Uribe es el pasado diferente y el futuro. Santos solo presente
El Colombiano, Medellín
"Si he visto más lejos ha sido porque he subido a hombros de gigantes". Sir Isaac Newton.
Un lunes como hoy, 16 de abril, pero de 1705, la reina Ana de Gran Bretaña le confería el título de caballero a Isaac Newton, no por sus logros científicos sino por sus actividades políticas y sus buenos oficios en la Casa de la Moneda contra los falsificadores. Semejante honor pudo haber mareado incluso a un alquimista como Newton, acostumbrado a inhalar gases de todo tipo, pero la grandeza se mide en la humildad y no en la arrogancia, como lo demuestra la cita con que inicio esta columna.
Bien haría el presidente Santos en intentar aprender algo de Newton, así no sea física o matemática, sino humildad y reconocimiento de que lo poco que ha hecho no se debe a él sino en gran parte a su antecesor, del que disfruta de la poderosa inercia, ver primera ley de Newton, que le dejó al país, luego de cambiar el "rumbo fijo hacia la deriva" que las otras administraciones en las que el hoy presidente fue ministro, le dieron a Colombia.
Uno entiende que es muy molesto para un presidente y para su ego, que los periodistas estén comparándolo con su antecesor, porque eso es un torpedo al ego agrandado de un político, sin el cual nadie se metería a la política, pero lo que no se entiende es que su molestia la calme tirándole piedra a quien lo puso donde hoy está.
¿O es que tanto coctel ya le hizo olvidar, quién lo puso de ministro, quién fue el que salvó su campaña presidencial cuando las encuestas lo tenían como perdedor porque por el mismo no era convincente y de quién son los nueve millones de votos que lo eligieron?
Uno también comprende que el estilo es el hombre y que nadie está pensando que Santos tiene que ser un clon de Uribe, pues no es una exageración ni regionalismo provinciano decir que es lo mismo ser antioqueño que bogotano, y que unos preferimos la consigna antioqueña de "trabajar, trabajar y trabajar" a la de los salones bogotanos de "cocteliar, cocteliar y cocteliar".
Que por estas tierras hablamos de frente, decimos lo que pensamos, defendemos lo que creemos y no negociamos todo y con todos, ni nos arrodillamos ante jueces corruptos, ni nos abrazamos y convertimos en "nuevos mejores amigos" a tiranos aliados de la guerrilla que pisotean la democracia desde hace décadas, ante el silencio cómplice de los parásitos que se aprovechan de los petrodólares de la Cuba Continental y de los votos en las elecciones de secretario para la OEA.
Lo que está en juego en Colombia no es la popularidad de un presidente sino el futuro de la democracia, que tanto esfuerzo y sangre nos ha costado.
El presidente Santos dijo hace años que solo los estúpidos no podían cambiar de ideas y eso también se entiende.
Pero ¿será que con los principios se puede hacer lo mismo?.
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