Argentina: El capitalismo de avivadas
El retorno de la Presidenta de la Nación a sus actividades habituales permitió seguir echando luz sobre los lineamientos de políticas y relatos que caracterizarán el tercer mandato kirchnerista, el segundo mandato de Cristina y el primer mandato del cristinismo.
En efecto, va quedando claro que la anunciada “sintonía fina” no sólo disfraza la necesidad de frenar la exacerbada fiesta populista, reduciendo los subsidios al consumo de energía eléctrica, gas, algunos alimentos y al transporte, y moderando los aumentos salariales, sino que, para “emparejar” las cargas, también incluye un fin de fiesta, o al menos un ajuste del “capitalismo de amigos” que ha prevalecido en estos años.
La Argentina enfrenta la típica restricción externa que, más temprano que tarde, genera el populismo al incrementar artificialmente el consumo bien por encima de la producción y desalentar, simultáneamente, el ahorro interno, el crédito y el mercado de capitales, induciendo al atesoramiento de moneda extranjera.
Entiéndase bien, en la Argentina la restricción externa no es fruto de una falta estructural de dólares, es consecuencia de políticas que impiden que los dólares que se generan se queden en el país y de la ausencia de incentivos para tener una verdadera actividad exportadora.
Pero, bueno, la realidad es que ahora faltan dólares para pagar los compromisos fiscales del Gobierno en moneda extranjera, para pagar las importaciones necesarias para mantener el nivel actual de consumo, para financiar los pagos privados de dividendos, regalías y deudas, y para abastecer el ahorro de los argentinos.
Seguir usando los dólares de las reservas para pagar deuda obliga a una nueva definición de “reservas de libre disponibilidad” (ya son negativas en más de US$ 5.000 millones), lo que resulta fácil con el Congreso “de libro cerrado” que tenemos hoy, pero implica un atentado al relato, y una amenaza a la política de mantener el tipo de cambio nominal y la brecha cambiaria con variaciones suaves. (Cualquier indicio de que las reservas caen demasiado y que pueden resultar, en algún momento, más escasas alienta la demanda de dólares “por las dudas”.)
Por lo tanto, y dado que reducir los compromisos de deuda externa sería un nuevo default o mayor endeudamiento (algo complicado en el mundo de hoy, más allá de atentar contra el relato del desendeudamiento), las alternativas para mantener las reservas internacionales del Banco Central resultan obvias: control de importaciones, mecanismos “informales” para reducir los pagos al exterior de las empresas, regulaciones formales e informales para evitar el giro de dividendos y control de cambios formal e informal, para reducir las compras de dólares para atesoramiento.
Para colmo de males, los problemas de sequía reducirán la oferta de dólares del campo, y la mala política energética obligará a mayores importaciones, mientras que la crisis europea puede generar, al menos sectorialmente, excedentes de oferta de bienes que antes compraba el Viejo Continente.
Pero el control de importaciones tiene consecuencias sobre el nivel de actividad. Cuánto más estricto sea, menor será el crecimiento o, incluso, para conseguir la implícita “meta moreniana” de los US$ 10 mil-12 mil millones, haría falta una recesión.
Ha llegado, entonces, la hora de hacer “sintonía fina” también en el capitalismo de amigos que, de pronto, han dejado de ser amigos, para ser unos “vivillos” que se han aprovechado de la generosidad presidencial y, en lugar de invertir y producir más, especulan o frenan sus inversiones.
Otra vez, el diagnóstico oficial ignora la política económica y recurre a las normas administrativas, al voluntarismo y al “apriete”.
En lugar de replantear las políticas que desincentivan la inversión, tanto en materia de precios, reglas, derechos de propiedad, restricciones a importar y exportar, etcétera, en especial en el sector energético y agroindustrial, pero en general en toda la actividad productiva, ahora se recurrirá a más normas administrativas, más regulaciones “informales”, más acuerdos “caso por caso”, más presiones, más “policía”, para disciplinar a los empresarios y terminar con “las avivadas”.
Se cierra, entonces, el círculo de la “sintonía fina”: no sólo el ajuste será “administrado”, también la lealtad o las avivadas de los amigos.
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