La democracia en Argentina: Por una alternancia razonable
El Imparcial, Madrid
Mariano Grondona publicó recientemente en La Nación un artículo que ilustra a las claras una de las tantas flaquezas del sistema político argentino cual es la ausencia de un esquema bipartidista que permita al electorado optar periódicamente entre posiciones de izquierda o de derecha.
En la Argentina, señala Grondona, este esquema resulta de difícil realización entre otras razones porque confesarse de derecha se ha vuelto un motivo de vergüenza en virtud de proceso iniciado hace décadas que el peronismo, dada su propia índole “movimientista” (que lo sitúa en una vereda u otra según el liderazgo de turno) contribuyó no poco a consolidar. Que el partido radical no haya sabido ocupar un espacio de centro derecha terminó de crear, agrega Grondona, una “extraña configuración política” que podría tildarse de “bipopulista” y en la cual “el peronismo llevó casi siempre las de ganar”.
El diagnóstico nos pone frente a una encrucijada que es de esperar podamos prontamente resolver. O bien emulamos el ejemplo de los países que generan alternativas más socialistas, de un lado, o más liberales, de otro (en una fórmula acaso ideal donde los extremos revolucionarios y reaccionarios no descuellan), con ciudadanos capaces de ponderar el valor de la alternancia y de “castigar” con el voto los errores de sus gobernantes, o, de lo contrario, seguiremos condenados a vivir bajo modelos hegemónicos, propensos a eternizarse, a atropellar la legalidad y a estigmatizar a sus adversarios. De este modo, libertades a alto precio conquistadas se perderán y nos aislaremos todavía más, económica y culturalmente, de un mundo al que supimos medianamente pertenecer, abroquelados en defensa de una forma de concebir la política que se vería mejor alojada en el desván de nuestros recuerdos.
Escenarios posibles todos ellos, para una democracia que, como escribió por su parte Santiago Kovadloff, “asienta su despliegue en el desprecio por la diversidad de criterios en el campo de las ideas, en la tergiversación de los índices inflacionarios, en la negación del federalismo, en la inseguridad jurídica, en la tolerancia a la corrupción, en los asesinatos impunes y en la convalidación de un sindicalismo perverso”, aspectos todos ellos que cierta bonanza económica disimula pero sobre los que es menester insistir cuando ya comienza a hablarse de nuevo de una reforma constitucional que garantice la perpetuación del “modelo”
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