¿Será la Nación Cubana del futuro, una Cuba castrista?
Es una verdad demostrable que con la llamada “revolución cubana” la República de Cuba ha perdido más de medio siglo en la lucha que las naciones libres llevan adelante por un futuro mejor para todos sus hijos. Esta verdad es aplicable tanto al desarrollo económico, como al social, el político y el moral. Cuba y los cubanos han sufrido el haber sido dirigidos por un equipo políticamente dictatorial, incompetente económicamente, elitista socialmente y anti-cristiano moralmente, a pesar de la posición oportunista de la Iglesia Católica Cubana actualmente.
Sin embargo, la proyección internacional de la Cuba castrista no es esa. La propaganda de los medios cubanos, aunada a la adoración por parte de la izquierda mundial –y su prensa “comprometida”– han apagado parcialmente las realidades dentro e la isla, de manera que existe un sentimiento generalizado de que “los cubanos somos ‘‘gentes’’ gracias a Fidel Castro”.
En esto desde luego hay una crasa equivocación, patente en países cercanos geográficamente como Latinoamérica, así como en países que forman parte de nuestras raíces, como España.
La realidad cubana ha provocado una situación de calamidad pública en el área económica, una atmósfera irrespirable con su férrea dictadura política, un deterioro social de los padrones de vida civilizado –llegando hasta la haitianización del país– y una decadencia ética y moral que resquebraja la sociedad cubana de manera probablemente irreversible, a pesar del apoyo inexplicable de parte de la alta jerarquía católica cubana, vendida en este postrer momento.
Países como Brasil y España se equivocan con Cuba al pensar que el camino de aprovechar la debilidad de la dictadura actual les permitirá eternamente explotar a los cubanos cual si fueran colonias de ultramar. Se equivocan también al pensar que el dictador cubano los protegerá para siempre en su empeño de aprovecharse de las penurias actuales del sufrido pueblo cubano y se equivocan al creer que una figura como Fidel Castro nació en Cuba “por pura casualidad”.
Fidel Castro –no cabe dudas– es un hombre con cualidades excepcionales, pero que las ha dedicado a una lucha psicótica contra los Estados Unidos. En ello arrastró –con su tozudez– al inerme pueblo cubano, tras haber salido victorioso –gracias al apoyo soviético– de la guerra civil cubana de los años 60 y 70 del siglo pasado: casi 10 mil fusilados y centenas de miles de jóvenes cubanos presos largos años, fue el pedestal en que se erigió su hegemonía actual.
Cuba era, en 1959 –al triunfo de Fidel Castro– uno de los países latinoamericanos más desarrollados económicamente, más adelantados socialmente, con una ética social y familiar a la par de las mejores prácticas de entonces. Había una dictadura política (otra) que la Nación cubana combatió confiando en un líder carismático, que posteriormente reconoció haberle mentido al país (escrito en un libro de memorias) engañándolo para implantar el comunismo.
Económicamente Cuba estaba, sino en el primer lugar, muy cerca del mismo en Latinoamérica en lo que a PIB per cápita respecta, por encima de gigantes como Brasil México y Argentina y por delante de países hoy desarrollados como España, Francia Alemania e Inglaterra. Socialmente, los indicadores cubanos no sólo superaban al resto de Latinoamérica, sino por encima de los índices actuales, como carros, casas, periódicos, salas de cine y aparatos de TV por 1000 habitantes, así como en índices de alimentación, contrastando con el hambre actual.
De manera que los cubanos no “somos gente” por causa de Fidel Castro. Cuba ya era un país por encima de los países de la enorme mayoría de la izquierda regional, que vive en naciones en las que –en la década del 50 del siglo pasado– ni siquiera aspiraban a acercarse a los estándares del nivel de vida cubano de entonces. Eso tiene un significado y es que una personalidad como Fidel Castro (personalidad para el mal, pero personalidad al fin) sólo podría haber surgido en un país con las excepcionales condiciones políticas, económicas y sociales de la Cuba de antes y no lo contrario, como la propaganda de la izquierda quiere hacernos creer.
Pero la equivocación de Brasil y España no impedirá, igual como hizo Fidel Castro antes –que expropió sin compensaciones empresas extranjeras (básicamente de EUA, pero no sólo de ese país)– surja futuramente otro cubano similar (en este caso un hombre “de bien”) que confisque las empresas españolas y brasileñas que se empeñan hoy en aprovecharse del dolor y el sufrimiento de los cubanos, adueñándose ilegal y arbitrariamente del patrimonio nacional.
La dictadura cubana está en una coyuntura muy complicada. Ha fracasado económicamente y abraza el peor capitalismo posible: aquel que discrimina a los cubanos y que vende el país a precio de subasta al capital extranjero. El régimen político dictatorial es insustentable, basado en el unipartidismo (ya refrendado oficialmente) dejando en manos de los dirigentes del mismo partido único que llevó Cuba a la bancarrota económica, social y moral, la dirección del país.
No se ve una luz al final de este largo túnel al que nos ha llevado la terquedad de la familia Castro. Sin embargo, lo que no cabe dudas es que la situación actual es insostenible. La dictadura no es posible defenderla más, en base a la existencia de EUA. La economía no va a levantare sin el concurso de todos los cubanos y no solo de los capitales extranjeros; la moral no va a re-erigirse solamente negociando con una Iglesia Católica cómplice de la dictadura, que no sólo la respalda oficialmente, como que ha propiciado la visita del Papa a la isla para apoyar el régimen, pero que podría constituirse en una oportunidad providencial de clamar por libertad.
No es predecible el final, pero es evidente que se acerca a pasos agigantados. No ha habido en la historia de la humanidad un país que como Cuba, consiga sostenerse de la manera como Raúl y sus generales quieren: abrazando un capitalismo discriminador hacia su propio pueblo. China es el modelo esgrimido, pero tanto en Cuba como en China, “ese mal no durará cien años”. Sin democracia, sin libertad, sin que cada hijo del pueblo cubano se sienta responsable por su futuro y el de su país, no habrá nación sobre la tierra que estabilice su sociedad con vistas a construir un país de oportunidades para todos sus hijos, dentro y fuera de la isla.
Para los católicos cubanos nos resulta insoportable, en este poster momento, ver como nuestra Iglesia –igual como lo hizo erróneamente durante las guerras de independencia– se cambia de lado abandonando su pueblo y vendiéndose a la dictadura que nos oprime por un “plato de lentejas”. El mejor homenaje que podría auto-hacerse el propio pueblo de Cuba que sufre, durante la visita programada del Papa a Cuba, sería, en medio de las misas masivas que va a celebrar en la isla, gritar a todo pulmón y sin descanso ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!
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