El escándalo Cachoeira sacude a Brasil
Si algunos políticos, dirigentes y funcionarios argentinos reparasen en el escándalo de corrupción que mancha a buena parte del establishment político del vecino Brasil, podrían concluir en aquello de "mal de muchos, consuelo de pocos (¿tontos?)". Si, además, esa crema del poder argentino -actual y pretérito- observase que ese entuerto brasileño tiene como principal chivo expiatorio a un bicheiro (operador del juego, levantador de quiniela) conocido bajo el nombre de Cachoeira, quien habría traficado influencias entre los partidos que conforman la "base aliada" del gobierno de Dilma Rousseff y también entre la hoy debilitada oposición, y que, encima, este capo de las apuestas no habría podido resistirse a la tentación de acercar un arco-iris de contratos con el Estado hacia su empresa más amiga, la constructora Delta, seguramente esa crème de la crème vernácula creería que transita por un dèja vu.
Pero si, para rematarla, los miembros de esa intelligentzia argentina reparasen en que al acecho de ese escándalo de corrupción brasileño está el multimedio Estadao, que ayer demandó ante la justicia al gobernador del estado de Río de Janeiro, Sergio Cabral, por haber aceptado reiteradas veces viajar a todo trapo a Europa convidado por la "disuasiva" Delta, seguramente se pellizcarían para poder despertar de la pesadilla. Como si algunas imágenes las hubieran calcado de una película en continuado: "Clarín miente".
Al despertar, también podrían encontrase con que Estadao y su adlátere en las denuncias de corrupción -la ranciamente ultraconservadora revista Veja– fueron acusadas de jugar para intereses creados. Por los medios y blogs del gobierno dilmista, claro. Película copiada de la local, o pesadilla de repetición. Y, para completarla se podria agregar (al sueño ficcional, claro) una sensación de estar nadando en un río de Heráclito: desde el Planalto se quiso comparar a Roberto Civitá -CEO de Abril, que edita esa revista- con Rupert Murdoch, lo que llevó al carioca O Globo, a salir en defensa de la libertad de expresión. Guerra intestina de los medios, ¿les suena?
Volviendo al gobernador Sergio Cabral, del PMDB (el partido de centro, aliado del gobierno petista de Dilma Rousseff, al que también pertenece el vicepresidente Michel Temer), no podría haberse negado a los viajes sibaríticos a Europa porque antes, o luego, la mentada Delta Construcciones se habría adjudicado gruesos contratos en infraestructura, de cara a la Copa Mundial 2014 y las Olimpíadas de 2016. Y en nada menos que la taquillera Rio de Janeiro.
Claro, con Cabral sí que valdría lo de "mal de muchos …": no es el único gobernador salpicado, ya que serían nueve los estados brasileños que beneficiaron a Delta con contratos que superaron los 808 millones de reales sólo en 2011, durante el primer año de gobierno de Dilma Rousseff.
Sin embargo, pareciera que el gobernador Cabral no sería llevado a un derrumbe (o renuncia) por causa de las intermediaciones (y confesiones) de Carlos Augusto Ramos (el verdadero nombre de Carlinhos Cachoeria). Hay mucho para cuidar en Río. También en el aliado gubernista PMDB.
Inversamente proporcional sería la suerte de otros miembros de la clase política brasileña: es que el bicheiro sí ya colocó en camino al cadalso al senador Demóstenes Torres (estado de Goias), que fue expulsado el 2 de abril de su partido DEM (demócratas de centro derecha, aliados con el opositor PSDB). Demóstenes -principal nexo parlamentario del bicheiro con el Congreso nacional y con los parlamentos estaduales- sería acompañado por los gobernadores del estado de Goias y del DF de Brasilia. Curioso: el gobernador del estado centro occidental de Goias, Marconi Perillo, pertenece al opositor partido del PSDB (el mismo de Fernando Henrique Cardoso y José Serra) y el mandatario del DF, José Roberto Arruda, que ya fue arrestado (y renunciado) en febrero, pertenecía al DEM, también opositor.
Mientras tanto, en el Congreso brasileño una CPI (Comisión de Investigación Parlamentaria) bicameral sigue el caso Cachoeria. "El bicheiro tiene espaldas para aguantar", dijo a este diario, desde Brasilia, una fuente judicial. Las necesita. O, más bien, se las merece: entre el torbellino de acusaciones y denuncias salieron a la luz supuestos aportes a la campaña electoral de Dilma, con fondos provenientes del juego. Por eso, desde la capital brasileña recalcaron que no es casual que el ángel guardián de Cachoeria sea el abogado defensor Márcio Thomaz Bastos.
Márcio no es un desconocido ni para la justicia ni para la política: fue nada menos que el ministro de Justicia del gobierno de Lula entre 2003 y 2007. Tampoco es un novato en cuestiones de cintura política: en 2005, cuando estaba al frente de la cartera, le estalló el escándalo del "mensalao". El caso destapó la red de aportes mensuales que recibían parlamentarios brasileños a cambio de votos favorables, y provocó la renuncia del jefe de gabinete de entonces, José "Zé" Dirceu. Curiosamente, fue el bicheiro uno de los que testificó para aquel caso.
¿Puede el caso Cachoeira desestabilizar al gobierno de Dilma? En Brasilia juran que no. "Algún herido siempre hay", pero, dicen, no hay que asustarse. "No existe en Brasil otra forma de hacer política que a través de denuncias y escándalos, y CPIs interminables para reacomodar el tablero". Quizás haya que dar vuelta el refrán: en Brasil, la política puede ser un mal de pocos. Para consuelo de muchos.
- 23 de enero, 2009
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