¿China en transición?
Los cambios introducidos en China por la segunda generación del Partido Comunista, liderada por Deng Xiaoping, condujeron a una transición política y económica que antecedió al derrumbe soviético, y que de no ser por dichas transformaciones, más la firme decisión de reprimir a los estudiantes en la plaza Tiananmen, es probable que la República Popular hubiese pasado por una experiencia terminal como la que padeció la Unión Soviética. Aquello fue una transición que se consolidó, no el paso del mando de Deng a Jiang Zemin, sino de Jiang a Hu Jintao, cuando la fórmula de alternabilidad se reprodujo sin traumas.
Pero hay otra transición china que tiene que ver con el lugar que la potencia asiática ocupa en la jerarquía mundial. Este mismo columnista, en el año 2007, trabajó en su tesis de maestría de la Universidad Simón Bolívar el tránsito de China hacia el poderío mundial y las consecuencias que ello había tenido para la seguridad internacional. En aquella oportunidad echamos mano de la teoría de transición de poder para explicar cómo, en la era de Jiang, los repuntes de potencial de poder habían tenido un impacto significativo en la estabilidad política de su región. Desde entonces China ha superado a los Estados Unidos en medallas de oro olímpicas, emisión de gases de invernadero y en reservas internacionales, todos signos de un incremento en sus capacidades tangibles de poder.
Pero eventos recientes nos ponen en la situación de pensar que quizá se esté preparando una nueva forma de transición en China. El escándalo por la defenestración de Bo Xilai, líder populista de la Nueva Izquierda China (ala maoísta dentro de Partido Comunista); las protestas anticorrupción en el poblado de Wukan (sureste de China) que incluso lograron expulsar a las autoridades del Partido; y las declaraciones del vicepresidente Wen Jiabao (el hombre fuerte tras la figura de Hu) acerca de la inevitabilidad de la democracia en China, aunque con "características chinas", son síntomas de los posibles cambios que maduran.
La transición que se podría presentar en China tiene más en común en su naturaleza con la transición de poder internacional que con la transición impulsada por Deng, aunque ambas estén relacionadas como causa y consecuencia mutuas. Los cambios en China, tal y como parecen presentarse, no están programados, por lo que la posibilidad de perturbaciones internas amenaza su desarrollo como potencia mundial.
Como respuesta natural, el Partido tiene la dos alternativas: la primera, prepararse para reaccionar ante nuevas, múltiples y variadas formas de protesta que podrían desde la fórmula Tiananmen hasta los ataques cibernéticos, así como ser espontáneo o inducidos por liderazgos demagógicos dentro del mismo Partido; la segunda, iniciar reformas graduales que canalicen las demandas bajo la tutela de la nomenclatura. En todo caso, y sea cual fuere la respuesta oficial, la estabilidad del mundo dependerá en buena medida de las luchas de poder dentro de China.
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