Guatemala: Cambia la corriente
Encontró eco la invitación del presidente Otto Pérez Molina a discutir la legalización de la droga al nivel regional. Los saldos de muerte y violencia en México, varios países de Sudamérica y en nuestro Istmo hacen imperativo un desapasionado debate. Otros líderes, como Mario Vargas Llosa, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Juan Manuel Santos, el ex Secretario de la ONU Kofi Annan han abogado por políticas públicas alternativas a la prohibición. En la entrevista que concedió a Mary O’Grady del Wall Street Journal, el presidente Pérez indica que conversó con Santos y Felipe Calderón antes de convocar al diálogo. Su llamado obedece también a una evaluación realista de la capacidad que tiene la región para ganar la guerra contra el narcotráfico.
Los ciudadanos aceptamos la apertura al diálogo; proliferan los artículos, columnas de opinión y blogs encarando el tema desde distintos enfoques. Y el fin de semana, el arzobispo Julio Vian opinó que la discusión era positiva y que la Iglesia apoyaba “aquello que sea mejor para la vida”. Coincidentemente, estuvo en Guatemala el fundador del Drug Policy Alliance, Ethan Nadelman, quien dio una iluminadora conferencia. Gracias a este clima de debate, en corto tiempo se han aclarado por lo menos tres mitos.
1. “Quienes favorecen la despenalización son drogadictos, antisociales o locos”. Pues no: personas sobrias y estudiosas dan por fracasada la batalla; incluso personas con conocimiento de causa que han librado la guerra, como policías, jueces, carceleros y líderes religiosos. (Les recomiendo este video: https://www.youtube.com/watch?v=JepSzjFdCMs&feature=youtu.be)
2. “Hay que asumir la guerra contra las drogas, cueste lo que cueste”. No. En cinco años, México ha puesto 50 mil muertos y Centroamérica se perfiló como uno de los territorios más violentos del mundo. El Gobierno federal de Estados Unidos gastó $15 mil millones únicamente en 2010 y ha encarcelado a un altísimo porcentaje de sus habitantes por posesión de drogas (no crímenes duros).
A cambio, cosecha sinsabores. Aumenta la variedad de drogas ilegales y legales. En muchos lugares de EE.UU., los niños y jóvenes tienen mayor acceso a la droga que al alcohol. Las maras siguen reclutando a jovencitos como vendedores. La sensatez exigiría contemplar estrategias con una relación de costo-beneficio más razonable.
3. “No hay alternativas”. Entre la prohibición absoluta y la liberalización total, existe un abanico de posibles combinaciones regulatorias. Se puede descriminalizar el consumo, o la distribución, o la venta, o las tres cosas. Las regulaciones pueden ser distintas para la mariguana que para otras sustancias. Deberíamos estudiar lo que han hecho algunos países europeos, como Portugal y Suiza, pues implantaron políticas públicas distintas a la de Estados Unidos, más exitosas. Y hace falta volver la vista atrás, pues la prohibición es un fenómeno reciente y cabe explorar cómo se comportaban los ciudadanos comunes cuando las drogas, como el opio, eran legales. Algo valioso aprenderemos de todo esto.
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