El cortejo suicida del Partido Republicano
"¿Le van a usted mejor las cosas hoy que hace 4 billones (trillion) de dólares?" – Ex candidato presidencial Rick Perry
Es el gancho electoral del año, y si bien el autor no lo trasladará a las generales, el candidato eventual sí lo hará.
La acusación es sencilla: el manirroto gasto público del Presidente Obama ha elevado peligrosamente la deuda nacional dejando un paro alto y una economía estancada. Correspondientemente, ha elevado considerablemente el alcance y las competencias del estado con nuevos derechos sociales y regulaciones opresivas, avecinándose impuestos más elevados (para compensar el gasto público sin precedentes).
En el año 2010, ese discurso condujo a los Republicanos al triunfo electoral histórico. Durante la mayor parte de 2010, dominó el discurso de Washington. La información rebosaba de conceptos de deuda: que si techos, que si supercomités, que si la comisión Simpson-Bowles de disciplina fiscal.
¿Qué va a hacer el inquilino de la Casa Blanca? Admite que la tesitura es mala. Sabe que sus principales iniciativas legislativas — la reforma sanitaria Obamacare, la batería de medidas de estímulo de casi 1 billón de dólares, la legislación (tumbada) del régimen de intercambio de emisiones — son impopulares. ¿Cómo se logra la reelección, si no te puedes postular a cuenta de tu gestión ni tu política?
Inventando una narrativa totalmente nueva. Se formula una polémica totalmente novedosa. Se cambia el tema de tu trayectoria y tu ideología, de la masiva deuda pública y de la extralimitación del estado, a la justicia social y las desigualdades. Se transforman las elecciones en un referendo en torno a la formación que realmente se interesa por uno, el partido que te defenderá de los avarientos ricos que han saqueado al 99% y han privado de esperanza a la clase media.
Esta acusación, también, es sencilla: los Republicanos hacen las veces de garantes y colaboradores de los plutócratas, los explotadores que han sacado tajada mientras América sufre. Ellos anteponen la formación a la nación, a los donantes de muchos ceros por delante de la gente, al poder político por encima de todo.
Todo es bastante simple, al plasmar de manera idónea el núcleo maniqueo del movimiento Occupy — culpe a las rentas altas, luego póngalas a caldo. Pero la verdadera belleza de esta estrategia es su adaptabilidad. Aunque su primer objetivo fue el vago Congreso que protege a las rentas altas, está confeccionada perfectamente para dar cabida a los inconvenientes del favorito Republicano Mitt Romney — el plutócrata, el capitalista, el del 1%.
Obama dio a conocer esta contra-versión de la lucha de clases en su discurso "Teddy Roosevelt" del 6 de diciembre y desde entonces no ha gobernado un día. Cada intervención, cada propuesta, cada fraude "estamos impacientes" a la Constitución — como los nombramientos en receso cuando el Senado no está de receso — se diseña para encajar en este discurso de reelección.
De ahí: ¿Donde presenta Obama a bombo y platillo al responsable de la nueva Oficina de Protección del Consumidor Financiero nombrado con el legislativo de receso? En un mitin en el estado clave en el aire de Ohio, una palestra para que Obama se declare el tribuno del ciudadano, el azote de los grandes bancos y de sus guardianes Republicanos sin alma.
Durante las primeras semanas, la jugada de la envidia de clase surte algún efecto, impulsando ligeramente la popularidad de Obama. Pero la versión todavía cojea, sufriendo en parte a consecuencia de su asociación con un tumulto de Occupy que ha consumido de sobras su buena acogida inicial.
A continuación llega el giro argumental. Viene entonces la sorpresa política más sonada desde las legislativas de 2010: el discurso Demócrata de la guerra de clases cogido con alfileres adquiere de pronto bríos y legitimidad a través de… ¡los Republicanos! Newt Gingrich y Rick Perry exponen que las compras subrogadas practicadas por la empresa de Romney Bain Capital no son sino capitalismo buitre que saquea empresas y las agota mientras destruye de paso las vidas de los trabajadores.
El secretario de la federación sindical AFL-CIO Richard Trumka asiente con aprobación. El cineasta Michael Moore se pregunta públicamente si Gingrich no le ha robado a sus asesores. El ataque a Bain/Romney convierte instantáneamente la campaña de guerra de clases de Obama de ataque partidista en denuncia universal.
El patrimonio, las prácticas y las declaraciones tributarias de Romney ocupan de pronto el centro de atención. ¿Y por qué no? Si destacados Republicanos denuncian el capitalismo rapaz que enriquece al uno por ciento mientras empobrece a todos los demás, ¿no debe de ser ésta la cuestión de capital importancia en una campaña que tiene lugar en momentos de inquietud económica?
Bien, las desigualdades económicas son una cuestión importante, pero la idea de que son la causa de la actual tesitura económica de América es absurda. Aun así, de un golpe, los Republicanos han triunfado transformando un gancho Demócrata — una tentativa trasnochada de salvar la reelección desviando la atención pública de su actuación — en el eje central del discurso político nacional.
¿Ha cambiado rápidamente la tónica o qué? El miércoles, la cámara baja Republicana se volvía a reunir para rechazar la subida proyectada del techo de la deuda de Obama en 1,2 billones de dólares. (En ausencia de la conformidad del Senado, el techo de la deuda se elevará no obstante). Nadie se dio cuenta. Vino en la página A16 del New York Times. Todos los ojos están puestos en las declaraciones tributarias de Romney y en Carolina del Sur.
No se trata de ninguna conspiración de los medios convencionales. Es el propio Partido Republicano metiéndose de lleno en terreno de Obama.
El presidente es un caballero muy despierto. Pero si gana en noviembre, no será ése el motivo. Será la suerte. No podría haber escogido unos rivales más autodestructivos.
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