El Salvador cuesta abajo

Esto se ve en todos los indicadores. Por ejemplo, la deuda del gobierno, que llegó a representar sólo 24 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) en los noventa, y que estaba alrededor de 36 por ciento cuando el presidente Funes tomó el poder, está alrededor de 55 por ciento en este momento, y creciendo. Esto está pasando como resultado del gasto desaforado del gobierno, que no responde a que el gobierno esté llenando nuevas necesidades. En realidad el volumen y la calidad de los servicios públicos han disminuido drásticamente. A pesar de estar todavía en verano las calles están llenas de hoyos, no hay ninguna inversión nueva en carreteras y caminos con excepción de la largamente atrasada calle Diego de Holguín; los hospitales no tienen medicinas ni equipo, no se le está dando mantenimiento a la infraestructura pública. El deterioro que todo este descuido está produciendo es evidente para toda la ciudadanía.

Peor aún, la economía no está creciendo porque no hay inversión. Ésta cayó más de un 20 por ciento en 2008-2010, asustada por el acceso del FMLN al poder y nunca se recuperó por dos razones: Primero, porque el presidente adoptó un lenguaje agresivo contra el sector privado y lo ha mantenido a través de su mandato. Segundo, porque el gobierno ha aumentado consistentemente los obstáculos burocráticos que retrasan y hacen que se cancelen los proyectos de inversión. La burocracia que maneja el contacto directo del gobierno con el sector privado procede como si la inversión privada representara no una creación de empleos sino un intento de explotación del pueblo. ¿Cómo puede crecer la economía en este ambiente?

Lo triste es que es claro que el gobierno ni entiende ni se interesa en lo que está pasando. Todo su interés se concentra en generar efectivo para alimentar el apetito insaciable de gastos que caracteriza a esta administración. Este apetito no puede justificarse racionalmente porque el gobierno no tiene ningún resultado que enseñar por los enormes gastos que realiza. No explica cómo y en qué es que se gasta tanto, y califica como mal intencionada cualquier petición de cuentas. En este ambiente, nadie puede extrañarse del deterioro. El desinterés y la ignorancia de cómo es que funciona la economía y qué es lo que hace que funcione no podrían haber resultado en otra cosa que en esta caída libre en la que va nuestra economía, junto con todas las otras dimensiones de la vida colectiva en nuestra sociedad.

La gente de afuera, los mercados financieros, no han podido dejar de notarlo. Hace unos días la empresa Barclays Research emitió un breve informe muy negativo sobre El Salvador. Hace apenas unos años teníamos grado de inversión, que certificaba nuestra independencia financiera. Hoy el informe nos califica como "altamente dependientes de apoyo multilateral". El informe nota que no hemos cumplido con las condiciones del FMI, por lo que éste nos quitó acceso al crédito contingente que teníamos. Hemos vuelto a ser parias, lo que éramos en los ochenta. Cometimos un suicidio político y económico al entregarnos en las manos de los que nos gobiernan ahora. Jurémonos que nunca más.

El autor es Máster en Economía, Northwestern University y columnista de El Diario de Hoy.