La razón y la emoción en el poder
¿Será posible que algún día podamos comprender que razón y verdad no son sinónimos? Ya esa discusión apareció entre Kant y Hume hace más de doscientos años en campo el campo de la ciencia. Desde algunos ángulos se pretendió entender a Hume como propulsor del relativismo epistemológico, que por supuesto no era su posición. Jamás negó la realidad objetiva, sino tan solo la capacidad de la razón para comprenderla como tal. En ese sentido dijo: “Somos salvados de la duda total, gracias a los elementos no racionales de nuestra mente”. Tal pronunciamiento no tenía otro propósito que reconocer los factores emocionales en nuestro pensamiento, y por supuesto los límites de la razón. Podría decir que el gran aporte de Hume al conocimiento fue su propósito de conocer la naturaleza humana. “No hay una cuestión de importancia, cuya decisión no esté comprendida en la ciencia del hombre”.
Dicho lo que antecede pasemos entonces al ámbito político. En ese sentido es propio recordar nuevamente una observación de Hume que habría sido descalificada como tal en virtud del relativismo moral. Relativismo moral que por supuesto se considera igualmente producto de la irracionalidad, ya que estamos influenciados por la moral racionalista y los imperativos categóricos en que se sustentara el totalitarismo. Así Hume en consideración de la naturaleza del hombre dijo: “No es contrario a la razón el preferir la destrucción del mundo entero a que me escarchen mi dedo”.
El juicio anterior puede parecer ante propios y extraños un exabrupto, por supuesto contrario a la razón. Por el contrario me atrevería sostener que es de un valor universal, cuando nos referimos al campo de la acción política. No debiera haber ninguna duda respecto a que la búsqueda del poder político está en el campo de las pasiones y como tal no es ni racional ni irracional. Al respecto pues no puedo menos que traer a colación el caso, diría trágico y patético de Fidel Castro. Creo que no puede haber dudas de que su gobierno fue y es la aplicación hasta la saciedad del principio de Hume destruyendo a Cuba en función de su interés personal.
Ya debiéramos saber que Cuba a la “llegada de la noche” en 1959 era el país de América Latina con el más alto nivel de vida. Y cuál es la situación de hoy, cuando en el medio de la opresión y la falta de libertad que aparentemente se ignora en el mundo, los cubanos compiten en pobreza con Haití. Entre tanto él y su corte -la nomenclatura- viven en la riqueza y opulencia. Y esa situación ya en gran medida se ha extendido a Venezuela, cuya economía en nombre del socialismo del siglo XXI y las expropiaciones se desvanece no obstante los precios del petróleo.
A partir de estos hechos, diría insólitos y políticamente ignorados en el mundo, que pretende culpar a Estados Unidos por el embargo, nos encontramos con la evidencia de la supuesta irracionalidad. En otras palabras ya debería ser un dato incontrovertible de la historia, que la irracionalidad de la búsqueda del poder político no es más que la incomprensión del objetivo pretendido. Podría decir entonces parafraseando a Pascal: “La política tiene razones que la razón no conoce”. Por tanto creo que a estas alturas debiera tomarse conciencia de la racionalidad de la demagogia. El éxito político del socialismo en el denominado mundo occidental –y otros- es una prueba indubitable de esa realidad. Realidad que Aristóteles había predicho cuando escribió: “Desde entonces los aduladores del pueblo tendrán un gran partido”.
Entonces pasando a nuestro medio, creo pertinente reconocer ante la evidencia de los hechos la racionalidad de la presidenta, así como la pasión que la domina. Al mismo tiempo debemos reconocer que en la oposición aparentemente se carece de esa racionalidad. Puedo decir que con excepción de Macri, todos están en desacuerdo con ella, pero de conformidad con el sistema de los derechos del pueblo que ella sostiene y la sostiene. Y en ese sentido es imperioso reconocer que el determinante de la acción es el sistema. No puedo menos que insistir en la aguda observación de Alexis de Tocqueville: “Tanto son más fuertes los vicios del sistema que la virtud de los que lo practican… socialismo y concentración del poder son frutos del mismo suelo”. Y siguiendo con Hume: “ La naturaleza humana es inmutable, si queremos cambiar los comportamientos debemos cambiar las circunstancias”. Igualmente ya debiéramos haber aprendido que donde hay concentración de poder, no hay libertad, y por tanto se violan los derechos individuales. En consecuencia desaparece la propiedad privada y con ella la creación de riqueza que solo se acumula en los gobiernos que forman el Estado.
Creo que al cumplirse 159 años de la Constitución Nacional, debiéramos tomar conciencia del éxito nacional logrado con su aplicación hasta principios del siglo XX y la decadencia lograda con su violación en nombre del pueblo. Y ¿Cuál ha sido la causa de la violación de la misma? Es la racionalidad de la demagogia, en nombre de la igualdad y en virtud de la cual se logra la satisfacción de la pasión por el poder. Podría decir entonces: ¡Igualdad cuantos crímenes se cometen en tu nombre! Madame Roland Siglo XXI.
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