Crecimiento en retroceso en Argentina: De combatir el capital a combatir el “tuiteo”
Cuando se llega a un nivel permanente de ignominia como el que experimentamos, lo primordial es agudizar la mirada para no perder el foco, y caer en la queja mancomunada que finalmente no aporta nada. Arturo Pérez Reverte sostiene, con precisión indiscutida, que décadas de una educación mediocre, nos han llevado a confundir espíritu crítico con pataleo. Sumidos en esa conducta, se invalidan las ideas y no asoman alternativas concretas.
Lo cierto es que el alboroto que se evidencia en el escenario político, no halla correlato con las palabras de la Jefe de Estado. Por el contrario, se contradicen, y de allí que se hable tanto del “relato”. Si algo se ha repetido hasta el cansancio es que el país ha crecido al 9%, un crecimiento a tasas chinas, que nos diferencia de aquellas otras naciones enfrentadas a severos ajustes en su economía.
De ser así, ¿cómo se explica que Mercedes Marcó del Pont sostenga ante el Parlamento, que nos veremos afectados por un “ajuste brutal” si no se facilitan las reservas al gobierno? Palabras textuales de la Presidenta BCRA. De nuevo: ¿Por qué ajustar brutalmente si crecemos y hay progreso? Al parecer, no sirve de mucho todo ello cuando prima la necesidad de reformar la Carta Orgánica del Banco Central. El escándalo que genera en ciertos sectores este tipo de incongruencias, simplifica la respuesta: vaciaron la Argentina. ¿Qué falta pues? Justicia.
Sencillo es el diagnóstico, complejo revocarlo si los responsables de corromper el sistema son justamente quienes ahora lo enmiendan. La gente hace catarsis a su manera y acorde al grupo de referencia en el que se encuentra.
Se explica así, el fenómeno de las redes sociales donde, los razonamientos para explicar todo esto son tan vehementes que fue necesario neutralizarlos con hordas de “bloggeros” al servicio del gobierno. Por lo general, se trata de jóvenes a quiénes les pagamos el sueldo para insultar sin siquiera aportar argumentos concretos que validen las diferencias de criterio.
Un dato interesante en ese contexto, es observar de qué manera ciudadanos comunes se retroalimentan y tratan de comprender qué es lo que pasa, al margen de las voces de los políticos. La brecha entre éstos (capaces de aumentar el 100% sus ingresos) y el resto, lleva a buscar otras ideas más parejas, acordes con quienes viven con los pies sobre la tierra y no en una burbuja de privilegios.
Asimismo, estos nuevos espacios de expresión permiten la catarsis necesaria para “no morir en el intento”. Esta situación, seguramente, no aporta a la construcción de partidos políticos ni a la renovación dirigencial en tanto la participación, generalmente, queda en lo virtual; pero facilita al menos, una toma de conciencia.
A su vez, los sectores más relegados y, consecuentemente, más afectados por la inflación y el modelo, también encuentran sus canales de expresión como ser las repentinas convocatorias de vecinos reclamando seguridad o mostrando de qué manera velan a sus víctimas frente a la desidia oficial.
Todos, finalmente, terminan coincidiendo en la solución más acuciante a tanto atropello. Ya sea con letreros caseros o “tweets” y demás mensajes cibernéticos, el clamor se unifica en una evidencia: corrupción; y en un concepto: Justicia. Nadie puede hablar, hoy en día, de climas destituyentes o actitudes revolucionarias. Sería poco serio.
Con la política de enfrentamientos que provoca la supresión del disenso, se produce paradójicamente, una unión impensada en otro momento. Salustriana, esa ciudadana de la puna chaqueña, con un respeto supino (que debieran aprender aquellos que aplaudieron, en lugar de avergonzarse ante el cachetazo de sentido común que les dieron), diciéndole a la Presidente que tienen otros apremios antes que ser parte del circo, es una par más de cualquier otro argentino viviendo al amparo del confort, en el epicentro de los acontecimientos.
Ambos están huérfanos de representación. A Salustriana la acallan cortándole el micrófono y subiendo la voz, al resto mandándoles una horda de “militantes de la causa” que intentan amedrentar con 140 caracteres. En definitiva, ninguno termina siendo escuchado ni atendido en sus reclamos.
