¿No más secuestros?
El título es atractivo y el contenido prometedor. El problema es que los firmantes no tienen credibilidad y ya han engañado en el pasado. En el comunicado de las Farc, donde se comprometen tanto a liberar a los diez oficiales y suboficiales que tienen en su poder desde hace más de doce años como a dejar de secuestrar civiles con fines económicos, lo único que parece seguro es que cumplirán la primera promesa, pero más allá de ese gesto, resulta difícil creer que puedan poner en marcha el segundo punto en el corto plazo.
Señalan que suprimen uno de sus métodos de financiación, el llamado Decreto 002 que instauró el ya fallecido Mono Jojoy en el año 2000, en pleno proceso de paz con el gobierno de la época. Ha sido uno de los más rentables y el que en ocasiones desemboca en lo que los terroristas denominan “retenciones”. Supone que tanto empresas como ciudadanos del común que ganen más de un millón de dólares –luego se lo aplicaron a todo tipo de estratos sociales- deben pagar el impuesto revolucionario, más conocido en Colombia como “vacuna”, si no quieren ser secuestrados.
Por supuesto que la historia demostró que cancelar la suma que ellos fijaban en absoluto eximía a nadie de padecer ese delito tan cruel. Pero la sola amenaza era un método de presión –y sigue siéndolo- muy convincente. Si ahora no vuelven a secuestrar, recurrirán a otras fórmulas para obligar a las víctimas a pagar la “vacuna” como destruir los bienes, amenazarla de muerte o desterrarla.
Al margen de que es más barato y menos arriesgado la extorsión pura que el secuestro, la cúpula fariana puede estar pensado que pueden sobrevivir sin el secuestro como medio de financiación –de hecho en el comunicado expresan que buscarán otros métodos- que sean menos visibles y más pasables para la comunidad internacional y las ONGs que están deseosas de sentarlos a la mesa de negociación.
Por tanto, ¿qué encierra la comunicación del Secretariado? No hay duda de que las Farc quieren recuperar espacio político y empezar algún tipo de diálogo con el actual gobierno. En ese sentido fueron las dos comunicaciones iniciales del nuevo jefe de la banda, alias “Timochenko”.
Saben que Juan Manuel Santos aspira a convertirse en el “Presidente de la paz”, que está dispuesto a abrirles la puerta pero necesita argumentos para enfrentar una sociedad hastiada de los engaños de la banda terrorista. Liberar a todos los uniformados es un paso apreciable para muchos sectores; abolir el secuestro, aunque sea solo de palabra, lo reduzcan y sigan practicándolo a cuentagotas y sin alharacas, es otro avance que quienes abogan por la salida política sabrán destacar. De hecho, ya han salido a pedir a los escépticos que den un compás de espera y vean el anuncio como un cambio en la dirección correcta.
Además, no hay que olvidar que en el Senado se discute una nueva ley que cambiaría la Constitución para permitir que el gobierno negocie con las guerrillas amparado por una legislación muy laxa.
En suma, las Farc toman la iniciativa conscientes de que contarán con el respaldo de una parte de la dirigencia colombiana y de líderes de opinión con mucha influencia que creen que “Timochenko” es distinto a sus predecesores. Piensan que es sincero cuando habla de buscar una salida distinta a la bélica y están convencidos de que en estos momentos, pese al recrudecimiento de los atentados de las Farc desde que comenzó el año, es posible alcanzar un acuerdo de paz con los terroristas.
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