Nubarrones sobre el proceso electoral venezolano
El próximo 7 de octubre de 2012, Venezuela tendrá su próxima elección presidencial. Así lo acaba de ratificar el Consejo Nacional Electoral de ese país. Como para despejar las dudas. Será lo que hemos definido como la "madre de todas las batallas políticas" de la región, en la que se enfrentarán Hugo Chávez y Henrique Capriles Radonsky, éste último representando a toda la oposición firmemente unificada luego de una ejemplar elección primaria a la que -venciendo el miedo- concurrieron a votar más de 3.200.000 venezolanos.
Chávez -pese a que su salud parecería ser cada vez más frágil y a que ha gobernado a su país todo a lo largo de 13 años- ha ratificado recientemente que aún aspira a mantenerse en la presidencia hasta el 2019, a su manera, esto es recurriendo al insulto y sosteniendo que en la contienda que se aproxima "pulverizará" al candidato de la oposición. Lo cierto es que, más allá de las bravatas, el vencedor deberá, si todo sigue un curso normal, asumir la presidencia de Venezuela el próximo 10 de enero de 2013.
Las encuestas ahora sugieren que habrá una altísima concurrencia a las urnas. Gran politización, entonces, en una sociedad que sabe que está frente a una encrucijada decisiva. Esa concurrencia se estima en algo así como el 91%. Si esto efectivamente ocurre, las posibilidades de la oposición pueden ser altas. Una encuesta reciente de "Consultores 21" concluye que la ventaja de Chávez es mínima y que ambos contendores están hoy en una suerte de empate técnico.
Capriles trabaja incansablemente. Recorre virtualmente a todo su país, casa por casa. Está en la calle, demostrando que no tiene miedo. Habla de manera sencilla y sus mensajes llegan a la gente. Chávez, disminuido, le contesta desde la televisión y desde los medios de comunicación sumisos a su figura. Además activa fuertemente las llamadas "misiones", mediante las cuales materializa sus dádivas y promete regalos con el dinero de todos, para así ganar voluntades y, en definitiva, votos.
Además acaba de organizar, en la petrolera estatal, una "Pdvsa Social" a la que dotó de un presupuesto de 1.400 millones de dólares para lo que ha recurrido a la venta de crudo a futuro. Esto es al endeudamiento. A todo lo que se suma la reforma de la Ley de Administración Financiera del Sector Público de manera de contar con límites borrosos para el endeudamiento público. Como dice Teodoro Petkoff: "El chavismo tiene a su disposición, para financiar la campaña, todo el dinero del mundo". Descaradamente, además.
Pero Chávez no parece estar bien, según quedó patente de sus declaraciones y llantos en una misa de acción de gracias en una Iglesia de Barinas, el pasado Jueves Santo. Fue cuando le pidió públicamente al Señor que "no lo llevara". A lo que se debe agregar todo lo sucedido desde entonces, que hasta la impidiera concurrir a la frustrante "Cumbre de las Américas", en Cartagena.
Esto configura un nuevo escenario político. Distinto. Porque ya no puede necesariamente descartarse que Chávez no llegue a las elecciones. Según las encuestas, si esto sucediera, Capriles vencería con alguna comodidad y holgura a todos sus posibles reemplazantes. Al hermano Adán, por un 9%. Al Canciller, Nicolás Maduro, por un 10% y al presidente de la Legislatura, Diosdado Cabello, por un 11%.
Ante esta nueva realidad crecen los rumores que sugieren que en los mandos militares se está analizando un posible golpe de estado para preservar el "régimen" y sus "conquistas". La creación reciente de un "Comando Anti-golpes" no hace sino alimentar esas versiones.
Para hacer las cosas más complejas, el propio Ministro de Defensa acaba de decir, suelto de cuerpo, que si Chávez fuera derrotado en las elecciones no reconocería el resultado. A lo que el propio Chávez agregó que, de ser derrotado, reconocería lo sucedido, pero que "el pueblo" no permitiría "que la oligarquía regrese el poder". Por todo esto cabe peguntarse si Chávez sospecha que algunos de sus colegas planean una asonada; o si él mismo la alimenta, o no.
El ambiente de pronto parece haberse enrarecido, lo que -conociendo a algunos de los personajes y su falta de apego democrático- no es, para nada, sorpresivo. Capriles, mientras tanto, sigue trabajando. De a pie, como si nada pasara. La Mesa de la Unidad Democrática, por su parte, llama abiertamente la atención sobre todo esto y convoca a los observadores extranjeros y a los medios internacionales a movilizarse temprano y seguir de cerca lo que está ocurriendo en Venezuela, pese a la opacidad que flota sobre algunos de sus capítulos.
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