»Con la expropiación de YPF, la desesperación por sacar dinero de la Argentina se va a duplicar»
Entrevista a Alvaro Vargas Llosa
Para el escritor, ensayista, politólogo y periodista, Alvaro Vargas Llosa, la decisión de Cristina Kirchner de expropiar YPF estuvo lejos de ser sorpresiva. Por el contrario; el hijo del Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas LLosa, asegura que la veía venir. Más aún; el co-autor del Manual del perfecto idiota latinoamericano -un polémico ensayo de los ´90 que en tono satírico intentaba explicar los motivos del subdesarrollo de la región desde una perspectiva liberal- cree que esa acción es una suerte de fuga hacia adelante del gobierno argentino en su afán por conseguir algo de oxígeno para un modelo económico al que considera ya fracasado.
Desde Washington DC, donde reside, Vargas LLosa habló sobre las consecuencias que la estatización de la petrolera tendrá para la Argentina y la región.
Inevitable, Vargas Llosa no se privó, además, de auscultar el panorama local con ojos de avezado analista político: Veo un par de escenarios posibles en la Argentina: uno es que haya relativamente pronto unas manifestaciones tan evidentes del fracaso del modelo que un segmento muy amplio de la opinión pública se vuelque en contra y frene el proyecto continuista. Y el otro es que esto no ocurra aún y Argentina se encamine a un cambio de la Constitución para una reelección. Si esto ocurre -alerta-, ya sería optar abiertamente por el modelo de los países del ALBA.
– ¿Cómo le cayó la decisión argentina de expropiar YPF a la española Repsol?
– Estaba seguro de que lo iban a hacer porque ya habían empezado una campaña psicológica para ir debilitando a la administración e ir preparando el terreno. También para ir reduciendo el valor, que eso es algo que se ha visto antes, sobre todo con Aerolíneas Argentinas, la estrategia fue un poco parecida: crear condiciones que vayan disminuyendo el valor, además de ir debilitando la moral de los que están allí. Lo que sí me sorprendió fue la dureza de las acciones que acompañaron el anuncio, la toma de la sede tan rápida, incluso antes de que se aprobara en el Congreso el proyecto, la expulsión de los ejecutivos, toda esa teatralidad y agresividad que vimos.
– ¿Qué significa en términos políticos esta decisión? ¿Se profundiza el modelo K?
– Cuando tu modelo está acorralado, que es lo que ha pasado, el modelo ya no es financiable, hay una situación de gradual deterioro, tienes que tomar una decisión que es muy delicada: o das marcha atrás y pagas las consecuencias políticas porque eso equivale a decirle a la gente los hemos engañado durante años, o huyes hacia adelante y eso es una espiral de nunca acabar. Hoy nacionalizas uno y mañana nacionalizas dos y pasado tres … y vas a tener que aumentar los controles porque, lógicamente, después de esta medida la desesperación por sacar dinero de la Argentina va a ser dos veces mayor de la que ya había y era muy grande. También para la inversión. Ya había una sequía de inversiones, es muy poca la que hay comparada con la de Perú, Colombia, Brasil, Chile… A dos o tres años plazo, esto es absolutamente devastador. Construir confianza es algo que toma muchos años y destruirla es algo que se hace en un segundo.
– ¿Qué represalias externas cabe esperar?
– Las consecuencias van a ser muy graves, pero a mediano plazo. En lo inmediato no tanto, y esto es algo que también forma parte del cálculo político del Gobierno. El Gobierno sabía bien que España tenía un poco las manos atadas porque tiene 400 empresas que invierten en la Argentina, la mayor parte, medianas y pequeñas. Las que se conocen son las más importantes, unas 15 grandes que cotizan en la Bolsa. Entonces, el gobierno argentino sabe muy bien que Rajoy tiene que medir con prudencia las represalias porque si no se van a meter con las otras empresas españolas en el país. Y también sabe que hay una cumbre iberoamericana en Cádiz (en noviembre), y este es un foro que ha perdido vigencia y España quiere jerarquizar. España sabe bien que si presiona a Argentina demasiado, corre el riesgo de que a la cumbre de Cádiz no vaya ni Argentina ni varios países gobernados por la izquierda latinoamericana en solidaridad con la Argentina.
– Al margen de ese cálculo, la UE ya advirtió que el país sufrirá consecuencias…
– El Gobierno también sabe que las medidas extremas que se podían tomar, como expulsarlos del G20 o levantar las preferencias arancelarias, son medidas que no digo que son imposibles, pero son altamente improbables. Cristina Kirchner ha calculado que no van a llegar a ese extremo por proteger las inversiones, no solo españolas sino europeas. Si Europa levanta el sistema de preferencias arancelarias de las que se beneficia, por ejemplo, la carne argentina en Europa, puede haber represalias en Argentina, ya no solo contra empresas españolas sino europeas en general.
– Se ha dicho que la medida podría afectar al conjunto de la región. ¿Es así o el inversor sabe bien quién es quién?
