Si el fin del mundo no se da, estamos complicados
A la enorme mayoría de los seres humanos no les preocupa cuándo finalizará el mundo, porque toman decisiones sobre la base de que morirán antes. ¿Qué implicancias tendría sobre nuestro accionar enterarnos de que estamos a dos horas del fin del mundo? ¿Cuántas de las decisiones públicas son adoptadas sin preocuparse por el mañana?
Al respecto, entrevisté al inglés Colin Grant Clark (1905-1989), quien, junto con Simon Smith Kuznets, fue uno de los modernos pioneros de las estimaciones de las cuentas nacionales. En 1940 publicó Las condiciones del progreso económico , y a raíz de La economía en 1960 , publicado en 1942, se inmortalizó al pifiar un pronóstico de manera grosera. Escribió estas obras mientras vivió en Australia. Con Kuznets se conocieron personalmente recién en 1947.
-En 1942 pronosticó que en 1960 el PBI por habitante de la Argentina superaría, entre otros, a los de Australia, Canadá e Inglaterra.
-Con ojos de hoy esto parece absurdo, pero al comienzo de la Segunda Guerra Mundial lucía verosímil. A propósito: Paul Anthony Samuelson no se equivocó, sino que en 1980 afirmó que si en 1945 le hubieran preguntado sobre el futuro de la Argentina, se hubiera equivocado. No me disculpa, pero ayuda a entender la fenomenal desilusión económica que generó la Argentina desde mediados del siglo XX, a la vez que ilustra la prudencia con la cual deben hacerse y utilizarse los pronósticos.
-Nadie piensa que el mundo vaya a terminar dentro de un par de horas. ¿Qué pasaría, desde el punto de vista económico, si eso fuera a ocurrir y se supiera?
-Que la gente privilegiaría el consumo y no la inversión. Deseando estar con sus seres queridos, o dándose un último gusto, aumentaría el precio de las bicicletas y los helados, con relación al de las casas y las máquinas.
-El del fin del mundo es un escenario extremo. En el caso argentino, el del diluvio universal resulta más relevante. ¿Cuáles son las diferencias y las semejanzas entre uno y otro?
-Se parecen en que en ambos casos se espera un cataclismo; se diferencian en que mientras en el primero no hay nada que hacer, en el caso del diluvio universal uno se salva si consigue entradas para ingresar al arca de Noé. Consiguientemente, en este contexto aumenta el precio de esas entradas, con relación al del resto de los bienes. En la experiencia argentina, las entradas para el arca de Noé generalmente son papeles rectangulares, de color verde, escritos en inglés.
-Cuando los economistas hablan de sistema, ¿a qué se refieren?
-Al contexto en el cual existe una conexión, para cada uno, entre las acciones que adopta y sus consecuencias. Ejemplo: en un sistema quien solicita un crédito tiene que pagar las cuotas con su propio esfuerzo; quien cobra por adelantado un trabajo tiene que cumplir con lo pactado, etcétera. Las hiperinflaciones, como los defaults, no son parte del sistema.
-¿Por qué es importante distinguir entre estos tres escenarios?
-Por las consecuencias que tienen las propuestas. Si el mundo terminara hoy, la solución del hambre sería muy sencilla: bastaría con invitar a todos los que lo padecen, a acercarse al supermercado más cercano y tomar de la góndola lo que deseen; si el mundo terminara hoy no tendría sentido cuidar el neumático de los autos, hacer mantenimiento a las máquinas o cuidar las reservas del Banco Central.
-Quién le dice, el mundo termina hoy?
-Puede ser, pero si la hipótesis no es cierta estamos en problemas. Quien financia desequilibrios de flujo (como el déficit fiscal o el comercial) manoteando stocks apuesta a que el mundo terminará muy pronto. Pero ¿qué hará si no ocurre? Intentará seguir manoteando stocks, pero cada vez le resultará más difícil apoderarse de los que quedan. Los economistas -en rigor, cada profesional en lo suyo- parecemos menos imaginativos que algunos funcionarios, porque hacemos propuestas sobre la base de que mañana el mundo seguirá existiendo, y que la reposición de los stocks no está a cargo de Mandrake, sino de algún ser humano que hace de la reposición su modo de vida.
-Don Colin, muchas gracias.
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