El Salvador: No hay mal que dure cien años

El Diario de Hoy

La campaña electoral ha provocado una ola de comentarios escépticos, enfocados en la falta de originalidad y la superficialidad de los mensajes de muchos de los candidatos. El escepticismo fácilmente se convierte en cinismo y lleva rápidamente a la idea de que nada realmente importante pasará en estas elecciones. Este es un grave error. Las elecciones marcarán un paso importante en dos procesos simultáneos que parecen estar llevándonos a un mejor futuro.

Primero, la nueva manera de votar por persona va a tener un impacto enorme en la política del país. Después de las elecciones se volverá obvio que la fuente del poder ha cambiado en los partidos políticos. Actualmente, el poder emana de las cúpulas de los partidos, de tal manera que el poder que un político comanda es directamente proporcional a la cercanía que tienen a dichas cúpulas. Tienen tanta influencia como dichas cúpulas les quieran dar. El mensaje de los partidos es totalmente unificado. No hay diferencias públicas de opinión entre los miembros del partido. Los que hablan en público lo hacen por delegación de las cúpulas, como voceros de ellas, no como políticos con opiniones propias y apoyo propio. Todo esto es así porque las cúpulas han sido hasta ahora las que han definido quiénes irán como candidatos para las diputaciones y en qué orden serán elegidos con los votos que el partido recibe. Los diputados responden no al pueblo sino a las cúpulas que los han puesto donde están.

Después de estas elecciones se volverá obvio que con las nuevas reglas de votación la fuente del poder ya no serán las cúpulas sino los ciudadanos, que votarán por persona. Los miembros del partido que tendrán más poder serán los que tengan más votos. Las cúpulas se irán convirtiendo en lo que son en los países desarrollados—grupos profesionales de coordinación logística, encargados de mantener los servicios comunes de sus partidos pero sin ningún poder político real. Los políticos comenzarán a tener opiniones propias dentro del marco de la ideología de sus partidos porque necesitarán diferenciarse de sus colegas para ser electos. Comenzarán a interesarse más en la cosa pública para poder dar cuenta a sus votantes de lo que han hecho con sus mandatos. Aunque esta transformación durará más de una elección, sus efectos se sentirán inmediatamente porque los políticos no miran hacia las elecciones anteriores sino hacia las siguientes para conformar su comportamiento.

Esta transformación tendrá un efecto moderador en las ideologías de los partidos porque la población es más moderada que las cúpulas, y en la medida en la que el poder se mueva de las segundas a la primera los políticos se volverán menos polarizantes. Este efecto se verá más marcadamente en el FMLN. Los moderados, no los radicales, son los que más votos van a conseguir, y eso dictará el curso del partido. Mientras más moderado se vuelva el FMLN mayor será la estabilidad política del país, lo cual dará más confianza a los inversionistas y nos llevará a un mayor crecimiento económico.

Este proceso está coincidiendo con otro, paralelo, que lleva también hacia una época de mayor optimismo. Este es el gradual retorno de la confianza en el futuro del país que ya está comenzando a verse. No es necesariamente que la confianza en el gobierno del Presidente Funes haya aumentado, sino que el miedo a que pueda descarrilar al país o tirarlo a un régimen comunista o Chavista ha ido disminuyendo. Cada vez se vuelve más claro que las instituciones salvadoreñas no colapsarán como han colapsado en otros países de la región ante los embates del ALBA. Esta nueva confianza y el cambio en la fuente del poder político se combinarán para dar una nueva estabilidad política al país. Bien dicen que no hay mal que dure cien años…

El autor es Máster en Economía, Northwestern University y columnista de El Diario de Hoy.