Asesinos de sueños
La Vanguardia, Barcelona
Aquel viernes cuando Taib estaba estudiando Física, preparándose para aprobar el bachillerato, el otro estaba preparando las mezclas explosivas para destruir los sueños de toda una familia". Quien así habla es la presidenta de la Asociación de Víctimas 16 de Mayo, la tangerina Soad Begdouri, que perdió a su hijo Taib, de 17 años, y a su marido Abdelwahed El Khammal, un famoso abogado, en los atentados de Casablanca. Su hijo fue la víctima más joven, y murió porque su padre lo había llamado para cenar juntos en el restaurante Casa España.
Perpetrados por 15 suicidas, estos atentados afectaron a cinco zonas de la ciudad, la plaza de Sahat Al Arsa, el Club de la Alianza Israelí, el restaurante Le Positano, la Casa España y el hotel Farah. Murieron 45 persones –cuatro españolas– y un centenar resultaron heridas. Soad estaba en Francia acompañando a su hija Safae, que recibía un premio de la Academia Francesa, y tiempo después escribió un libro brutal titulado Trop tôt en la versión francesa, donde relata su tragedia. Este es un intenso fragmento: "Mi marido cayó muerto en la primera explosión, y como Taib estaba en el salón viendo la televisión, lejos del padre, no le pasó nada, pero no pensó en huir como hicieron los supervivientes, y corrió a buscar a su padre. Cuando estaba cerca del cadáver el otro pulsó el segundo botón y mi hijo cayó al suelo, no pudiendo ni siquiera llorar por su padre o besarle la mano como solía hacer, aunque fuera por última vez". Era un estudiante brillante.
No imagino qué sienten Soad y su hija Safae, o el resto de los familiares de las víctimas de Casablanca. Probablemente no dirán nada, en un país donde la palabra del rey es palabra de Dios, pero el indulto que Mohamed VI ha otorgado a tres de los ideólogos de los atentados de Casablanca debe provocar un hondo sentimiento.
Desde la perspectiva humana, es un insulto que resulte tan barato asesinar en nombre de una ideología totalitaria. Pero desde la perspectiva de la lucha contra esta ideología violenta, resulta una noticia muy preocupante. Y no tanto por el hecho, sino el motivo por el cual Mohamed VI toma esta decisión: por debilidad. Marruecos es un polvorín con una oposición islamista muy poderosa, que hace tiempo que domina las universidades y la calle, y cuya versión light está ahora en el Gobierno. No es casualidad que el ministro de Justicia sea islamista. Es cierto que no son los violentos de Casablanca, pero el islamismo –en todas sus vertientes– va tiñendo la sociedad marroquí de manera imparable y el rey empieza a guiñarle el ojo con el fin de sobrevivir. Es la última pieza que falta del rompecabezas del Magreb. Cuando caiga Marruecos, todo será islamismo.
Es decir, todo será mirada feudal y retrógrada del islam. La primavera de los derechos y la esperanza habrá dado paso definitivamente a un largo invierno.
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