El Salvador: Competitividad, sin supersticiones
La "Iniciativa para la competitividad", recientemente lanzada por Fusades, es un nuevo (y esperemos que definitivo…) esfuerzo para que la dirigencia salvadoreña tome finalmente conciencia del impacto positivo, que tendría un incremento de la productividad en la calidad de vida de las personas. Especialmente de las más carenciadas.
La referencia a la dirigiencia no es exclusiva a la política, que sin dudas debe mejorar mucho, sino también a la empresarial y a la académica. Toda.
Los latinoamericanos pareciéramos tener una particular predisposición para condimentar cualquier análisis de política económica con argumentos pseudo-ideológicos. Burdas ofensas a la inteligencia.
Un ejemplo es el tema de la moneda: tomando distancia tanto de quienes consideran la dolarización un dogma de fe, como de quienes la rechazan por cuestiones que sólo podría explicar la psiquiatría, la realidad es que a la estabilidad monetaria existente hay que agregarle una agenda de competitividad. Que requiere un buen clima de negocios.
Las evidencias muestran que tener una moneda depreciada, tal como está el dólar no sólo frente al euro sino también frente al quetzal…, no es garantía de crecimiento y de desarrollo. La competitividad (la verdadera) no radica en el valor de la moneda.
¿Competitividad o productividad? La realidad es que a los efectos prácticos ambos conceptos son sinónimos, tal como lo indica el Indice de Competitividad Global (ICG), del Foro Económico Mundial, en su oportuna definición de competitividad: "conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país".
Es simple: altos niveles de productividad favorecen la rentabilidad de las inversiones efectuadas en una sociedad. Y dado que la rentabilidad es un formidable impulsor del crecimiento económico, se cierra el círculo virtuoso: competitividad/ productividad, prosperidad personal, rentabilidad, crecimiento genuino. Desarrollo. La ruta es clarísima. No hay otra.
Y tampoco hay otra que aceptar las evidencias internacionales acerca de la abrumadora correlación entre el nivel de productividad de una sociedad y el nivel de prosperidad de sus habitantes. Los intentos por negarlo sólo pueden provenir de la necedad.
O del interés por mantener sumergida a la población en la pobreza y la ignorancia. Que de esos dirigentes también hay. Disfrazados de izquierda y de derecha. Sólo hacen falta ojos para verlos. Están en el negocio del "subdesarrollo sostenible".
Mucho se ha hablado sobre la involución de El Salvador en diversos rankings internacionales, tales como el mencionado ICG, el de Haciendo Negocios (Doing Business) del Banco Mundial, referente a la mayor o menor burocracia en los trámites, o el Indice de Libertad Económica. Son, apenas, el termómetro que indica la fiebre.
La forma de curarse, sin embargo, no pasa por obsesionarse con mirar el termómetro como si fuese un talismán, con supersticiosa e ingenua esperanza. Menos aún por lamentarse de que la fiebre no baje, cosa que nunca hará mientras no se comience el tratamiento. Pasa por tomar los remedios.
Hablando de remedios…, en el evento de lanzamiento de la Iniciativa para la Competitividad se escucharon dos recetas, que sin bien no eran totalmente contrapuestas, hacían énfasis en cosas diferentes.
El primer ponente, Nicolás Barletta, del "Consejo Nacional de Competitividad" de Panamá, habló de los conceptos esenciales. Nunca perdió de vista el objetivo del asunto. Estuvo excelente. Ese es el camino.
El segundo expositor, Marco Llinás, del "Consejo Privado de Competitividad" de Colombia, abrumó a la audiencia con una escalofriante descripción de cuadros y cuadritos que, supuestamente, mostraban la "democrática inclusión de sectores" en la institución que conduce. Con porcentajes meticulosamente asignados para cada grupo de interés.
Dió la impresión de estar más preocupado por asegurarle cuotas de poder a los sectores (existentes…), que por la competitividad misma. Un tufillo a mercantilismo invadió la sala. Ese no es el camino.
Con tanta obsesión por la "democrática inclusión de sectores" Llinás le terminará dando la razón a Jorge Luis Borges cuando se refería a la democracia como ese "supersticioso abuso de las estadísticas".
Hasta la próxima.
El autor es Ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.
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