La visión del futuro

Y ha sido buscando este cortocircuito, esta solución rápida, que en Latinoamérica hemos pasado 200 años sin desarrollarnos, mientras el resto del mundo nos pasa por encima con el simple proceso de crear sistemas de alta calidad para educar y cuidar la salud de la población. No hay atajos. Por eso es que hay que empezar ya. Sólo aquí se nos ocurre que podemos producir cosas y servicios de alto valor con gente que no ha pasado de una escuela primaria de baja calidad, o con bachilleres y aun graduados universitarios, que no pueden seguir un razonamiento directo. Mientras no lo entendamos, vamos a seguir siendo tercermundistas.

La municipalidad de la ciudad de Nueva York, que es una economía 61 veces la de El Salvador, está dando un ejemplo claro de lo que es una política de verdadero desarrollo económico. A pesar de que la ciudad es muy exitosa en muchos sectores (incluyendo la educación, la medicina, la publicidad, las editoriales, las actividades culturales y el turismo) la municipalidad está preocupada porque depende demasiado del sector financiero, que provee cerca de la quinta parte de los ingresos de los neoyorquinos. La ciudad ha decidido que para asegurarse el continuado éxito en el Siglo XXI necesita invertir más en capital humano, con el específico fin de convertirse en una fuente de desarrollo tecnológico del más alto nivel.

No es que Nueva York no tenga instituciones de primer nivel. La ciudad alberga a las universidades de Columbia y de Nueva York, además de varias otras que están muy bien consideradas. Pero quiere tener un centro de generación tecnológica de nivel mundial. Para conseguirlo, la municipalidad donará un terreno en la isla Roosevelt (que está entre Manhattan y Queens) e invertirá 100 millones de dólares en infraestructura.

Con la promesa de hacer esto, abrió un concurso de universidades tecnológicas de clase mundial, para ver cuál ofrecía un mejor centro académico que pudiera combinarse con el sector privado para formar un nuevo Silicon Valley. El concurso lo ganó un consorcio de Technion, Israel Institute of Technology, y la universidad de Cornell. Este consorcio invertirá dos mil millones de dólares adicionales en los próximos veinte años. Ya se imagina ustedes lo que este nuevo motor de desarrollo generará.

Antes de voltear a ver a otro lado diciendo que estas cantidades de dinero sólo economías como Nueva York pueden dedicar a este propósito, recuerde que el gobierno salvadoreño actualmente está gastando cerca de 400 millones de dólares anuales en subsidios al consumo, que en veinte años sumarían 8 mil millones de dólares, casi cuatro veces lo que Nueva York estará invirtiendo en el gran centro Technion-Cornell.

Sólo los uniformes para los niños representan un ritmo de gasto de 80 millones anuales, que en veinte años es igual a 1.6 mil millones de dólares, casi lo que va a poner Technion-Cornell. Si quisiéramos, podríamos hacer proyectos de esta magnitud para elevar la productividad del país. No necesariamente serían los mismos que hace Nueva York, pero podríamos buscar la excelencia así como esa ciudad está haciendo.

Por supuesto, el diseño de las políticas nacionales es un síntoma del bajo nivel educativo del gobierno mismo, que en vez de invertir en capital humano desperdicia los recursos del país en gastos inútiles, que no dejan nada para las generaciones presentes o futuras. El mismo dinero lo podríamos invertir de verdad en la educación de los salvadoreños.

El autor es Máster en Economía, Northwestern Universiy y columnista de El Diario de Hoy.