Claves de la visita de Dilma, más allá de los rostros adustos
Del revés y del derecho puede leerse el viaje de dos días de Dilma Rousseff a Washington y Boston. Los más miopes podrán llevar la lupa a lo que no fue: no fue visita de Estado sino visita oficial de trabajo, Barack Obama no invitó a cenar a su par brasileña sino que la despachó prontamente con un almuerzo, ambos mandatarios no se dijeron «ni mu» sobre la aspiración de Brasilia a un asiento permanente en el Consejo de Seguridad, una Dilma mal sentada en su silla reprochó a EE.UU. por su política monetaria, no se remontó el contrato (caído hace pocas semanas) de la Fuerza Aérea estadounidense con la fábrica de aviones Embraer. Y la lista puede seguir.
Sin embargo, la declaración conjunta suscripta el lunes por ambos presidentes permite enfocar ese primer viaje a EE.UU. de Dilma como presidenta del Brasil con otra lente: la búsqueda de Washington para tener asociada (léase controlada) a Brasilia en materia de seguridad y defensa.
Bajo el rótulo de Asociación del Siglo XXI (21st Century Partnership), Rousseff y Obama encomendaron a sus respectivos ministros de Defensa (Celso Amorim y Leon Panetta) que dirijan y les reporten sobre el nuevo Diálogo para la Cooperación en Defensa (DCD) entre ambos países.
Interrogante
Cooperación, sí, leyó bien. ¿Dónde quedó toda esa alharaca de 2008, cuando el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva despotricó contra la reinstalación de la IV Flota de la Armada de EE.UU. en el Atlántico Sur y luego puso el grito en el cielo porque el Gobierno del colombiano Álvaro Uribe permitía que los «gringos» utilizasen siete bases en su territorio? ¿Cómo va a ubicar Brasilia este CDC frente al Consejo de Defensa de la Unasur, impulsado por el mismo Amorim cuando era canciller de Lula?, es la pregunta que debe estar cosquilleando en varias capitales de Sudamérica.
«No veo cambios en esto», dice a este diario el experto en defensa Fabián Calle. «Desde los 60 que Brasil dejó de ser aliado estratégico de EE.UU.», y agrega que si bien ahora los brasileños son «rivales con buena educación», la tensión entre Brasilia y Washington es la misma, donde uno «busca sudamericanizar la región y otro preservar el concepto de hemisferio».
No obstante, la primera reunión de la CDC está agendada para el 24 de abril en Brasil. Allí se avanzará en el proyecto conjunto para una «cooperación bilateral en materia de defensa basada en el respeto y la confianza mutua», y para establecer un foro de discusión y de «identificación de oportunidades para la colaboración en temas de defensa a lo largo del planeta».
El documento no se olvida de la cuestión nuclear. Además de explicitar que «ambos países defienden la no proliferación, la seguridad nuclear y el desarme», señala que «también apoyan el ciclo de revisión del Tratado de No Proliferación (TNP), y los objetivos del Plan de Acción adoptado por la VIII Conferencia de Revisión del TNP, que incluyó la entrada en vigor del Tratado para la Prohibición Completa de las Pruebas
Nucleares (CTBT) y el inicio de las negociaciones para un pacto que prohíba la producción de materiales fisibles destinados a armas nucleares.
A pesar de ser un galimatías, el párrafo «nuke» ratifica la posición brasileña de no firmar el Protocolo Adicional al TNP (de hacerlo, permitiría inspecciones sorpresivas a sus centrales nucleares, sospechadas de tener fines bélicos). «Ratifican lo ratificado», explica Calle, no sin agregar que el CTBT busca excluir a nuevos actores, pero deja dentro del juego a Brasil. «En esto, EE.UU. tiene una paciencia estratégica con Brasil, no hay duda», sentencia.
No es todo. Además, el documento promueve una mayor cooperación en materia de seguridad y pondera el reciente lanzamiento de un plan piloto para integrar sistemas de monitoreo y control sobre cultivos de coca en Bolivia. Es decir: Washington, asociada con Brasilia, delega lo que hasta 2008 fue tarea de organismos norteamericanos como la DEA, erradicada del altiplano por el Gobierno de Evo Morales. Esto no sólo mostraría la confianza de EE.UU. en Brasil, sino un giro de Bolivia hacia posiciones más prácticas y menos ideológicas. También expone la soledad -un arcaísmo en este mundo globalizado- de la Argentina: a fines de 2010, la ministra de Seguridad, Nilda Garré, también le pidió a la DEA que hiciera mutis por el foro, además de cortar con toda cooperación o entrenamiento en materia de seguridad e inteligencia con EE.UU. Cuestiones filosóficas, claro.
Elogios
En cuanto a la relación Brasilia-Washington, fue bien resumida por sus cancilleres. «Brasil es un actor responsable», dijo Hillary Clinton, «que está teniendo un impacto creciente en la estabilidad y seguridad mundial». El brasileño Antonio Patriota no se quedó atrás: «EE.UU. continuará siendo una potencia, pero Brasil también tiene sus fortalezas», y agregó que «queremos ser un link constructivo y pacífico entre los distintos polos de un mundo multipolar».
Visiones contrapuestas, complementarias o unidas por la necesidad o el espanto, quizás los puntos en defensa y seguridad acordados esta semana en Washington se condigan, más que nunca, con lo que dijo la revista The Economist: «Nunca Brasil fue tan importante para EE.UU. como ahora y nunca EE.UU. fue tan poco importante para Brasil».
- 23 de enero, 2009
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