– Creo que sí, hay algunos países latinoamericanos que con mucho esfuerzo han ido construyendo sistemas muy atractivos para el capital extranjero. Perú es uno, Colombia, Chile ya antes lo tenía y el propio Brasil. En México había habido en la post crisis 2007-2008 un bajón, pero luego ha empezado a restablecerse el flujo de capitales. Creo que en estos países la tendencia será a mantenerse, pero que en el resto del continente sí que es un golpe muy demoledor. Si había algo de esperanza en que algunos de los países más afectados por la inestabilidad jurídica restablecieran la confianza, esto terminó de destruirla. No tengo duda de que fuera de esos tres o cuatro que he citado, habrá una tendencia a la prudencia. Lo que ha ocurrido en la Argentina va a fortalecer la convicción que hay en la administración de los EE.UU, y también en la clase política, de que América Latina es un continente que aún no tiene la mayoría de edad y por tanto hay que tratar con algunos casos excepcionales.
– El Gobierno ha justificado la medida en la necesidad de recuperar la soberanía hidrocarburífera. ¿Es atendible esto?
– Respondería a esa argumentación con datos de la realidad. Veamos los países donde el petróleo está mayoritaria o totalmente en manos del Estado: los más importantes son México y Venezuela. En México, fue nacionalizado en el 38, la descapitalización que ha sufrido esta industria es tan grande que ha visto caer su producción de petróleo dramáticamente. Pemex, la compañía estatal, ha caído en su producción en unos 800.000 barriles desde 2004. Y en Venezuela, donde ya sabemos que Chávez controla casi personalmente la producción de petróleo y tiene acceso directo a la caja de Pdvsa, se ha producido un colapso de la industria petrolera. Cuando Chávez llegó al poder en 1999, Venezuela producía unos tres millones y medio de barriles al día. Hoy produce menos de dos barriles y medio. Si el argumento para nacionalizar o expropiar es el del aumento de la producción, lo único que hay que hacer es ver lo que ha pasado en Venezuela y México para darse cuenta de lo que va a ocurrir.
– ¿Imagina nuevas nacionalizaciones?
– El gobierno está convencido de que los precios de los commodities se van a mantener y que si nacionalizan algunos sectores estratégicos más van a tener fondos para seguir financiando el modelo y que lo que habrá que hacer es apretar un poco cada vez que haya manifestaciones de oposición excesiva. Ahora, una de las cosas hermosas que tiene la historia es que nos demuestra que nadie la controla. No se puede descartar que el modelo estalle antes y eso provoque la reacción ciudadana. El Gobierno que cree que todo lo tiene muy bien calculado no supo calcular la reacción del campo hace pocos años.
– Siempre se distingue en la región a los países que hacen los deberes de los populistas. Y de la Argentina se dice a veces que juega a dos puntas. ¿Entramos definitivamente en el grupo de los malos alumnos
– Creo que ahora sí. La sensación que hay es que Argentina había mantenido una ambivalencia, era un régimen populista, pero dentro del espectro del populismo latinoamericano ocupaba una posición algo diferenciada de los países del Alba, como Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Bolivia. Hoy hay una tendencia del gobierno argentino a radicalizarse en gran parte por lo que ve como el modelo fracasado que ahora necesita una profundización, y en parte, porque se ha creado un ambiente político que lo permite. El nivel de control de las instituciones va siendo mayor, la capacidad de respuesta de la oposición, menor.
– ¿Qué cabe esperar?
– Se abren aquí un par de escenarios posibles: uno es que haya relativamente pronto unas manifestaciones tan evidentes del fracaso del modelo que un segmento muy amplio de la opinión pública se vuelque en contra y frene el proyecto continuista. Y el otro es que esto no ocurra aún y el gobierno logre algo más de oxígeno y Argentina se encamine a un cambio de la Constitución para una reelección y si esto ocurre -y puede ocurrir- ya sería optar abiertamente por el modelo de los países del Alba ( N de R: el bloque que integran Venezuela, Bolivia, Ecuador y Cuba y que nació como contracara del ALCA). Esto hoy, desde fuera, se ve como una posibilidad creciente.
– Esta semana se conoció un informe de la SIP que cuestiona al gobierno argentino por su política de hostigamiento a los medios. ¿También hay una radicalización en ese sentido?
– Sin duda. En las últimas semanas se había dejado de hablar un poco de este aspecto, pero a comienzos de año y a fines del año pasado, yo diría que la situación de la prensa argentina y de las instituciones de la sociedad civil argentina eran un tema de enorme preocupación en todo el continente y también desde el punto de vista de los EE.UU. y de Europa. Eso ha pasado ahora a una especie de segundo plano con lo de YPF, porque es el aspecto sobre todo económico el que se empieza a discutir más, pero esto está allí. Si yo fuera argentino sería para mí deprimente ver a mi país con la tradición que tiene mencionado junto a Venezuela y Ecuador como un país amenaza a la libertad de expresión. Donde tendría que estar Argentina es entre los países modelo en la región. Pero yo tengo la sensación de que el gobierno sabe muy bien esto, ellos han sentido que era el momento de apretar y huir hacia adelante y están dispuestos a pagar este precio. Este es un costo que tienen asumido.
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