El trabajo más difícil del mundo
Llegar a la presidencia de México es como ganarse la rifa del tigre. No importa lo que haga el próximo presidente o presidenta, el pronóstico es desolador. Se trata del trabajo más difícil del mundo.
Por muchos años ese dudoso honor le tocó al presidente de Colombia. Pero Alvaro Uribe, Juan Manuel Santos y millones de colombianos destruyeron el mito de que no se le podía ganar a los narcotraficantes y guerrilleros por la fuerza. Su increíble historia acaba de estar en la portada de la revista Time. Hoy Colombia, que fue sede de la sexta Cumbre de las Américas, “está de moda”, como me dijo la canciller María Angela Holguín, para invertir, para visitar y como ejemplo a seguir.
Estoy convencido que el trabajo más difícil del mundo es el de presidente de México. Es, casi, una misión imposible. Lo primero es que no sigan matando mexicanos; ya van más de 50 mil en cinco años y la mayoría de los responsables de esas muertes están libres. Además hay más de 52 millones de pobres en el mismo país con el hombre más rico del mundo. México sigue siendo un país de monopolios y grupitos de poder, con una creciente clase media sin buenos trabajos y una gigantesca desilusión.
La desesperanza de los mexicanos se basa en la incapacidad de sus líderes para encontrarle una solución al problema de la violencia. No es fácil. Mientras haya tantos norteamericanos comprando y usando drogas, habrá narcotraficantes mexicanos trasportándolas, comercializándolas y matando para proteger sus rutas y territorios.
Eso no va a cambiar a corto plazo. Atacar el uso de drogas no es una prioridad en la sociedad norteamericana. Por el contrario, sus películas, programas de televisión y celebridades han hecho cool para los jóvenes el drogarse. Oficialmente casi todos los políticos norteamericanos están contra la legalización de las drogas pero cada vez hay más estados que, por ejemplo, permiten el uso medicinal de la mariguana.
Aquí están las cifras. En Estados Unidos más de 21 millones de personas usan drogas regularmente (es decir, el 8.7% de la población mayor de 12 años) y el Departamento de Justicia ha reportado un aumento en el uso de mariguana, heroína y metanfetaminas. Esto no va a parar. En el 2009 hubo 617 mil personas que probaron cocaína por primera vez. Esta es la norma.
Ante este panorama ¿qué pueden hacer los candidatos presidenciales Andrés Manuel López Obrador (PRD), Josefina Vázquez Mota (PAN) y Enrique Peña Nieto (PRI)? No mucho. Y si a esto le sumamos las armas que fluyen fácilmente de Estados Unidos a México y que caen en manos de los narcos, es muy poco lo que el gobierno de México puede hacer con efectividad para controlar la violencia. Esa es la realidad.
Hasta el momento los narcotraficantes mexicanos han demostrado que pueden más que el ejército y la policía. Salvo una tregua o una negociación con los narcos, que sería inmediatamente denunciada por la prensa y por millones de mexicanos, los candidatos no tienen más remedio que insistir en mano dura contra los delincuentes. Y eso significa más violencia y más muertos.
Las tres opciones principales para la presidencia de México han generado muy poco entusiasmo porque están, irremediablemente, atadas al pasado y a antiguos fracasos.
El Partido Revolucionario Institucional de Peña Nieto está manchado por 71 años de autoritarismo, fraudes y asesinatos. Josefina Vázquez Mota, del Partido Acción Nacional, se ha rehusado a romper con el presidente Felipe Calderón y su fallida estrategia anti-narco. Y Andrés Manuel López Obrador del Partido de la Revolución Democrática tiene que demostrar que es un candidato listo para los retos del 2012 y no que está peleando, todavía, la elección del 2006 (que oficialmente perdió por el 0.06 por ciento pero que él insiste le fue robada por fraude).
No hay más. México es una partidocracia que no permite candidaturas independientes. De tal manera que el país tiene tres candidatos presidenciales atorados en el pasado y una población deseosa de ver al futuro y vivir en paz. México, por su estratégica posición geográfica junto al principal mercado del mundo, debería ser una emergente potencia comercial junto con China, India y Brasil. No lo es. En cambio es un país de funerales y violentos.
México tiene más de 10 millones de twiteros. Esto dice mucho. Sus jóvenes se sienten parte del mundo cuando entran a sus computadoras pero cuando salen a la calle no encuentran buenas escuelas públicas ni trabajos decentes. Por eso se van tantos al norte.
En la internet hay una triste campaña para votar el próximo primero de julio por “el menos peor”. Ninguno convence. No hay, por decirlo de alguna manera, un Obama mexicano. No existe en el México del 2012 la enorme expectativa de cambió que generó el actual presidente norteamericano durante su campaña en el 2008.
No votar no es una opción. Pero la grave sensación de muchos votantes en México es que, gane quien gane, todo seguirá igual.
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