raúl Castro que libere a todos los presos políticos y trasladó a la familia del fallecido la “consternación y condolencias” del ejecutivo por este trágico desenlace. Saénz de Santamaría dijo que el gobierno español, en su política exterior, “tendrá siempre como horizonte la defensa de las libertades políticas y la protección de los Derechos Humanos” y “especialmente en el caso de Cuba”. El ejecutivo –señaló- trabajará con la Unión Europea para lograr “un horizonte de democracia” en Cuba.
Recientemente el presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Ricardo Alarcón, una de las caras “amables” de la dictadura, hablaba, a propósito de la próxima Conferencia del Partido Comunista, de la necesidad de realizar en Cuba una “renovación indispensable”. Es de suponer que esa renovación no contempla la derogación de las leyes represivas que mantienen en el poder a la gerontocracia “revolucionaria”. Los cambios económicos, necesarios para la supervivencia del sistema, no suponen en absoluto reformas de tipo político.
La represión, lejos de atenuarse, ha ido en aumento. En el año 2.011 se produjeron un total de 4.123 arrestos de corta duración contra opositores al gobierno, de los cuales 796 se registraron en el mes de diciembre, lo que supone un verdadero “record”, según la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional. El gobierno de Raúl Castro ha cambiado la estrategia de largas detenciones por encarcelamientos breves pero continuados. Ese es el caso de Guillermo Fariñas quien en la primera quincena de enero de este año ha sido detenido en cuatro ocasiones.
El pasado 23 de diciembre, en una nueva operación de imagen, Raúl Castro anunció el indulto de 2.991 reclusos, pero solo siete de ellos eran presos políticos. En las cárceles cubanas hay todavía unos 50 prisioneros de conciencia, según la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional. El trato que reciben es inhumano. La prisión de Aguadores, en Santiago de Cuba, donde estuvo encerrado Wilmar Villar Mendoza, es una de las más duras. Como represalia por no querer ponerse el uniforme de reo común, Villar Mendoza fue encerrado en una celda de castigo sin ropa ni agua, donde inició la huelga de hambre que le llevó a la muerte.
Los Castro llegaron al poder con la violencia y se mantienen en el poder con la violencia. Las reformas son fuegos de artificio; los muertos en defensa de los derechos democráticos, son muertos reales, muertos de verdad. Demasiados.
- 23 de enero, 2009
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