La política paraguaya y la disminución del incentivo para la productividad
Los paraguayos experimentamos una disminución marcada del incentivo para la productividad y al mismo tiempo vamos creando una actitud negativa hacia el que produce por varias razones.
Vivimos desde luego, una época en que el individuo no quiere exigirse, cuando paradójicamente vive momentos en que goza de una mayor libertad, pero no cree en su capacidad de asumirla responsablemente. Tiene fuerte desconfianza de poder manejar su propia existencia si todo quedara a su arbitrio. Esto es muy entendible si consideramos que históricamente hemos vivido la mayor parte de nuestra vida como nación en una cultura protectora, llena de límites y en donde las personas tendían en no asumir responsabilidades por sus propias vidas. Por eso la libertad, la autodeterminación y la independencia personal asustan a quienes han vivido siempre en una sociedad tutelada primero por lo sacro y luego por las dictaduras absolutistas.
Desde el advenimiento de esta democracia “engendrada in vitro” en 1989, estuvieron en auge los políticos populistas que en el nombre de lo social, prostituyen a nuestra población, repartiendo migajas y anulando aun más la falta de confianza de nuestros compatriotas en sus propias capacidades. También se ha fomentado la dependencia de una población vulnerable mediante un modelo nefasto del quehacer político electoral clientelista y prebendarlo.
El imperio de la verdadera libertad que es aquella que va acompañada de responsabilidad, aún no la conocemos en el Paraguay y su sola idea produce todavía gran temor en nuestra sociedad. Desde luego, el temor a la libertad se acrecienta si se invita a las personas a la autodeterminación. Paradójicamente, sin embargo, es bien sabido que sin la autodeterminación, la confianza y cierto nivel de optimismo, la productividad disminuye enormemente. Es ahí donde el populismo y la política prebendaria refuerzan este miedo a la autodeterminación y se vuelven perjudiciales para nuestro pueblo.
Antes el temor de nuestra gente era al mandamás, pero hoy día es mucho más a la autodeterminación y este temor ya ha sido capaz de abrir una brecha emocional cada vez más difícil de cruzar para nuestros compatriotas. Justamente, aquellos quienes debieran utilizar la política como una herramienta para ayudar a la población a vencer esta barrera son los que han establecido con sus liderazgos políticos, un verdadero maridaje con esta población miedosa y dependiente. Por tanto, las motivaciones de nuestros políticos deben ser consideradas profundamente egoístas, porque se reducen a la búsqueda del poder como un fin pero no como un medio para recuperar la dignidad de nuestro pueblo.
Aquí en nuestro país no hablamos de lo que pasa con nuestra población mayoritaria porque el ciudadano común no cuenta y ni siquiera es una persona sino apenas una sombra útil para los votos dentro del modelo nefasto de nuestro quehacer político. Este modelo solo beneficia a los políticos, quienes están constituidos por una minoría privilegiada donde aquellos con características más agresivas y desafiantes y no los más capaces, son escuchados por los medios de comunicación; determinando así la agenda diaria del debate público, sin que realmente esos temas sean los más importantes para “las sombras”. Por último, para perpetuar esta industria de la dependencia, la corrupción y la inseguridad, cual es la política paraguaya, algunos de nuestros políticos no dudan en culpar a los que producen hasta de la sequía o del mal tiempo en vez de incentivar y premiar la eficiencia productiva de los mismos. Pareciera que lo único que buscan es la mayor polarización en nuestra sociedad, creando enemigos para una lucha de clases y no la armonización colectiva capaz de mejorar la productividad de todos de manera a lograr nuestra propia autodeterminación.
El autor es médico especialista diplomado del Consejo Americano de Psiquiatría y Neurología.
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