Estampitas y políticos
Viajando en un ómnibus, usted ve subir a dos o tres niños que van pasando a los pasajeros estampitas de santos en la espera de alguna recompensa económica; sus ojos vidriosos, sus miradas…, la realidad de sus figuras dejan a la vista otra realidad, la de un país donde los políticos que han perdido masivamente su credibilidad, siguen en su estilo de tomar por tontos a los paraguayos pues prometen un Gobierno para todos, sin exclusión de liberales, etc., etc.; en fin, están en el discurso repetido, y de un vistazo anticipado se ve que saldremos perdidosos a la hora de votarlos, pues no mejorarán la situación.
Una pésima educación (sabemos que la educación es un factor vital para el desarrollo de un pueblo) está a la vista. Hasta ahora la misma es un tema pendiente que al Gobierno no le importa mucho.
Los discursos populistas ansían despertar la adrenalina.
A la gente del pueblo a la legua se la ve descontenta; hay una sensación de desencanto generalizado. ¿Ciertos políticos que prometen un país con corrupción cero son o se hacen, o creen que cualquier promesa al electorado le basta y sobra? ¿Este país se está convirtiendo en un paraíso de mentiras?
No encuentro, particularmente, un político fiable.
Y si lo encontrara no lo votaría (me permito la contradicción), pues hará lo que todos hicieron, matemática, sistemáticamente, o sea enriquecerse y enriquecer a su entorno a costillas del pueblo.
Usted escucha una charla en un colectivo y ya tiene el noticiero del día, pues la conversación entre dos pasajeros gira en torno a los impuestos que deben pagarse sin que haya dinero para tal fin, y la falta de los recursos para cubrir los gastos de los útiles escolares.
Mas para qué hablar sobre otras realidades. Usted sabrá, lector, a través de su propia y candente realidad, el panorama de nuestro país. Usted es, en otras palabras, el botón de la muestra. No lo quiero incomodar, ni mucho menos. Simplemente deseo dejar una constancia de la situación del Paraguay reflejada en sus problemas cotidianos, en su larga lucha para ganarse el pan de cada día y ofrecer una buena educación a sus hijos.
De su realidad hablan los impuestos que debe abonar y del destino que se le da a su aporte. ¿Y qué destino se le da? Pues a veces el bolsillo de las autoridades para que ellas tengan un buen pasar. Y buen pasar equivale a una casa lujosa, un auto de aquellos que uno no podrá adquirir trabajando honestamente.
Sobre la plataforma de su desfachatez, de sus robos sabidos, de su falta de coherencia, de su pasado sucio, los políticos hacen cínicas maniobras para comprar, de una u otra manera, nuestro voto. No tienen dignidad. Valga la oportunidad para señalar que hay muchos que aún conservan la ética, la transparencia, pero viene a ocurrir que últimamente se están convirtiendo en una selecta minoría.
Subirá el precio del gas y de la nafta.
Desde luego, ya tenemos el “paisaje” de la suba del costo de la carne, de las verduras, de la canasta familiar, de los medicamentos, de todo cuanto está a la venta. Y eso conlleva más esfuerzo para que el sueldo llegue a fin de mes sin reducirse a cero.
Por ahí (quizás, tal vez, a lo mejor… ) votaría por alguien que no mienta mucho, lo que ya es demasiado pedir.
Ah… Cuanto más los políticos prometen en sus discursos luchar contra la corrupción, más se incineran, porque llevan la cruz de la corrupción en sus frentes.
- 23 de enero, 2009
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