En un país donde se jerarquiza a los muertos, ¿qué esperar que se haga con los vivos? Recordemos que el deceso de Néstor Kirchner fue una tragedia, pero la muerte de los 51 pasajeros es apenas una estadística. Muertos que se contabilizan, a diferencia de los “muertos que no murieron y no pueden ser contabilizados” como dice el ministro Julio De Vido.
Vale todo
Ahora bien, el pecado de Salustriana radica en que no ha extorsionado. Pidió “por favor” en lugar de cortar una ruta, esperar funcionarios para insultarlos, complicar la vida de los demás ciudadanos bloqueando algún acceso neurálgico, parando el servicio de transporte, o tomando edificios públicos por asalto. Salustriana carga sobre sí, como tantos de nosotros, pertenecer a la generación que dice “Buen día”, “permiso”, “gracias”, “por favor” y hasta pide perdón.
En el país del “Vale Todo” su modo es ingenuo, obsoleto, y en consecuencia no le dará resultado ni recibirá respuesta a sus necesidades insatisfechas (a no ser que alguno de los empresarios que acompañó a Angola, a Guillermo Moreno, se le haya acercado para intentar darle una mano) Ciertamente no es su rol, pero sería un gesto…
El país del crecimiento chino experimenta, simultáneamente, déficits impresionantes. Recientemente, la ONU advirtió que “en los últimos 10 años en la Argentina, aumentaron las villas miseria, las casas tomadas, los conventillos y la situación de calle (…)” Dato: Las Naciones Unidas no están bajo el dominio de Clarín, ni la maneja el neoliberalismo conspirativo.
Sería interesante que se digan las verdaderas causas por las cuáles, una Argentina potente, requiere ahora de ajustes apurados, aprietes varios, y puja de intereses para reducir gastos. Algo no estaba tan bien como la Presidente dice cuando, durante la “era K”, se contabilizan 438 empresas nacionales vendidas a extranjeros, y nos hallamos en el período de deserción laboral más alto de los últimos tiempos, gracias al despilfarro de planes sociales y subsidios.
Se ha establecido una delgada línea divisoria entre la improvisación y la emergencia. No se puede discernir con claridad si todos estos entuertos se deben a la impericia o a una crisis de envergadura que se ha tratado de ocultar hasta que la alfombra no pudo cubrirla más.
A esa disyuntiva se suma el miserable discurso kirchnerista que nos impone la agenda, aún cuando creamos que estamos al margen de su influencia. ¿Cómo es posible que Jorge Rafael Videla sea hoy tema de polémica? Si se hiciese una tabla cronológica con los asuntos tratados en las últimas semanas, se verá que partimos de los 80, instalando caprichosamente la causa Malvinas, regresamos a los 70 para oír de Videla, y terminamos contemporáneos con Rosas y Urquiza…
Mientras la sociedad espera respuestas a problemáticas actuales complejas, la escenografía del país es “vintage”. Adquiere la forma de ring, así la contienda Mauricio Macri-Cristina Fernández se dirime como un Boca-River. La diferencia es que en este partido, la gente está ausente, distante, y la tribuna visitante muestra un vacío inquietante.
Entre medio, se discute qué servicio de transporte público deberíamos tener como si el gobierno hubiese asumido ayer. Se necesitaron 51 muertos para darse cuenta que el progreso era puro verso. ¿Cuántos más harán falta para advertir que también la salud, la educación y la seguridad colapsan?
En este desorden de cosas, el ejemplo de arriba hace mella. Si todo vale, bien pueden los socios de un club deportivo marchar a gusto cortando calles, o un puñado de habitantes de la Villa 31, con algún guiño político y respetando claro el sábado y domingo, pueden impedir el paso y anular la salida de micros. ¿Por qué asombrarse si esa es la metodología instaurada y amparada hace casi 9 años por el kirchnerismo?
Esperar cambios es utopía. Hace 4 meses apenas se apañó nuevamente esta “sintonía fina”. Aunque imponderables hayan hecho que algunos se arrepientan, nada altera el proceso de pataleo y olvido más o menos tardío de los argentinos.
Un posible revoque de maquillaje en un gabinete no altera la escena. Hasta los funcionarios son un rebaño que se cree privilegiado, cuando en realidad está sometido al capricho de un amo. Y quizás, en ese sentido, no seamos tan distintos…
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