Que el Papa no se quede callado
Mi única esperanza con el viaje del Papa Benedicto XVI a México y Cuba es que tenga el valor de denunciar lo que ve. Que no se quede callado. Que denuncie la complicidad de la Iglesia en México con los curas pederastas. Y que alce su voz contra la represión de la dictadura cubana hacia los disidentes políticos y las Damas de Blanco.
Pero me doy cuenta que estoy pidiendo demasiado. Pederastas y dictadores seguirán haciendo de las suyas antes y después de la visita del Papa. Joseph Ratzinger nunca se ha destacado por ser un Papa valiente, enfrentado a la jerarquía de la Iglesia o a despóticos gobernantes. Lo suyo, parece ser, es dejar las cosas como están y no crear problemas.
Benedicto XVI es un Papa temeroso. Igual lo fue como cardenal. De 1981 al 2005, cuando presidió la Congregación de la Doctrina de la Fe, ocultó y encubrió una multitud de casos de abuso sexual de sacerdotes contra menores de edad. Por ejemplo, nunca tuvo el valor de denunciar ante la justicia y enviar a la cárcel al pederasta Marcial Maciel, líder fundador de los Legionarios de Cristo. Es imposible que en esa posición no se hubiera enterado de lo que estaba pasando en México. Y no hizo nada.
Por eso dudo que se atreva a decir algo sobre el sacerdote mexicano Carlos López Valdés. En el documental Agnus Dei (Cordero de Dios), Jesús Romero denuncia que el padre López Valdés abusó sexualmente de él cuando era monaguillo.
“Primero había juegos, me hacía cosquillas, me decía que me quería mucho y me hacía que me sentara en sus piernas”, me contó Jesús en una entrevista. Eso ocurrió cuando él tenía 11 años de edad. Pero pronto las cosas cambiaron. De las cosquillas pasaron a “los roces y a las nalgadas” hasta que una noche, en la casa de Cuernavaca del sacerdote, “me tocó”. Los abusos y las violaciones se repitieron por varios años, según me asegura Jesús.
Jesús, a los 24 años, hizo la denuncia ante las autoridades mexicanas pero “a la fecha no ha pasado nada”. Tres años después de presentar la denuncia, Jesús conoció a la cineasta mexicana Alejandra Sánchez, y decidieron colaborar en una película. Armado con una cámara oculta, Jesús enfrentó a su violador.
Pero tras la difusión de la película en México no hubo ninguna consecuencia legal. “Las autoridades no hacen nada y la Iglesia se queda callada”, me dijo la directora Alejandra Sánchez. “La particularidad de México es la complicidad entre las mafias del poder: la mafia de la Iglesia y la mafia del Estado, que permite que estos casos queden en la impunidad” (Aquí está el link de mi entrevista con Jesús y Alejandra https://youtu.be/_pgtLaRuqkQ )
He intentado contactar, sin ningún éxito, al padre López Valdés para escuchar su versión. La Arquidiócesis de México le dijo a Univision que al padre López Valdés “se le retiró su licencia para ejercer los sacramentos”. Pero su vocero, el padre José de Jesús Aguilar, confirmó que no se encuentra en la cárcel. Si la Iglesia le quitó su licencia sacerdotal porque cree que cometió un delito, ¿por qué no lo entregó a la justicia?
El Papa Benedicto XVI debería pronunciarse sobre este caso y enviar un claro mensaje contra los pederastas dentro de la Iglesia en México. Es su oportunidad de demostrar que está con las víctimas y no con los victimarios. Además, Ratzinger está obligado a pedir perdón públicamente en México por el terrible manejo y complicidad del Vaticano en el caso de Marcial Maciel. Muchos niños se hubieran salvado de sus manos si la Iglesia hubiera actuado a tiempo.
En Cuba, como en México, el Papa tiene el mismo dilema moral. ¿Apoya a los hermanos dictadores, Fidel y Raúl Castro, o a las víctimas de su régimen? No se puede ir a una isla donde la represión, la férrea censura, la falta absoluta de democracia multipartidista y la muerte a los disidentes han sido la norma durante 53 años y no decir nada. Eso es cobarde.
Sería absolutamente imperdonable que el Papa visite Cuba y no se reúna con algunos disidentes y con representantes de las Damas de Blanco. Si Benedicto XVI de verdad se quiere presentar como un líder moral, que se atreva a conversar con los que luchan por la libertad, por el derecho de viajar fuera de la isla y por twitear lo que quieran.
Soy de la vieja escuela; soy de los que creen que los verdaderos líderes están obligados a hacer grandes gestos y acciones para ayudar a los de abajo. Pero el plan de visita de Benedicto XVI es con los de arriba. Es un mensaje terrible el reunirse únicamente con los que permitieron y ocultaron los abusos en México y Cuba, y no con los que los sufrieron.
Las Damas de Blanco quieren un minuto –uno solo– con el Papa. Estoy seguro que Jesús también. ¿Se los dará?
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