Caras y caretas cubanas
Todos los cubanos que hemos vivido largas décadas de nuestras vidas en la Cuba de este más de medio siglo hemos conocido muy bien la llamada 'careta cubana' en el comunismo. Todos fingíamos en la cuadra, en el trabajo, en el centro de estudios. Teníamos terror que el Comité de Defensa de la Revolución de la zona hiciera un informe negativo de nosotros y para evitar eso nos poníamos la careta cubana y pagábamos la cuota, asistíamos a varias reuniones, guardias nocturnas, trabajos voluntarios y asambleas de la circunscripción. Igual hacíamos en el centro de trabajo o de estudios participando en los círculos de lectura de los discursos de Fidel Castro, asistiendo a marchas en la plaza, el malecón y a largas jornadas voluntarias en la caña, el café, la papa y en cuanto capricho o ineficiencia tuviera la dirección de la (contra) revolución del país. Todos fingían y fingen. Esa eran –y son- las mascaras que todos los cubanos usamos en el teatro de la vida en Cuba.
Dentro de Cuba algunos sufrimos ver esa enfermedad nacional de la careta y llenos de sueños e idealismo pensábamos que algún día eso acabaría cuando fuéramos capaces de rebasar esa larga dictadura que controla toda Cuba. Ese capitulo todavía no lo hemos podido ver, pero sin embargo ya no lo esperamos con aquella ingenuidad y romanticismo que teníamos. Al ser (de verdad) desterrado de Cuba en los anos 90 del cercano siglo pasado hemos vivido en los Estados Unidos uno de los países baluartes de la libertad y hemos conocido las "caretas de la libertad" por miedo a perder el trabajo y el rating social. Es raro encontrar un cubano exiliado que no haya tenido que volver a buscarse una nueva careta o desempolvar la que trajo en la maleta de Cuba. Ahora no tenían que fingir ante el administrador o secretario del partido, o el CDR, ahora era ante el exiliado dueño de la factoría, restaurant, negocio o centro de trabajo que los empleo. Sabíamos que el cielo en Cuba también era azul, pero decíamos que era del color que sabíamos quería oír nuestro nuevo oyente. Igual que en Cuba atropellamos la verdad y no defendíamos al que le estaban haciendo una injusticia para no buscarnos problemas con las autoridades, ahora asumimos igual actitud para evitar problemas con el empleador.
He llegado a una fea y triste conclusión: la mayoría de los seres humanos no se muestran como en realidad son. El miedo acompaña y paraliza a los seres humanos en los dos sistemas y los hace ciudadanos mediocres allá y aquí. Igual que en Cuba, he conocido en Miami a hombres buenos y decentes encogerse y empequeñecerse ante el terror de contradecir a un dueño o jefe que obre injustamente. Es patético y desconcertante ver a esas personas ponerse mascaras y ocultar sentimientos, razones, o sonriendo y poniendo cara de tonto porque viven atrapados por el temor a las represalias y criticas que pueden recibir. Esa falta de libertad e impotencia enferma y conforma una masa humana de resentidos y amargados en los dos sistemas. En el comunismo no se es libre nunca y en el capitalismo solo cuando eres dueño o te retiras.
Hay otra posición -en la que he vivido siempre- pero que solo la asumen muy pocos en la vida porque se suele pagar altos precios, aunque tiene su parte buena en la tranquilidad y respeto a usted mismo cada día que se para ante un espejo para afeitarse. Me refiero a los sin caretas, esa minoría mal calificada de "inmaduros", "rebeldes" y "conflictivos", cuando de lo que se trata es de personas autenticas y transparentes que no sintonizan con los coros de la Habana, ni de Miami y los enfrentan. Y que ni allá, ni aquí se dejan intimidar por los esbirros de ambas partes. Aquí los esbirros hoy son supervisores convertidos en perros de presa de sus jefes o dueños y otros son sargentos políticos de algunas figuras y organizaciones.
El mundo cada día será peor si igual que se hace en las celdas de las cárceles se siguen escogiendo o imponiendo para mandantes los mas malos.
- 23 de enero, 2009
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